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Informe realizado por Javier Ardouin, Claudio Bustos, Mauricio Jarpa y Geraldine Oliveros
El siguiente informe tiene como objetivo principal hacer una reseña de una serie de investigaciones realizadas en la década de los '90 en torno al tema del acoso sexual. El acoso sexual surge como problema a enfrentar en la sociedad nortemericana en la década de los '70; es visto como una forma de discriminación sexual a la mujer, que provoca daños a nivel individual como organizacional, por lo que resulta importante investigar su etiología, formas de expresión y, por sobre todo, posibles vías de solución.
En este informe se entregará, en primer lugar, un marco conceptual destinado a explicar lo que es el acoso sexual, sus manifestaciones, prevalencia y las dificultades nacidas de la naturaleza básicamente subjetiva de su definición. En segundo lugar, se entregará un marco teórico, en el cual se incluirán los factores que favorecen la presencia de acoso sexual, los factores que intervienen en su percepción, las secuelas que provoca el acoso y algunas formas de prevención de este problema. En tercer lugar, se presentarán los resultados de una actividad práctica - aplicación de un cuestionario sobre acoso sexual a una muestra accidental de 47 estudiantes universitarios -, junto con la discusión de los resultados de ésta . Finalmente, en la tercera sección se entregará una conclusión, donde se entregará una reflexión sobre el tema del acoso sexual, junto a sugerencias sobre posibles temas de investigación a futuro.
El acoso sexual es una forma de discriminación sexual que ocurre cuando una conducta no deseada de naturaleza sexual interfiere con el trabajo individual; se incluye en esta definición la sexualización de relaciones instrumentales en un contexto de diferencia de poder formalizada. Entre los factores que influyen en la ocurrencia objetiva de acoso se encuentran las diferencias culturales, factores del ambiente del trabajo, el tipo de respuesta de la víctima, las características de personalidad del acosador; se presentan dos modelos explicativos generales: el modelo de rol sexual sobrepasado y el modelo integrativo organizacional. Entre los factores que intervienen en la percepción de acoso encontramos el tipo de conducta de acoso, factores sociales y culturales, el género del observador, el atractivo físico del acosador y de la víctima, diferencias de personalidad y de atribución. El acoso sexual provoca variadas secuelas tanto a nivel psicológico y fisiológico de la víctima, como también daños a las organizaciones. Entre las medidas para la prevención del acoso se encuentran la instrucción a través de videos o el entrenamiento de tipo vivencial.
Se adjunta los resultados de una investigación de tipo exploratorio realizada en la Universidad de Concepción, consistente en la aplicación de un cuestionario a 47 estudiantes, con preguntas relacionadas con el acoso sexual. Los resultados son discutidos e integrados con el marco de referencia teórico en la conclusión.
El acoso sexual fue reconocido como un problema social en la mitad de los 70s. Las feministas, basándose en el concepto de discriminación sexual, obtuvieron reconocimiento legal sobre la problemática que generaba el acoso sexual al contribuir a la inequidad en las oportunidades de empleo y trabajo. (Sheffey & Tindale, 1992, p.1502)
De acuerdo a la Comisión de Igualdad de Oportunidades de Empleo de Estados Unidos (EEOC), el acoso sexual es una forma de discriminación sexual que ocurre cuando una conducta física o verbal no deseada de naturaleza sexual afecta el trabajo individual, interfiere de manera irracional con el desempeño individual en el trabajo o crea una ambiente de trabajo intimidatorio, hostil u ofensivo (Moyer & Nath, 1998, p. 333). También se ha sugerido que la definición de acoso sexual debería incluir la sexualización de una relación instrumental a través de la introducción o la imposición de acontecimientos sexistas o sexuales, peticiones o requerimientos, en el contexto de una diferencia de poder formalizada. El acoso puede también ocurrir cuando no existe una diferencia de poder formal, y el comportamiento no es buscado o es ofensivo para la mujer. El acoso pude ser clasificado en las siguientes categorías generales: acoso de género, comportamiento seductor, solicitud de actividad sexual explícita con promesa de premio o castigo, y asalto o imposición sexual. (Fitzgerald, 1991; citado en Barak, Fisher & Houston, 1992, p.18).
Los estudios que se han realizado ocupando muestras auto-seleccionadas tienden a reportar que entre un 70% y un 90% de las mujeres encuestadas han experimentado un tipo de atención sexual no deseada. Los estudios realizados con muestras más científicas disminuyen este porcentaje a un 45%-55%(Sheffey y Scott, 1992, p.1502).
La problemática acerca de la definición de acoso sexual es que esta es lo suficientemente vaga para que diferentes personas tengan diferentes percepciones de lo que es el acoso sexual para ellas. Las diferentes percepciones pueden derivar en diferentes interpretaciones de lo que es considerado una conducta interpersonal aceptable. De hecho el mayor problema con los casos de acoso sexual es que la mayoría de los trabajadores no tienen certeza de lo que es acoso sexual (Laabs, 1995, citado en Blakely, Blakely & Moorman, 1998, p.72). De acuerdo a York (1989, citado en Sheffey & Tindale, 1992, p.1503), el acoso sexual no es un fenómeno objetivo, ya que está basado en la percepción individual del comportamiento de otro, la cual está sujeto a muchas variables contextuales.
