LA VOZ DE LOS VENCIDOS: DIARIOS DE VIAJE Y RELACIONES DEL SIGLO XVIII

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"La voz de los vencidos en cinco diarios de viaje del siglo XVIII", en revista Anales, Gotemburgo (Suecia): Instituto Iberoamericano de la Universidad de Gotemburgo, Nº 5-6, 1993-1994.

Ponencia del 48º Congreso Internacional de Americanistas (Estocolmo, 1994). ISSN 1101-4148.

 

 

"Se trata, en cierto modo, de pasar al otro lado del escenario y escrutar la historia al revés, porque estamos, efectivamente, acostumbrados a considerar el punto de vista europeo como el derecho: en el espejo indígena se refleja el otro rostro de occidente."  

Nathan Wachtel

 

La producción literaria latinoamericana se inserta en un proceso  en el que los textos ejerci­tan una memoria cultural cuyos mate­riales van continuamente legiti­mando y renovando su función. Los textos que allí se entrecru­zan pueden tener -según Beatriz Sarlo- una función religiosa, mitoló­gica o una función propia­mente de voz (Pizarro, et. al., 1985: 24).

Si admitimos que el texto escrito absorbe todo tipo de textos -no literarios, no escritos- podemos concebir una producción literaria latinoamericana que, aunque escrita en el idioma del invasor, posee la huella intertextual de la cultura de los pueblos dominados (Lienhard, 1982). Se opera así un proceso de transculturación en el que la voz de los vencidos surge, debajo del modelo dominante, rompiendo algunos de los moldes importados, para imponer una nueva visión y una nueva estructura a las primeras producciones escritas de Latinoaméri­ca.

A partir de la lectura de cinco testimonios escriturarios del siglo XVIII -los diarios de viaje de expedicionarios que recorrieron la vasta región conocida como el Chaco Gualamba y algunas relaciones escritas por los mismos exploradores-, intentaremos relevar algunos de los rasgos de transculturación que permiten reconstruir los horizontes de las culturas dominantes y dominadas.­­­ La presencia de "literaturas alternativas" -esas incisiones realizadas por la voz de las subsociedades indígenas en el discurso del grupo dominante- vehiculizan la apropiación, por parte de la minoría marginada, de los códigos discursivos del otro grupo. La aparición de los discursos alternativos se ve posibilitada, en gran medida, por la permeabilidad de los modelos escriturarios de la Colo­nia, en los que se consideraba a la palabra indígena como "fuente de información", en tanto permitía al conquistador relevar aspectos de la realidad del otro que consideraba de importancia para los fines prác­ticos de la conquista (Cfr. Lienhard, 1992).

 

Marco histórico cultural            

En el siglo XVIII, el inhóspito Chaco Gualamba se presentaba como una sobrecogedora zona vacía que se extendía desde Bolivia hasta Santa y el Salado, y desde una parte de Jujuy y Salta hasta el Paraná (Assa­dourián, et. al., 1992).

Durante la Colonia, la Gobernación del Tucumán basaba su vida económi­ca en las riquezas agropecuarias y en su posición de tránsito entre el Atlántico y el Altiplano. La frontera oriental era una línea disconti­nua que iba desde Tarija hasta Córdoba, itinerario frecuentemente expuesto a las hostilidades de ls indígenas chaqueños. Para salvaguar­dar este camino surcado de haciendas, surgió la necesidad de lograr una mejor y más segura comunicación entre el Tucumán y Potosí.

El siglo XVIII marcó el cambio en la política española con respecto al Chaco: de una táctica de guerra defensiva se pasó a una ofensiva, con el propósito de asegurar una vía fronteriza que frenara las moviliza­ciones chaqueñas hasta los centros poblados del Tucumán. Las grandes "entradas" al Chaco tuvieron como objetivo primordial la ocupación de los límites tucumano-chaqueños para asegurar la explotación agropecua­ria y el abastecimiento del mercado potosino (Cfr. Conti, 1989). Estas entradas masivas desplegaron la común estrategia de amedrentar y desarticular las conformaciones tribales. El desplazamiento de los pueblos y los choques entre parcialidades en el interior del Chaco resultaban favorables a la política del grupo dominante. La enemistad creciente entre las diferentes naciones indígenas era fomentada por la composición de ejércitos multiétnicos, constituidos por indígenas de las reducciones, negros y mulatos.