Aunque el acoso sexual no es un fenómeno unitario susceptible a un modelo explicativo simple, se ha sugerido que el poder social y económico de acosadores y víctimas influye en la ocurrencia y severidad del acoso, el tipo de respuestas que utiliza la víctima, y la efectividad percibida de las acciones de la víctima (Livingston, 1982; citado en Menon & Kanekar, 1992, p.1941).
De acuerdo al estudio realizado por Menon y Kanekar (1992) en la India, se puede considerar que el acoso sexual de mujeres es sintomático a la postura divergente de hombres y mujeres con respecto al sexo, ya que se espera que sea el hombre quien tome la iniciativa y sea agresivo en materias sexuales, y la mujer adopte una postura modesta, sumisa y vergonzosa. Por lo menos, algunos hombres parecen tener una perspectiva adversaria del género, según el que actividad sexual es explotativa o rapaz, en lugar de cooperativa; los hombres asumirían el rol de explotadores o rapaces y las mujeres el rol de explotadas o de presa; con el cuidado debido, puede extropolarse estos resultados a nuestra realidad occidental. Junto a esto, la agresión sexual de los hombres puede ser algunas veces gobernada por la mala interpretación de los contactos femeninos, en cuanto se considera que conductas amistosas ordinarias de las mujeres son expresiones de un interés sexual (Menon & Kanekar, 1992; Sheffey y Scott, 1992)
En primer lugar, el estatus del acosador está correlacionado positivamente con el reporte o etiquetado de una conducta como acoso sexual; se hipotetiza que a mayor estatus del acosador es más probable que la mujer perciba que el hombre ocupa su estatus social para explotarla sexualmente (Ellis, Barak & Pinto, 1991, p.1322)
Existiría una fuerte relación entre el acoso y las ocupaciones donde las mujeres has sido tradicionalmente poco representadas y donde el contexto de trabajo es considerado tradicionalmente "masculino". Además, se ha demostrado que altos niveles de acoso sexual están asociados a una proporción muy alta de hombres en relación al número de mujeres ; a esto se le denomina 'alta razón sexual' (high sex ratio) (Hesson-McInnis & Fitzgerald, 1997; Ellis, Barak & Pinto, 1991). Esta relación puede ser explicada por las típicas actitudes y comportamientos hacia las mujeres como un grupo minoritario(Kanter, 1977, citado en Ellis, Barak & Pinto, 1991, p.1322). Otra explicación la entrega el modelo del rol sexual sobrepasado, el cual será comentado con más detalle más adelante.
Según un estudio realizado por Menon y Kanekar(1992), las víctimas que no toman ninguna acción contra el acoso tienen más probabilidad de ser censuradas y culpadas que aquellas que realizan acciones de protesta, tales como quejarse, regañar y golpear en una situación de acoso. La implicación práctica de esto es que las víctimas deben tomar alguna acción contra el acosador, siendo más importante que la intensidad de reacción la consistencia de ésta, ya que ignorar el acoso pueda dar una semejanza de legitimación de éste, de manera tal que no es considerado tan seriamente y, por lo tanto, se aprobaría implícitamente su repetición. Es aquí donde aparece como relevante el papel de los procesos de percepción de la conducta como acoso sexual, ya que nos permite entender que la baja utilización de los procedimientos de agravio por la mujer se debe en parte al fracaso de percibir la conducta indeseada relacionada al sexo como ofensiva y acosadora en el lugar de trabajo o en la universidad.
Según investigaciones de Pryor (1987, citado en Perry, Kulik & Schmidtke, 1998, p.702) hay individuos que tienen mayor predisposición que otros a acosar. Pryor desarrolló un instrumento, llamado "Likelihood to Sexually Harass" (LSH), cuyo objetivo es medir la propensión de los hombres a cometer las formas más severas de acoso sexual . Este instrumento consistía en 10 escenarios hipotéticos en los cuales los hombres podían controlar el otorgamiento de un importante refuerzo o castigo a una mujer a cambio de un servicio de naturaleza sexual, sin que exista una posible consecuencia negativa. Según Pryor, el instrumento mediría la disposición a usar el poder social para lograr propósitos de explotación sexual. Los puntajes de LSH correlacionan con medidas de actitud y creencias relacionadas, tales como medidas de estereotipización de roles de género y creencia en los mitos de la violación (afirmaciones sobre la culpabilidad de la mujer víctima de una violación).
Según el estudio de Perry, Kulik y Schmidtke(1998), los individuos con alto LSH que no habían recibido entrenamiento a través de videos alusivos al acoso sexual, sabían menos de acoso sexual que aquellos con bajo LSH; después del entrenamiento, las diferencias desaparecieron. Podría ser que uno de los factores que lleva a los individuos con alto LSH a acosar es su falta de conocimiento sobre el tema del acoso sexual.
Según Sheffey y Scott (1992), el modelo llamado "de rol sexual sobrepasado" (spillover model) incorpora aspectos de la teoría del rol, la de categorización y estereotipos, para explicar la manifestación del acoso sexual. El modelo señala que las mujeres en el lugar de trabajo se enfrentan a expectativas de dos roles: los roles de género y los roles laborales. El sobrepaso del rol sexual ocurre cuando los roles de género sobrepasan y reemplazan las expectativas asociadas a los roles laborales en el lugar de trabajo. Esto puede ocurrir por que la identidad de género es muy importante para las mujeres, mucho más que la identidad laboral. Es por esto que los trabajadores las perciben primero como mujeres y luego como colegas en el lugar de trabajo. Segundo, los hombres pueden estar acostumbrados a interactuar con mujeres fuera del lugar de trabajo, donde los roles de género son los más importantes. En suma, muchas mujeres pueden sentirse más a gusto comportándose de acuerdo al estereotipo de rol femenino, incluso en el lugar de trabajo.
Uno de los factores contextuales que se da en el lugar trabajo es el tipo de trabajo que las mujeres ocupan en una organización dada, pudiéndose clasificar en tres tipos de trabajo: trabajos tradicionales (ej. secretaria, enfermera), trabajos no tradicionales (ej. oficial de policía, mecánicos), trabajos integrados (vendedores, personal de banco). Se argumenta que el sobrepasamiento del rol sexual es más probable que ocurra cuando la mujer trabaja en empleados tradicionales y no tradicionales, que cuando trabaja en empleos integrados. En los empleos tradicionales los roles laborales se encuentran más definidos y son más congruentes con los roles típicamente femeninos. En los trabajos no tradicionales los roles de género y los roles laborales son típicamente incongruentes y las mujeres pueden ser vistas como saliéndose de su rol; las mujeres en este tipo de trabajos tienden a percibir más situaciones como acoso sexual por sus deseos de integración. En los trabajos integrados es más probable que los roles de género y laborales sean vistos como independientes, por lo que es menos probable que ocurra el sobrepasamiento del rol; de todos modos, las mujeres dentro de este tipo de trabajo tienden a estar más alertas a las posibles situaciones de acoso sexual, por lo que tienden a reportarse más casos en este tipo de trabajos.
En resumen, las mujeres en minoría serán tratadas de acuerdo a su estatus de género, en tanto que si se encuentran en igualdad de número con los hombres, o en mayoría, serán tratados como meros compañeros de trabajo (Ellis, Barak & Pinto, 1991, p.1321)
Según Fitzgerald, Hulin y Drasgow (1995, citado en Hesson-McInnis & Fitzgerald, 1997), el acoso sexual es una función de las características del acoso en sí (tipo, frecuencia, duración y características del acosador) y de dos variables exógenas, cuales son el contexto de trabajo de la organización el relación al género (tradición de los roles de género, razón hombre/mujer en el grupo de trabajo, sexo del supervisor) y la tolerancia de la organización al acoso (presencia de remedios al acoso, eficacia de éstos, intensidad de la búsqueda y castigo de los culpables); se hipotetiza que estos dos factores afectan a tres grupos de variables de objetivos: consecuencias laborales, consecuencias psicológicas y consecuencias de salud. Los efectos del acoso en estas consecuencias se supone será moderado por la vulnerabilidad personal de la víctima (dependiente de la edad, nivel educacional y estado civil) y su estilo de respuesta, en lo referido a la ejecución de acciones concretas como a la percepción de eficacia de las acciones asertivas.
Según el estudio de Hesson-McInnis & Fitzgerald (1997) sobre la adecuación del modelo integrativo a la realidad, se confirman algunas hipótesis:
Las consecuencias negativas a nivel laboral dependerán más del tipo de respuesta de la víctima que de la intensidad del acoso en sí, ya que aquella puede generar rechazo y una reacción organizacional negativa. En cambio, los síntomas psicológicos y físicos están en directa relación con la intensidad y frecuencia del acoso.
Factores que influyen en la percepción del acoso sexual.
Aunque muchas conductas son definidas como acoso sexual, es muy poco frecuente que las personas etiqueten determinadas conductas como acoso sexual si son ellas las involucradas en la situación. Las percepciones subjetivas de acoso sexual - aquellas en que el individuo admite ser acosado en una determinada época y en una determinada circunstancia- ocurren sólo de un quinto a un décimo de las ocasiones en que se reporta objetivamente experiencias de acoso sexual (Barak, Fisher & Houston, 1992, p.19).
Según Popovich et al (1996), la gente tiene estereotipos muy fuertes de lo que considera una situación típica de acoso sexual y de acuerdo a esas creencias percibe las situaciones y hace juicios sobre ellas.
Investigaciones sobre las características del comportamiento de los acosadores como su explicitud, frecuencia y severidad del acoso han encontrado, sin sorpresas, que mientras más frecuente y explícitamente sexual es la conducta , con más probabilidad es percibida como acoso sexual (Barak, Fisher & Houston, 1992; Ellis, Barak & Pinto, 1991).
En un estudio realizado en la India (Menon & Kanekar, 1992), los hombres censuraron más a la víctima de acoso sexual que las mujeres, lo que es consistente con la perspectiva del diferencial de poder. Obviamente, hombres y mujeres difirieron en sus actitudes hacia acoso sexual, lo que no es sorpresivo, por lo que es más probable que los hombres sean acosadores y las mujeres víctimas de acoso.