A la llegada de los primeros expedicionarios, la vasta región del Chaco estaba habitada por numerosas naciones indígenas nómades, cuyas principales fuentes de subsistencia eran la caza, la pesca y la reco­lección de frutos. Las lluvias estivales los llevaban hacia el inte­rior del territorio, donde establecían sus tolderías, construidas con troncos y paja. Estos grupos aborígenes fueron absorbidos por el tronco étnico de la nación Tupí-guaraní que puebla, hasta la actuali­dad, la región tropical y subtropical del centro del Continente Ameri­cano.

Las etnias más representativas del Chaco Centro Occidental Salteño pueden clasificarse en dos grandes complejos: el Mataco-Mataguayo 1 y el Chiriguano-Chané (Cfr. Pereyra y Visentini, 1984), cada uno con sus respectivas parcialidades.  En tiempos de la domina­ción española, estos indígenas del Chaco eran clasificados por los españoles en dos grupos:

a) los guaycurúes, "indios" indómi­tos de tierra adentro, protagonistas de malones que perseguían el objetivo de apoderarse de cabalgaduras y ganado. El padre Morillo, en su diario de viaje de 1780, explica el significado del término: "que a todos los de estas naciones llamamos los españoles Guaycurús, no porque haya nación de Guaycurús, sino porque esta voz Guaicurú signi­fica inhumanidad o fiereza." (en De Angelis, 1910, IV: 215).

b) los fronterizos, "indios de a pie", que realizaban algunas transacciones comerciales con los españo­les de la frontera.

Todo lo que sabemos de estos "indios", nos llega a través de la visión parcializante del discurso de un solo grupo, el del extranjero. De la voz del primitivo morador de estas tierras solo quedan vestigios, restos posibles de rastrear en las crónicas, diarios de viaje y otros documentos de la época.

 

Los diarios de viaje

El corpus escriturario de este estudio comprende los diarios de viaje de los siguientes expediciona­rios: Gerónimo Matorras, gobernador del Tucumán (1774), Fray Fran­cisco Morillo, religioso de la Orden de San Francisco (1780) y Coronel Juan Adrián Fernández Cornejo (1780, 1790 y 1791). Estos expedicionarios se internaron en las regiones del Chaco y zonas adyacentes al Bermejo con diferentes fines, que respondían, en general a los perseguidos por todas las "entradas" al Chaco 2. En forma paralela hemos leído las relaciones que los mismos expediciona­rios han dirigido a sus autoridades y que, por razones que explicita­mos en este trabajo, no consideramos parte de los diarios, aunque el compilador los presen­te en un mismo cuerpo documental  (*).

La modalidad en la que se presentan estas textualidades -el diario- justifica su itinerario narrativo en el encuentro con el indígena. La estructura -aunque registra datos cronológicos- no se organiza a par­tir de las fechas, sino más bien de los acontecimientos generados por la presencia o no pre­sencia de las tribus de la zona explorada. Se construye así un eje semántico regido por las valen­cias VER/ NO VER "indios" 3. En el caso del Diario de Cornejo de 1790, los diferentes microrelatos,  a partir del día 26 de julio, finalizan de manera similar: "Este día no vimos indio alguno, ni vestigios que habitasen por allí". Las expresiones indicativas de presen­cia/no pre­sencia: "ran­cherías vie­jas", "vestigios de pescados", "pasos gran­des, hollados de muchas hacien­das", "grandes humaredas de una banda a otra", "los lamentos y lloros de los indios", son desen­laces reitera­dos dentro de cada micronarración descriptiva.