Otros estudios han demostrado que en nuestra sociedad, distintos patrones de socialización pueden hacer aceptar a determinadas mujeres que interacciones sexuales no consensuadas o incluso ofensivas no sean consideradas remarcables. De este modo, mujeres jóvenes (vs. con más edad), y estudiantes (vs.graduadas), reportan menor cantidad de acoso sexual tanto percibido como objetivo, probablemente debido a diferencias en la percepción correlacionadas con el progreso en la edad y en la educación (Barak, Fisher & Houston, 1992, p.20); otros estudios han demostrado que la socialización en roles tradicionales femeninos hacen a la mujer creer que las experiencias de acoso sexual son rutinarias y poco relevantes (Barak, Fisher & Houston, 1992, p.21)
Uno de los hallazgos más consistentes en el campo de la investigación sobre acoso sexual es el hecho de que las mujeres estarían más dispuestas a percibir conductas sexualmente orientadas como acoso sexual, particularmente cuando la conducta es ambigua (Baker, Terpstra & Cutler, 1990, citado por Blakely, Blakely & Moorman, 1998, p.72); esta diferencia se ha encontrado tanto en lugares de trabajo y académicos (Moyer & Nath, 1998, p.336). Además, los individuos tiendes a experimentar más simpatía y a identificarse con las personas de su mismo género (Popovich et al., 1996,p.539).
Unos estudios concluyen que las diferencias de genero en la percepción de acoso sexual serian, en parte, producto del mayor numero de experiencias negativas que tienen las mujeres con relación al trabajo y con relación al sexo; sin embargo, si la experiencia pasada con respecto al acoso sexual es controlada, no existirían diferencias significativas en como definen el acoso sexual hombres y mujeres (Blakely, Blakely & Moorman, 1998, p.73)
Otros estudios suponen que las mujeres y los hombres, si bien están de acuerdo con las manifestaciones opresivas (soborno o ataque sexual) de la conducta que constituye el acoso sexual, difieren en la calidad de juzgar la conducta como acoso; en este sentido, la mujer vería un rango más amplio de conductas como acoso sexual y de forma más sutil (gestos o palabras sexuales) que el hombre (Williams, Brown, Lees-Haley & Price, 1995). Esta percepción de un rango más amplio de conductas sería consecuencia de la mayor atención que le darían las mujeres a los contextos donde podría surgir eventualmente un acoso sexual; si los hombres son entrenados junto a las mujeres sobre percepción de acoso sexual, se elimina la diferencia existente entre los dos sexos en lo referente a la percepción de conductas referidas a acoso sexual, por lo menos en el corto plazo, debido probablemente a al mayor interés en la tarea de reconocer signos de acoso (Moyer & Nath, 1998, p.344). Es de notar que la diferencia entre hombres y mujeres en la percepción de acoso disminuye cuando éste es de mayor severidad, igualándose las percepciones de ambos sexos (Williams et al., 1995, p.1177)
Existen diferencias entre los motivos percibidos por hombres y mujeres para el acoso sexual. En tanto los hombres sólo dan el atractivo sexual como motivo de acoso, las mujeres distinguen entre la atracción sexual y el poder como motivos. Las mujeres parecen reconocer que la posición de poder juega un importante rol en el acoso sexual, ya que están atentas a que este puede ocurrir sin atracción sexual.( Popovich et al, 1996, p.540).
Un efecto potente de decisiones judiciales involucrando el acoso sexual es el atractivo físico de las partes involucradas en tales casos. ya ha sido mostrada los efectos del atractivo físico en percepciones de otras interacciones social/sexual como en la violación, mostrando que el atractivo físico en los jurados y demostrando los efectos que este atractivo físico puede influenciar a algunos jueces.
Según los resultados obtenidos a partir de la investigación de Popovich et al. (1996), el atractivo físico, tanto del acosador como de la víctima, tendría efectos sobre la percepción de acoso sexual. La gente tiende a responder basándose en ciertos estereotipos que tienen en mente; por ejemplo, el mito de que "lo bonito es bueno"; tiende a favorecer a la víctima o al acosador más atractivo. Este estudio mostró que los hombres tienden a creer que el acoso se produce cuando la víctima es atractiva y el acosador lo es poco; si este último es atractivo, la relación con la víctima se tiende a percibir como más positiva . Las mujeres, en cambio, perciben a la atracción sexual como motivo sólo cuando la víctima es atractiva, siendo el atractivo del acosador irrelevante.
Estos hallazgos traen interesantes implicaciones: primero, la creencia de que un acosador atractivo tiene más motivos positivos para su comportamiento, en tanto que un acosador poco atractivo es llevado por la atracción sexual, es una atribución que no tiene bases de hecho pero que afecta el juicio hecho sobre la situación. En segundo lugar, la creencia de que la atracción sexual es un buen motivo en el caso de que la víctima sea atractiva no le hace un gran favor a ésta, ya que provee una explicación de porque determinadas conductas "no son" acoso sexuales; de este modo las mujeres que se perciben a sí mismas como atractivas no consideraran las conductas iniciales de acoso como tales sino como coqueteo, en tanto que las mujeres que se consideran a sí mismas menos atractivas percibirían estas actitudes como puro acoso (Ellis, Barak & Pinto, 1991, p.1323)
Según Barak, Fisher & Houston(1992), determinados factores de la personalidad pueden afectar la percepción de situaciones objetiva y subjetivamente definidas como acoso sexual; dos factores fundamentales determinarían la percepción de acoso sexual: primero, el grado de represión de las mujeres y, segundo, la necesidad de aprobación. Las mujeres con alto grado de represión tienden a usar estrategias de evitación más que de afrontamiento frente a situaciones que pueden ocasionar daño al ego; al ser el acoso sexual una de estas, este tipo de mujeres tenderá a no etiquetar los actos objetivos de acoso sexual como tales, para proteger su yo. Por otro lado, las mujeres con alta necesidad de aprobación negarán la ocurrencia de acoso sexual objetivo y no percibirán estas situaciones como tales, para evitar la estigmatización social de ser víctimas de acoso.