La naturaleza de estos desencuentros es analizada por la ocasional voz relatante, lo que la obliga a introducirse en el conocimiento de las cos­tumbres de las diferentes etnias, evaluando constantemente la rela­ción entre los grupos dominador y dominado. En el diario del padre Morillo, la reiterada imagen de "indios" y expedi­cionarios huyendo unos de otros  configura una metáfora de la dificul­tad de tra­ducir los diferentes códigos culturales -gesto caracteristico de la "conquis­ta" de América-. El temor manifesta­do por los indígenas tiene  que ver, muchas veces, con la enemistad entre ciertas tribus y con un senti­miento de pertenencia a su grupo específico. La participa­ción de  indígenas que obran como traducto­res, guías o eventuales miembros de las expediciones armadas, despierta el rechazo de algunos grupos tribales. En otras oportuni­dades, los expedi­cionarios deben escuchar los rumores que descalifi­can o acusan a las naciones enemi­gas. A veces, tal como lo manifiesta la relación que precede el diario de Matorras, los indios se esconden "temerosos de que los tomen para esclavizarlos" (R1: 152). Los españoles, por su parte, también temen a los indígenas, y ese  miedo a lo desconocido tiñe la mayoría de los encuen­tros:

"viendo el acompañamiento de indios, los soldados de la expedicion se asustaron, á caso de ser los primeros  indios que habían visto"... (PM: 206)

El miedo experimentado por "indios" y españoles es, en variadas  oportunidades, reem­plazado por relaciones de índole transaccional. La práctica de la permuta -ya ejercitada por Colón en su encuentro con los pueblos taínos del Caribe- encierra, en su sencilla estructura, una forma de transculturación. Los regalos hechos a los "indios" por los hombres blancos que entraron al Chaco a fines del siglo XVIII, van variando, de una expedición a otra, de acuerdo al interés motor del expedicionario. En la expedición "pacificatoria" de Matorras, los regalos tienen que ver mayormente con objetos de vestuario, lo que promueve entre los indígenas el afán de imitación de las pautas culturales del grupo dominante. En las expedi­ciones de Cornejo y Morillo se regalan tabaco, alimentos, herra­mientas y diver­sos utensi­lios, aunque hay diferencias muy precisas en cuanto al concepto de "dádiva" que tienen el capitán y el fraile 4. A partir de la natura­leza de los regalos es posible cono­cer las ideas interse­cadas de indígenas y españoles acerca del poder:

"Repartíles algunas cosas, y habiendo dado unas varas de ropa á uno que al parecer era el que más mandaba, le dije: 'toma capitán'; y cuantos había querían ser capitanes, porque les diese mas"...  (PM: 208)

        

Las actitudes de los indios relevadas -e interpretadas- por los expe­dicionarios no son uniformes: aquéllos huyen de los españoles cuando no se encuentran en grupo; en diferentes oportunidades persiguen las embar­caciones a nado y obligan a los expedicionarios a transar a cambio de vía franca. Otras veces "agradecen" los presentes yéndose "contentos" o entregando a cambio alimentos de su producción, o llegan  a manifestar su enojo y su violencia contra el grupo dominan­te. Tam­bién  decla­ran sus "deseos" de ser reducidos cuando se les pregunta acerca del tema. En general, las actitudes ponderadas por el grupo dominante son las que se asemejan a las propias o se insertan dentro de un mismo canon de gestos culturales:

"observamos con gran consuelo, que habiéndose puesto á rezar el rosario la tropa, se llegaron todos con mucha reverencia, y con los brazos cruzados se estuvieron hasta que se acabó." (CC,1780: 37)

y en el diario de Matorras:

"Y en el interín que se entonó el Te Deum, la letanía de los santos con todas sus deprecaciones, se empezó la adoración por el Señor Gobernador, siguió el Comandante, a este los caciques, egecutando lo mismo todos los de la comitiva; besando también la cruz que estaba grabada en el árbol de vinal, para que en adelante la conservasen con la debida veneración. Esta devota diligencia, y al ver aquellos caciques tan humanados, postrados de rodillas más de una hora, y al ver adorar al famoso, cruel y sangriento Paikin al Señor Crucifi­cado, á su Santísima Madre y la referida estola, causó tal gusto y ternura al Señor Gobernador y demas de la comitiva, que de todos se vieron caer copiosas lágrimas de gozo." (GM: 10)

El constructo del "indio humanado" (GM: 145), tan reiterado en el discurso dominante de la fundación y la colonia, ya se ha trasladado al discurso del dominado, alcanzando mayores dimensiones en el paula­tino proceso de pérdida de identidad del indígena 5:

"La edad de este famoso cacique, primer caporal del Chaco, será como de 60 años, de Bizarra  presencia, aspecto severo; y varios que han conocido al Exmo. Señor D. Pedro Ceballos, Gobernador y Capitán General que fué de Buenos Aires, dijeron que imitaba bastante aquella bizarra y arrogante presencia." (GM: 144)

 

 A pesar de la situación de vasallaje cultural, el indígena tiene su modo de rebelarse, atentando  contra la memoria del vencedor 6, sometiéndolo a extenuantes luchas armadas  contra "enemigos invisi­bles" (CC, 1970: 46) o engañán­dolo premeditadamente:

"Ya anochecido, pasó de la banda del N un indio mataguayo: convidéle á cenar conmigo, y despues de haber cenado bien, se despidió con señales de amigo, y á media noche vino por el agua con otros cinco indios, y nos hurtaron la caldera de calentar agua, un plato de estaño y otras cosas." (PM: 211)

La intromisión constante­ de la variable "engaño" en estos relatos modifica  la visión que de los indígenas tienen los expedicionarios. A la vez, los móviles im­puestos oficialmente colisionan con la realidad de los acontecimientos. Por ejemplo, el Capitán Fernández Cornejo manda a su gente tener "particular cuidado" en el trato con los "indios"  y ser afectuosos con ellos. Se esfuerza en reiterar que no les ha hecho daño alguno durante una lucha armada, pero la voz indígena a través de una intér­prete toba, releva, unas líneas más adelante, las víctimas del ataque:

            "y dijo al Sr. Coronel, que aquellos indios no habían inter­venido en la guerra, aunque vinieron á convidarlos; que habían tenido muy á mal las opera­ciones de los de su nación; que ya se hallaban arrepentidos de su arrojo, y que, sin habernos ellos ofendido, les habíamos muerto muchos y lasti­mado la mayor parte de la gente." (CC, 1790: 48)

El itinerario discursivo -tanto como el espacial-geográfico- estable­cido en estos diarios encuentra puntos de detención provocados por la  observación de las pautas culturales de los indígenas. Este relevamiento -fruto del impacto entre dos cosmovisiones- nos permite conocer algunas de las costumbres prehispánicas de las comuni­dades indígenas:

"Lo que más nos divirtió ese día fué que, habiendo arribado a una orilla donde había una multitud de indios, un viejo, que estaba en la banda contraria, tomo un palo seco de un árbol que llaman 'pájaro-bobo', y echándolo al agua, hizo que se agarrasen en él dos chicos como de cuatro años, y así los pasó el río."  (CC, 1790: 44)

 

La forma de manifestar el dolor ante la muerte de algunos miembros de las tribus indígenas del Bermejo impresiona hondamente a los españoles:

"y oíamos los lamentos y lloros de los indios, que lo hacen con una especie de canto fúnebre, que con el silencio de la noche resonaban mucho." (CC, 1790: 47)

Las actitudes y actividades de los indios son descriptas, al pasar, por los expedicionarios:

"En cada uno de éstos (pueblos) habría como 50 indios de armas, que nos preguntaban por la demás gente; y aunque se les respondía que no venían otras, jamás lo quisieron creer: habiéndonos obsequiado con chicha, camotes y maíz, que lo cosechan en abundancia, de regular tamaño, por la fertilidad del terreno." (CC, 1790: 66).