Otras características de la personalidad que influirían en la percepción serían las presentes en personas erotofóbicas -que rechazan involucrarse en situaciones que involucren sexualidad -, ya estarían menos pendientes de la ocurrencia de situaciones objetivas de acoso sexual y a percibir e interpretar estas como tal. En segundo lugar, la aceptación del mito de que las mujeres son las culpables en los casos de victimización sexual harán menos probable la percepción e interpretación de situaciones de acoso sexual.
Los resultados del estudio de Barak, Fisher & Houston(1992) mostraron que las diferencias individuales, incluyendo erotofobia, defensas represivas y necesidad de aprobación socia, estaban asociadas con menos reportes objetivos de acoso sexual, mientras que el rango de base de la percepción subjetiva de que uno ha sido acosado sexualmente era muy bajo, y estaba asociado a la juventud de la víctima y a la menor cantidad de experiencias de formas extremas de acoso sexual.
Otro factor que afecta la percepción de acoso son las creencias normativas acerca del acoso sexual en sí, que están relacionadas con las experiencias y percepciones de acoso sexual. La tolerancia hacia el acoso sexual percibida en sus pares o superiores determinará lo que las mujeres catalogan como acoso sexual . De este modo, si la mujer considera que en su empleo existe una "atmósfera erotizada", tendrá una mayor predisposición a etiquetar las conductas como de acoso.(Ellis, Barak & Pinto, 1991)
Investigaciones han demostrado que la atribución de intenciones negativas a un acosador produce juicios de acoso sexual (Barak, Fisher & Houston, 1992, p.20); una conducta extrema y consistente por parte de un acosador hombre tiene más probabilidades de ser interpretada como maliciosa y hostil, descartándose otras posibles interacciones (Ellis, Barak & Pinto, 1991, p.1330).
Basándose en la teoría atribucional de Weiner, que describe como los más importantes atribuciones de la conducta el locus de control, la estabilidad y la controlabilidad, Williams et al. (1995) realizaron una investigación donde se encontró que el incremento de percepción de acoso sexual estaba relacionado con mayores percepciones de locus interno, estabilidad y control de la conducta masculina, mayor rabia hacia el agresor masculino y más simpatía hacia la víctima.
El acoso sexual trae muchas consecuencias indeseables para sus víctimas, entre las que se incluyen síntomas psicológicos - duda, depresión, ansiedad, relaciones personales restringidas, fatiga, falta de motivación, dificultad en la concentración, baja en la autoestima - , fisiológicos - dolores de estómago y cabeza, nauseas, disturbios del sueño - y problemas relacionados con el trabajo - reducción de la satisfacción con el trabajo, aumento del estrés laboral, ausentismo, cambio de carrera o trabajo (Moyer & Nath, 1998, p.333; Crull, 1982, citado en Blakely, Blakely & Moorman, 1998, p.71 ).. Para las empresas, el acoso sexual tiene un precio en la forma de productividad y moral disminuida, y un aumento de los reclamos y compensaciones deseadas por los empleados (Moyer & Nath, 1998, p.333-334).
La prevención del acoso sexual en el lugar de trabajo ha recibido considerable atención en la literatura popular. La prevención se ha focalizado tradicionalmente en políticas de prevención organizacionales y en programas educacionales y de entrenamiento para las potenciales víctimas (Perry, Kulik & Schmidtke, 1998; Moyer & Nath, 1998); las nuevas políticas hacen hincapié en el trabajo de prevención sobre los posibles acosadores. Si bien se tiene la percepción de que este tipo de programas ha tenido éxito, existe muy poca investigación evaluativa de éstos, lo que lleva una falta de conocimientos preocupante sobre la eficacia de los programas con los que se cuenta para prevenir el acoso sexual. Por ejemplo, Moyer y Nath(1998) afirman que hasta la publicación de su artículo sólo existen tres estudios que investigan los efectos de programas de entrenamiento sobre percepción de acoso sexual en posibles víctimas. Por otros lado, son también pocos los estudios que han demostrado, con la evaluación adecuada, ser eficaces para entrenar a los potenciales acosadores para cambiar sus comportamientos, actitudes y conocimiento (Perry, Kulik & Schmidtke, 1998, p.698-699)
Las políticas y procedimientos no pueden cambiar por sí solas las actitudes y los comportamientos sobre acoso sexual, por lo que se hace necesario el entrenamiento. De este modo, algunas organizaciones ofrecen programas de entrenamiento sobre acoso sexual usando videos donde se ilustran variadas de formas de acoso sexual. Estos videos facilitarían el aprendizaje basándose en los principios del aprendizaje vicario, los cuales asumen que el observar a otros experimentando acoso sexual puede influenciar las actitudes sobre el comportamiento de acoso.
Programas de entrenamiento en percepción de acoso sexual basados en video producen un incremento en la experticidad para reconocer conductas de acoso sexual y para aceptar las diferencias de género. Además, eliminan la diferencias entre la habilidad para percibir conductas de acoso sexual entre hombres y mujeres (Moyer & Nath, 1998; Blakely, Blakely & Moorman, 1998).