En la convivencia diaria entre indígenas y viajeros, los roles de dominador y dominado pueden  llegar a intercambiarse de acuerdo a las actitudes de los posibles enemigos:

"después de puesto el sol, por la costa izquierda, río arriba, vimos venir cinco indios. Estos se iban llegando, pero luego que los llamé con la voz de amigos, pararon, y reconociendo cuanto la distancia les permitía el barco, sorprendidos de una cosa para ellos no vista, se entregaron á una presurosa fuga. Quedamos esta noche con cuidado de si serían 'bomberos' (llaman así a los espías), que venían observando nuestros movimientos, y  dudando al mismo tiempo si fuesen Chiriguanos, ú otros indios de naciones enemigas." (CC, 1780: 177)

Las articulaciones narrativas de estos diarios dejan entre­ver la yuxtaposición de textos de diverso origen, como los gésticos  -que ya hemos recorrido- y los  de proce­dencia oral. El enunciado de la memo­ria oral inserto en estas textualidades im­plica un primer nivel de recono­cimiento de la existencia de las culturas dominadas de origen autócto­no al lado de la cultura hispánica.

Las formas discursivas directas o indirectas vehiculizan la presencia oral de la voz de los vencidos. Los residuos de algún diálogo entabla­do entre domina­dores y domina­dos nos permiten conocer las dificultades de ambos grupos para decodificar los significados lingüísticos de lo que, para unos, es fórmula de obediencia, y para otros,  palabra vacía. Los indígenas se declaran "vasallos" del rey pero ellos son dueños de otorgar el paso libre por sus comarcas al español.

En el plano lingüístico se advierten, en los restos de discursividades en estilo directo que transcriben los expedicionarios, la pre­sencia de lo que León Portilla define como "difrasismos": aquellas expresiones en las que "la yuxtaposición de dos vocablos de contenido metafórico lleva a evocar un pensamiento que se desea destacar" (1992: 203). Nos encontramos así ante una construcción gramatical oblicua, en la que se eliden algunos elementos significativos. Estas secuencias, situadas en el estadio simbólico de estas culturas, se  acercan a la forma simple  del  "enigma", una es­tructura embrionaria en la cual se plantea un interrogante -o una expresión que contuvo una pregunta- acerca de un saber que obliga al otro a saber y a responder, en una especie de "examen" (Jolles, 1971: 120):

"á la legua de camino encontramos una ranchería de 150 indios de toda chusma, al lado del N, que nos estaban aguardando dentro de unos sauces, y uno de ellos en voz alta, dijo: 'si no hay tabaco, no hay caballo'. Comprendile el misterio, y atracando la canoa donde estaban, dándoles tabaco y otras cosas, pasé." (PM: 209)

En la mayoría de los casos, estos restos de "diálogos" dejan al descubierto su estructura monológica, al no inter­pretar cada grupo los códigos culturales del otro 7:

"Al lado del N nos salió una indiada Mataguaya de unos 350, y entre ellos algunos Orejones; y habiendo practicado con el ellos el mismo evangélico y piadoso oficio que con los pasa­dos, é instándoles se redujesen, todo era decir: dáme, Pa­dre." (PM: 208)

  

Si establecemos un contraste entre estos diarios de viaje y las rela­ciones que fueron escri­tas con anterioridad o posterioridad a ellos por los mismos expedicionarios, es posible trazar un claro desplaza­miento entre el decir y el hacer (Cfr. R1, R2, R3). En las relaciones, las expresiones que se refieren al indígena tienden a considerarlo más bien un objeto pasible de ciertas acciones: debe ser sometido, pacifi­cado. En este sentido,  el discurso se equipararía al que, en el siglo anterior a la producción de estos diarios,  se articula en las cartas Anuas, un discurso que "aparece retorizado por medio de un vocabula­rio preciso y reve­lador de una praxis de domina­ción: 'suje­tar', 're­ducir', 'domar', 'conquistar', 'domesticar', 'di­rigir', 'con­tro­lar'..." (Mata y Altuna, 1992: 128).

En las relaciones que integran el corpus que estamos leyendo también puede identificarse ese trazado de estrategias de dominación:

"Los bárbaros, principalmente los que habitan las riberas de dichos ríos, cederían á nuestras supe­riores fuerzas, y no teniendo donde retirarse por las continuas gue­rras que sostie­nen con los del Pilcomayo, se verían precisados á trarar, (sic) y aun á recibir nuestra ley"... (R2: 36-37)

La narración de los diarios convierte a estas estrategias en proyectos desbarata­dos. La realidad -casi siempre-  supera la planificación apriori del grupo dominante. Cuando el encuentro con la alteridad se hace efectivo, la experiencia con el grupo a subyugar se compleji­za, derivándose en otro tipo de relación en la que los roles de destinador y destinatario de ciertas acciones se vuelven intercambia­bles dentro del discurso. La escritura casi sistemática de un diario de viaje, en la que no media un análisis muy profundo de la realidad vivida, facilita la intromi­sión del dis­curso de la alteridad. En las relaciones, en cambio, quien escribe es el "funcionario", con una toma de perspec­tiva más objetivi­zante y fría respecto al indígena y los acontecimien­tos vividos. De esta manera, el itinerario entre las formas del 'de­cir' se acorta y aparecen resque­brajaduras en el dis­curso dominante que son "relle­na­das" por una voz que emerge en forma inconsciente. Ese desdob­lamiento mediatiza la expresión de la otra voz en una suerte de mecanismo polifónico (Cfr. Poderti, 1994).

Los textos tienden a  transformarse así en verdaderos campos de bata­lla en los que la voz dominante se debate en un significativo juego de contradiscursos. Esta lucha permite la escritura de dos historias. Por una lado la historia "importa­da" que escribe el español y se nos aparece como "verdadera" y, por otro, la historia subterránea, pre­existente e independiente a la llegada de los europeos que ofrece también su perspectiva acerca del encuentro de culturas. La historia de los indígenas necesita escribir­se dentro de la historia del invasor y efectivamente lo hace. Busca registrar, en alguna forma, su voz y su acontecer.

La historia contada por la otra voz está también presente en las descripciones de costumbres que relevan a su paso los europeos. No existía en los extranjeros que vinieron a poblar las comarcas indíge­nas una voluntad de rescate de la cultura indígena, pero muchos de ellos lo hicieron movidos por razones político-religio­sas 8, como afirma León Portilla en su análisis de los procesos de rescate empren­didos por funcionarios e indígenas en México:

"Mientras para los indígenas importaba no perder su propia memoria, raíz de su identidad, los frailes inquirían con otros propósitos. Les preocupaba conocer las antiguas creencias y tradiciones para mejor proceder en sus labores dirigidas a implantar el cristianismo".   

 

La lectura de estos diarios nos acerca a un proceso en el que la viven­cia del mundo del otro transgrede las normas discursivas insti­tuídas. El lenguaje se desborda y se transforma (Pizarro, et. al., 1985: 13) y el discurso de la otredad emerge.  

La escritura alfabética, patrimonio del europeo, ha permitido la perdurabi­lidad de un pequeño corpus de mate­riales de procedencia indígena -gestos, costumbres, trazos psicológi­cos de las diferentes culturas nativas, ademanes lingüísticos y manifestaciones orales- que al pasar al texto escrito sufren extrapo­la­ciones y alteraciones, pero que no dejan de contener las esencias y colores del mundo autóctono.

Una perspectiva que no limite  las relaciones intertextuales al plano de lo escrito, permitirá que la historia de la literatura deje de pensarse en términos genealógicos. Se  elude así el riesgo grafocén­trico de considerar la producción literaria de América como un apén­dice de la de Europa, dada la ausencia de escri­tura fonética en la América pre­hispánica (Lienhard, 1982: 144).  Esto nos permite la consideración de un discurso literario múltiple, en cuya voz se ponen de manifiesto discursos diferentes, como estratos parale­los. El espe­sor del discurso literario no puede ser simplificado en una sola línea de evolución -la metropolitana centrada en Europa- ubicada en uno solo de los sistemas que constituyen este discurso (Pizarro, 1985).

La pluralidad de discursos en juego arti­cula un nuevo modelo teórico en el que la literatura se reconoce dentro de un espacio no canónico, dentro de un sistema cuyo espesor no puede ser medido según los pará­metros de las estructuras dominantes.