De acuerdo al estudio de Perry, Kulik & Schmidtke (1998) sobre efectos del entrenamiento a través de videos sobre posibles acosadores, el entrenamiento de "darse cuenta" del acoso sexual aparece como más efectivo para los individuos con alto LHS inicial que con aquellos con bajo LSH inicial; los individuos con alto LSH tendían a tocar de manera más inapropiada antes que después del entrenamiento sobre acoso sexual, en tanto que los individuos con bajo LSH no tendían a presentar diferencias significativas en este aspecto antes y después del entrenamiento. Esto se debería a que los individuos con alto LSH tienden a prestar más atención a la situación que los individuos con bajo LSH. El entrenamiento, entonces, actúa de manera diferencial de acuerdo a las características de los individuos; sería apropiado usar esta escala como pre-test para identificar a aquellos sujetos que podrían requerir modelado conductual, ya que tiene influencias poderosas sobre la conducta.
Los videos cumplirían con la función de reducir los comportamientos inapropiados e incrementar el conocimiento sobre acoso sexual, pero no son efectivos para cambiar actitudes de larga data sobre el acoso sexual; para lograr este último objetivo, es mejor métodos experienciales, como "role-playing", discusiones de grupo, etc., que son más apropiados para lograr este cambio.
De acuerdo a lo sugerido por Hesson-McInnis & Fitzgerald (1997), la modificación de las inclinaciones individuales tiene resultados inciertos y los intentos por cambiarlas puede tener dificultades éticas y legales. Modificar el clima organizacional, en cambio, presentaría mayores probabilidades de éxito; como ya se ha señalado, dos factores importantes predictores del acoso sexual son un clima permisivo del acoso en la organización y un contexto de dominación masculina, tanto en número como en atribución de roles.
Junto con la presencia de políticas claras, procedimientos accesibles y el apropiado diseño e implementación de programas, es necesario atender al contexto de género del grupo. Esto implica llevar el número de mujeres a una proporción semejante a la de hombres dentro de la organización, ya que altos niveles de acoso están asociados a un bajo número de mujeres dentro del ambiente laboral.
Aplicación de un cuestionario sobre acoso sexual en una muestra de 47 estudiantes de la Universidad de Concepción seleccionados de manera no probabilística.
Esta actividad práctica es un estudio exploratorio sobre el acoso sexual dentro de la universidad de Concepción, destinado a recabar información preliminar sobre datos factuales y perceptuales sobre este problema. No se pretende entregar datos que puedan ser generalizados a la población universitaria, ya que la muestra fue realizada de manera casual, pero puede ser utilizada como punto de partida de hipótesis para nuevas investigaciones.
Un cuestionario diseñado por los integrantes del grupo que consta de 7 preguntas relacionadas con el acoso sexual (disponible en el Apéndice). Fue seleccionado este tipo de instrumento ya que permite recabar una gran cantidad de información en poco tiempo a un bajo costo; tiene como desventaja la baja fiabilidad de las respuestas.
Procedimiento y muestra : El instrumento fue aplicado a una muestra no probabilística de tipo accidental de 47 estudiantes de la Universidad de Concepción (26 mujeres, 21 hombres) que se encontraban en la Biblioteca Central el día 28 de Octubre de 1999.
Pregunta 1:
Se ordenó a los individuos de acuerdo al número de positivos totales para esta pregunta. Se considera que mientras mayor sea la suma de los positivos para esta pregunta, mayor es la tendencia a percibir distintas situaciones como acoso sexual
a) Hipótesis: Existe una diferencia significativa entre hombres y mujeres en el grado en que perciben distintas situaciones como acoso sexual.
Con la lista ya ordenada, se realizó una prueba de la mediana para la variable género , que otorgó un valor de chi cuadrado = 1.4, lo que está bajo el valor crítico de 3, 8. Esto indica que no hay diferencia significativa entre hombres y mujeres de la muestra sobre el grado de percepción de situaciones de acoso sexual.
b) Clasificación de los distintos ítems como 'acoso sexual', 'dudoso acoso sexual' y 'no acoso sexual'.
Para clasificar las respuestas, estas fueron divididas en cuatro categorías, de acuerdo a la variable de homogeneidad (no existencia de diferencia significativa entre las respuestas dadas al ítem por la mitad inferior y la mitad superior, medida a través de la prueba de la mediana con a=5%) y la de mayoría (el ítem fue considerado positivo para acoso sexual por más de la mitad de los sujetos).
De esta manera:
|
Diferencia significativa entre los individuos con alta y baja percepción de acoso sexual general |
Sin diferencia significativa entre los individuos con alta y baja percepción de acoso sexual general |
---|---|---|
Menos del 50% de los individuos marca positivo para el ítem |
Posible no acoso sexual |
No acoso sexual |
Más del 50% de los individuos marca positivo para el ítem |
Posible acoso sexual |
Acoso sexual |
Completando la tabla conducta x tipo de sujeto con los datos de la clasificación anterior, esta queda:
Situación |
Amigo(a) |
Compañero(a) de curso |
Profesor |
Compañero(a) de trabajo |
Jefe |
---|---|---|---|---|---|
Piropo |
No acoso |
No acoso |
Posible no acoso |
No acoso |
Posible no acoso |
Comentario de contenido sexual |
No acoso |
No acoso |
Posible no acoso |
Posible no acoso |
Posible acoso |
Invitación a salir |
No acoso |
No acoso |
Posible acoso |
Posible no acoso |
Posible no acoso |
Invitación a contacto físico |
Posible no acoso |
Posible no acoso |
Posible acoso |
Posible no acoso |
Posible acoso |
Invitación sexual |
Posible no acoso |
Posible no acoso |
Acoso sexual |
Posible acoso |
Posible acoso2 |
Contacto físico no sexual (abrazo, beso en la mejilla, etc.) |
No acoso |
No acoso |
Posible no acoso |
No acoso |
Posible no acoso |
Contacto físico sexual (beso en la boca, 'agarrón'). |
Posible no acoso |
Posible acoso |
Acoso sexual |
Posible acoso |
Posible acoso |
Pregunta 2:
El 30% de los encuestados (14 personas) reportó haber sufrido acoso, de los cuales el 35%(5 individuos) eran hombres y el 65%(9 individuos) eran mujeres. El 35% de estos sujetos reportó hacer sido acosado por un extraño, y el 21% dijo haber sido acosado por un compañero de curso o un profesor.