Estas formas discursivas de la colonia -"firmadas" por españoles- debieran ingresar en un nuevo catálogo escriturario en el cual sea posible reciclar y recupe­rar,  para  la historia de la literatura latinoamericana, la voz -o la sombra de la voz- de los vencidos.

 

Notas

1 La denominación "mataco" es de origen español y designa al indio "malo" y "matador". La denominación aceptada por los aborígenes es la de WICHI, que significa, en su lengua, "el hombre", o "la gente".

2 Las "entradas al Chaco" efectuadas en la segunda mitad del siglo XVIII se caracterizaron por la labor conjunta de milicias y religiosos pueden clasificarse en dos tipos: las dirigidas por los gobernadores, cuyos fines intimidatorios-ofensivos-persuasivos, perseguían la firma de 'capitulaciones', con el fin de mantener tranquila la frontera y conseguir alinazas ofensivas contra los más indómitos y las entradas llevadas a cabo por los jesuitas y los franciscanos -los primeros encargados de la administración de las reducciones fronterizas hasta su expulsión- (Cfr. Conti, 1992).  

En el caso de la entrada encabezada por el Gobernador del Tucumán, Gerónimo Matorras, la visita a las comarcas indígenas tiene un viso de "pacificación", mientras que los objetivos  de Cornejo son comerciales y personales -hacer nave­gable el  río Bermejo, que significa una "preciosa puerta de comercio y nuevos establecimientos del Gran Chaco" (R2: 58) y, a la vez, conseguir el título de "Marqués del Bermejo", que nunca obtuvo (De Angelis, 1910, V: 158)-. Entre la documentación de la época se conserva un expediente con la correspondencia sobre la proposición oficial del Capitán Adrián Fernández Cornejo de "hacer navegable a sus expensas el río Bermejo (...) con el fin de facilitar por este medio la mas prompta comunicación y comercio entre esta y las otras Provas. del Tucumán  y Paraguai" (sic) (Facultad de Filosofía y Le­tras, 1913). El Padre  Morillo, por su parte,  era capellán  de la expedición de Cornejo y, una vez iniciada la misma, se interna por su cuenta en el Bermejo con una canoa y algunos ayudantes para navegar en tiempo record hasta su desembocadura en el río Paraguay (Cfr. De Angelis, 1910, V: 195-201)

3 Nuestra cautela en el uso de este vocablo puede explicitarse en la aseveración de Magnus Mörner: "En el estricto sentido de la palabra no había "indios" en América antes de la Conquista Europea. Sólo existía una variedad de pueblos y culturas de los más diversos tipos. El "indio", como concepto homogéneo, es resultado del proceso histórico iniciado por la Conquista. En un proceso parecido al que transformó a los africanos, igualmente heterogéneos, en "negros", los indígenas subyugados, que pertenecían a los más diversos grupos étnicos y estra­tos sociales, fueron reducidos a simples "indios" en contraposición a la triunfante categoría "superior" de los europeos." (Mörner, 1989: 161).

4 Una de las diferencias de parecer en cuanto a la función del regalo entre el P. Morillo y el Capitán Cornejo se establece al iniciar el primero su expedición: "Esta noche determinó el Capitán comandante, que fuese uno á reconocer la distancia que había al Río de Tarija, y las playas del nuestro Jujuy; y ofreciéndome yo á esta empresa, y pidiéndole me diese alguna regalía para gratificar los indios que encontrase, respondióme: no traia más que pólvora y balas. Y haciéndole presente ser preciso el cebo de regalo para sosegar á los indios, respondió: 'que si los demas entraban en sus conquistas con regalos, él nó'" (PM: 204)     

5 La idea de humanidad, aplicada al indígena, se restringe al remar­car como válidos los valores de la cultura domi­nante: "Agradóme mucho esta gente, que es agigantada, hermosa de rostro, blanca, despejada, muy culta y aseada en su vestido" (PM: 211). Dentro de este constructo ideológico se inserta la comparación que el Padre Morillo hace entre indios y los judíos (PM: 210) a partir del común rasgo de "carnales" y el paralelismo que en el diario de  Matorras traza entre monos e integrantes de una nación indígena (R1: 151).

Esta relación del colonizador con el colonizado, es, para Todorov (1991) una práctica de percepción que se extiende hasta nuestros días. El germen de las dos actitudes fundamentales en el modo de percibir al indígena ya se observa en la idea de Colón acerca del otro: "O bien piensa en los indios (...) como seres humanos completos, que tienen los mismos derechos que él, pero entonces no sólo los ve iguales, sino también idénticos, y esta conducta desemboca en el asimilacionismo, en la proyección de los propios valores en los demás. O bien parte de la diferencia, pero ésta se traduce inmediatamente en términos de supe­rioridad e inferioridad (...) se niega la existencia de una sustancia humana realmente otra, que pueda no ser un simple estado imperfecto de uno mismo." (Todorov, 1991: 50)

6 Uno de los hechos significativos en este aspecto se encierra en el acto atribuido a los indígenas de hachar y quemar un letre­ro que tenía grabadas una inscripción y una cruz, testimonio de una expedición española de 1759 (GM: 141).

7 Esta dificultad para interpretar los códigos culturales de una y otra etnia pervive en la relación entre misioneros de un grupo reli­gioso anglicano y aborígenes wichi-matacos de unacomunidad del chaco salteño, estudiada con detenimiento por Héctor Rodríguez.. La interpretación  del mundo indígena a partir de significados occi­dentales constituye para los misioneros la gran imposibilidad de penetrar los pensamientos y percepciones de los problemas aborígenes: "Hasta la fecha no ha sido imposible verificar los deseos reales de las comuni­dades indígenas y evidentemente la situación se pone aún más confusa por las visibles contradicciones entre ciertos deseos expresa­dos por los indígenas, por un lado, y los valores y conceptos no-articulados que siguen en gran medida orientando sus vidas."  (1991: 41-91).

8 La actitud de "rescate" de la memoria de los pueblos vencidos del Chaco está presente en la escritura de misioneros y viajeros extranjeros, como los religiosos alemanes Martin Dobrizhoffer y Florián Paucke,  el jesua español Pedro Lozano, a quien se debe la escritura de la Descripción Corográfica del Gran Chaco Gualamba, o Fray Reginaldo de Lizárraga, quien escribió, hacia 1603, la Descrip­ción Colonial (Cfr. Bibliografía específica).           

 

* Descripción de documentos citados, con indicación de siglas utilizadas y fuente bibliográfica:

1774  "Diario de  la expedición hecha a los países del Gran Chaco  desde el Fuerte del Valle por D. Gerónimo Matorras, gobernador del Tucumán" [GM] (en De Angelis, 191O, V).

1774   "Relación del Río Grande y Bermejo; virtudes de sus aguas, del temperamento de los países del Gran Chaco Gualamba, de los pájaros, de los árboles, de las yerbas, de los animales y de las naciones que ocupan las riberas de dichos ríos, firmada por Blas Joaquín de Brizuela, de la expedición de Matorras, y dirigida al Rey" [R1] (en De Angelis, 191O, V).

1780  "Diario de la primera expedición al Chaco emprendida por el  Coronel D. Juan Adrián Fernández Cornejo" [CC, 178O] (en De Angelis, 191O, V).

1780                "Oficios al Virrey, por el Coronel Juan Adrián Fernández Corne­jo" [R2], en De Angelis, 191O, V)

1780  "Diario del viaje al río Bermejo por Fray Francisco Morillo de  la orden de San Francisco" [FM] (en De Angelis, 191O, V). 

1790  "Diario  de la expedición al Chaco por el Río Bermejo ejecuta­da por el Coronel D. Adrián Fernández Cornejo" [CC, 179O] (en De Angelis, 191O, IV).

1790   "Descripciones del Bermejo y del Valle de Centa y relación de los preparativos del viaje al Chaco del Coronel Fernández Cornejo" [R3] (en De Angelis, 191O, IV).   

1791   "Diario del descubrimiento de un nuevo camino desde el valle de Centa hasta la villa de Tarija por el Coronel D. Adrián Fernández Cornejo" [CC, 1991] (en De Angelis, 191O, IV).

 

Bibliografía general

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