Pregunta 3:
El 49% de los encuestados (23 personas) afirma conocer a alguien que ha sufrido de acoso sexual
Pregunta 4:
Esta pregunta constaba de tres alternativas, con un espacio para justificar las respuestas.
Un 32% de los encuestados afirma que la culpa del acoso es de ambos, sin dar razones. Un 14% afirma que el acoso se produce porque la mujer insinúa y el hombre no puede controlar sus impulsos. Un 9% señala que el acoso es un asunto de poder y otro 9% específica que este poder lo posee el hombre. El resto de los encuestados no respondió o dio respuestas que no pueden ser englobadas en las anteriores, como el que la mujer no se da a respetar (1 persona), o por su forma provocativa de comportarse (2 personas).
Pregunta 5:
Los individuos podían seleccionar más de un lugar a la vez. Las respuestas fueron las siguientes:
a) Casa : 6%
b) Calle : 17%
c) Colegio/universidad : 19%
d) Lugar de reunión (pub, discotheque) : 51%
e) Lugar de trabajo : 64%
Pregunta 6:
El 74% de los encuestados afirma que el rol preponderante del hombre en su trabajo es como trabajador, en tanto que para las mujeres esta proporción disminuiría a un 47%. Con respecto a la importancia del rol de género, un 26% de los encuestados afirma que en el trabajo se privilegia este rol en el hombre, en tanto que para las mujeres el porcentaje asciende a un 53%.
En primer lugar, y como ya se destacó en la descripción de la actividad práctica, este estudio no pretende más que ser una primera aproximación al tema del acoso sexual dentro de la Universidad de Concepción, cumpliendo con dos objetivos generales bases, cuales son el de contrastar los dichos de la teoría con los datos empíricos y el de recopilar información que puede dar pie a la generación de hipótesis susceptibles de ser estudiadas en futuras investigaciones.
Surge, al analizar las respuestas a la primera pregunta, la sorpresiva no diferencia significativa entre la percepción de situaciones de acoso sexual de los hombres y de las mujeres. Según las referencias, la diferencia en el grado de percepción de acoso sexual por género es uno de los datos más consistentes en las distintas investigaciones. Para justificar la no aparición de este fenómeno, podemos hipotetizar que las situaciones de acoso presentadas en las investigaciones usuales ofrecen ejemplos de incidentes de acoso sexual, en tanto que en el presente cuestionario se presentan distintos tipos de posibles situaciones de acoso relacionadas con posible tipos de acosadores. Cómo señala Williams et al.(1995), las mujeres tienden a percibir un amplio de conductas más amplio y a identificar con más cuidado los posibles detalles de ésta que podrían ser calificados de acoso; en nuestro caso, al no presentarse las circunstancias de las conductas, no es posible entrar a evaluar posibles justificaciones a la conducta particular y sólo es posible hablar en base a suposiciones generales, en las cuales pareciera que hombres y mujeres están de acuerdo.
Con respecto a la clasificación establecida para la presencia o no de acoso en distintas situaciones relacionadas con distintos tipos de posibles acosadores, resulta curioso que las dos únicas conductas en las cuales parecía haber un acuerdo sobre lo que era acoso fueron "Invitación sexual" y "Contacto físico sexual", por parte de un profesor. Sobre las situaciones que no serían consideradas acoso hay más acuerdo y se incluyen los "piropos" y "contacto físico no sexual" de amigos, compañeros de curso y de trabajo, junto a "comentarios de tipo sexual" e "invitaciones a salir" de amigos y compañeros de curso. Según la posibilidad de que una conducta determinada fuese considerada acoso, los distintos tipo de sujeto se ordenan - de mayor a menor posibilidad: profesor, jefe, compañero de trabajo, compañero de curso, amigo; esta distribución concuerda con lo encontrado en investigaciones en relación al aumento de percepción de acoso sexual si el estatus del posible acosador es mayor (Ellis, Barak & Pinto, 1991). Como se observa al revisar la tabla de distribuciones, los compañeros de curso no presentan ninguna conducta que pueda ser considerada como posible acoso per se; esto hace suponer que las posibles conductas iniciales de acoso por parte de un compañero muy pocas veces sean consideradas como tales, a diferencia de lo que pasa , por ejemplo, con el profesor cuyas conductas de tipo social-sexual serán, con bastante más probabilidad, consideradas inapropiadas.
El 30% de los encuestados afirmó haber sido objeto de acoso sexual, lo que está bajo lo encontrado en investigaciones norteamericanas, cuyas cifras bordean el 45% al 55%. Como posibles fuentes de esta discrepancia podemos hipotetizar la falta de rigor en la selección de la muestra y la no explicitación en el cuestionario de las situaciones que serán consideradas como acoso sexual, como también - lo que es bastante discutible- la menor prevalencia del problema de acoso sexual en nuestra Universidad en relación a la que presentan las muestras norteamericanas.
Con respecto a las razones esgrimidas para explicar el acoso sexual, es interesante observar la presencia del "mito de la violación" en forma atenuada, expresada en la forma de que la mujer insinúa tanto que el hombre no se puede controlar; junto a esta explicación, casi en la misma proporción aparece una explicación más acorde con los hechos probados sobre el acoso sexual, que lo relacionan con un asunto de poder más que de atracción sexual.
Con respecto al lugar donde más se presenta acoso sexual, aparece en primer lugar el lugar de trabajo, en segundo lugar los lugares de reunión social y, en un relativamente lejano tercer lugar, el colegio y la universidad. Lógicamente, los lugares de reunión social aparecen como frecuente foco de acoso, ya que es reconocido entre la juventud la función que cumplen estos lugares como centros de búsqueda de parejas; el lejano tercer lugar de la universidad se podría explicar en base al modelo de sobrepasamiento de rol sexual , ya que si existe igualdad de número de hombres y mujeres e integración de roles disminuye las tasas de acoso.
Si observamos la percepción sobre el rol preferido para hombres y mujeres en el trabajo, se ve que el de género es preferentemente unido a la mujer, en tanto que el de mero trabajador es asociado al hombre. Estas percepciones sobre las creencias normativas del mundo laboral podrían ser reflejo, por un lado, de la situación real de la mujer en el trabajo o, por otro, la aceptación de un mito.
El acoso sexual es un problema que tiene gran importancia, debido a las consecuencias negativas que trae tanto para los individuos que la sufren como para las organizaciones que los acogen.
Según se desprende de las investigaciones en estudio, el acoso sexual es un problema muy relacionado con las percepciones individuales y el contexto social en el cual esta se realiza. A diferencia de otro tipo de asuntos, como el aborto o la violación, que presentan variados indicadores "objetivos" de su presencia (un feto muerto o un examen médico, respectivamente),los cuales son considerados válidos por casi todos los miembros de nuestra cultura, la mayoría de las conductas que constituirían acoso sexual no pueden ser categorizadas como tales sin apelar a los motivos del supuesto acosador, lo que implica una gran fuente de subjetividad en el juicio de estos comportamientos. Es a partir de estos razonamientos que algunos autores llegan a afirmar que la definición de acoso sexual no puede ser realizada de manera objetiva, sino sólo subjetiva.
Ateniéndonos a los postulados de las nuevas líneas de la psicología que instan a poner la realidad entre paréntesis, se puede afirmar que siendo todo el hecho social una creación continúa de relatos y constructos, la definición objetiva de acoso sexual sería imposible y sólo es posible llegar a una "objetividad" de definición basándose en el diálogo y el consenso. No es otro el afán de algunas organizaciones al instaurar determinadas políticas sobre lo que se definirá como acoso, que reformulan al instante de ser creadas lo que se entiende por acoso.
Entre aquellos posibles temas que podrían ser investigados, se encuentran:
Barak, A., Fisher, W. & Houston, S. (1992). Individual difference correlates of the experience of sexual harassment among female university students. Journal of Applied Social Psychology, 22, 17-37
Blakely, G., Blakely, E. & Moorman, R. (1998). The effects of training on perceptions of sexual harassment allegations. Journal of Applied Social Psychology, 28, 71-83
Ellis, S. , Barak, A. & Pinto A. (1991). Moderating effects of personal cognitions on experienced and perceived sexual harassment of woman at the workplace. Journal of Applied Social Psychology, 21, 1320-1337
Hesson-McInnis, M.S. & Fitzgerald, L.F. (1997). Sexual harassment: a preliminary test of an integrative model. Journal of Applied Social Psychology, 27, 877-901
Johnson, J., Benson, C., Teasdale, A., Simmons, S. & Reed, W. (1997). Perceptual ambiguity, gender and target intoxication: assesing the effects of factors that moderate perceptions of sexual harassment.Journal of Applied Social Psychology, 27, 1209-1221.
Menon, S. & Kanekar, S. (1992). Attitudes toward sexual harassment of women in India.Journal of Applied Social Psychology, 22, 1940-1958
Moyer, R. & Nath, A. (1998). Some effects of brief training interventions on perceptions of sexual harassment. Journal of Applied Social Psychology, 28, 333-356.
Perry, E., Kulik, C. & Schmidtke, J. (1998). Individual differences in the effectiveness of sexual harassment awareness training. Journal of Applied Social Psychology , 28, 698-723.
Popovich, P. , Gehaulf, D., Jelton, J., Everton, W., Godinho, R., Mastrangelo, P. & Somers, J. (1996). Physical attractiveness and sexual harassment: does every picture tell a story or every story draw a picture?. Journal of Applied Social Psychology , 26, 520-542.
Sheffey, S. & Scott, R. (1992). Perceptions of sexual harassment in the workplace. Journal of Applied Social Psychology, 22, 1502-1520
Williams, C.W.,Brown, R., Lees-Haley, P.& Price, J.R. (1995). An atributional (causal dimensional) analysis of perceptions of sexual harassment. Journal of Applied Social Psychology , 25, 1169-1183.