TARTAMUDEO

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Esta interrupción de la fluidez normal del habla se caracteriza por titubeos, prolongaciones, repeticiones involuntarias e irregulares, o bloqueos en los sonidos, sílabas o palabras.

 

Tabla 1:  Criterios diagnósticos para el Tartamudeo (DSM-IV-TR)

Aproximadamente entre el 2 y el 4% de los niños presentan este trastorno del habla. Se observa una mejora espontánea entre el 50 y el 80% de los casos, y el 1% de los adolescentes y de los adultos presentan todavía este trastorno. Existe un predominio masculino del 3:1 a 4:1.

Se han identificado 4 fases progresivas en el desarrollo del tartamudeo (Kaplan y Sadock, 1999):

1.  Se observa en el periodo pre-escolar. La dificultad es episódica, entre periodos de habla normal. Los niños tartamudean más a menudo cuando están nerviosos, enfadados, tienen algo importante que decir o están presionados.

2.  Se produce en la etapa de escolar. El trastorno es crónico con pocos episodios de habla normal. Los niños son conscientes de sus dificultades de lenguaje, que se produce principalmente con las partes fundamentales nombres, verbos y adjetivos.

3.  Después de los 8 años y hasta la edad adulta, principalmente al final de la infancia y adolescencia, el tartamudeo va y viene, en respuestas a situaciones de gran tensión.

4.  Se produce en la madurez, donde manifiestan un temor anticipatorio al tartamudeo. Los temores son concretos a palabras, sonidos o situaciones. Son frecuentes las sustituciones de palabras y los circunloquios.

 

Descripción clínica

El tartamudeo aparece típicamente entre los 2 y 4 años, con menos frecuencia de los 5 a los 7 años, y raramente durante la adolescencia. Para los niños que empiezan a andar, el tartamudeo es un síntoma transitorio del desarrollo que dura menos de 6 meses, aunque el 25% de los casos de comienzo temprano presentan tartamudeo persistente pasados los 12 años. Cuando el inicio tiene lugar durante el período de latencia, normalmente, los síntomas se relacionan con el estrés, y tienen un curso benigno de 6 meses a 6 años de duración. Al principio de la enfermedad, el niño no es consciente del síntoma. El trastorno a menudo aumenta y disminuye durante la infancia, ya sea mejorando gradualmente durante la infancia, o empeorando, y conduciendo a un curso crónico. Los varones tienden a presentar formas más crónicas del trastorno. A medida que progresa el estado, el bloqueo de las palabras y la tensión involuntaria de la mandíbula y de los músculos de la cara se vuelven más visibles. En los casos persistentes, el individuo se da cuenta dolorosamente del problema.

Las formas de tartamudeo de base neurológica presentan características clínicas que difieren de la forma evolutiva de tartamudeo: se observan bloqueos y prolongaciones, pero no aparecen principalmente ni en las sílabas iniciales ni en sustantivos, y son poco frecuentes las muecas asociadas y los movimientos de las manos.

Las complicaciones incluyen anticipación temerosa, parpadeo, tics y evitación de palabras y situaciones problemáticas. El niño puede experimentar reacciones emocionales negativas por parte de la familia y compañeros (situaciones embarazosas, culpa, ira), provocación y ostracismo. Evitar hablar y una pobre autoestima pueden afectar el desarrollo social y del lenguaje, y conllevar problemas académicos y ocupacionales.

 

Etiología

Entre las teorías etiológicas se encuentran conceptos genéticos, neurológicos, psicodinámicos y conductuales. Puede que sea posible establecer varios subgrupos etiológicos de tartamudeo. Una concordancia notablemente mayor en los gemelos monocigóticos que en los dicigóticos sugiere la existencia de un factor etiológico principalmente genético. Para el 60% de los tartamudos, el trastorno se observa en las familias apareciendo en los familiares de primer grado en un porcentaje del 20 al 40% (especialmente en varones).

Los datos actuales no son consistentes con un modo de trasmisión único del gen, sino que correspondería a un modelo poligénico con un umbral diferencial de la expresión fenotípica influido por el sexo.

Determinadas formas de tartamudeo adquirido son claramente neurológicas: por ejemplo, después de un postcomicial (presumiblemente debido a lesiones en los centros de fluidez) o secundarias a enfermedades cerebrales degenerativas. Estas formas adquiridas pueden ser transitorias, pero pueden persistir especialmente si existe una lesión bilateral y multifocal en el cerebro. Diversos estudios han mostrado que entre los tartamudos (y sus familiares de primer y segundo grado) existe una mayor representación de individuos con lateralización ambidiestra o zurdos, lo que sugiere que el tartamudeo puede estar relacionado con una organización cortical anómala. Asimismo, algunos tipos de tartamudeo están asociados con retraso mental, específicamente, en el Síndrome de Down y en ciertas formas de mucopolisacaridosis.

En algunos casos raros, una falta de fluidez parecida al tartamudeo puede ser inducida por la medicación psicotrópica (antidepresivos tricíclicos, neurolépticos, litio).

La teoría psicodinámica se ha centrado en la influencia de los impulsos sádico-anales, en la ira parcialmente defendida y en patrones maternos de lenguaje inapropiados. Las teorías conductuales han subrayado la influencia del reforzamiento en el mantenimiento de la falta de fluidez y la agravación secundaria por la frustración.

 

Evaluación

Una evaluación del tartamudeo incluye un estudio de las posibles causas neurológicas (corticales, de los ganglios basales, del cerebelo). Es necesaria una historia evolutiva completa y una evaluación general del habla, el lenguaje y la audición. La valoración conductual incluye la orientación de posibles restricciones en las interacciones y las actividades sociales. Con respecto a la evaluación, en todos los casos de tartamudeo se recomienda la remisión a un especialista del habla y del lenguaje. Es útil valorar la poca fluidez en el monólogo, conversación, juego y ansiedad, y observar las interacciones padres-niño cuando se introduce el estrés comunicativo en el niño (p. ej., preguntas repentinas, interrupciones, repetidas correcciones, cambios frecuentes de tema). Los niños que tartamudos son extremadamente conscientes de sus síntomas, comprueban que la ansiedad agrava su poca fluidez y que no pueden mejorar su habla relentizando su forma de hablar o centrando la atención sobre su habla.

 

Diagnóstico diferencial

A diferencia del lenguaje confuso y de otras faltas de fluidez en los niños, en el tartamudeo, la ansiedad produce una agravación notable en el ritmo y velocidad del habla. Puede aparecer un empeoramiento transitorio durante los períodos de actuación de la ansiedad o del estrés comunicativo, por ejemplo, hablando en público o en una entrevista de trabajo. En los estudios de laboratorio, se observan anomalías de la conducta verbal y del movimiento del cuerpo, incluso durante un discurso aparentemente fluido.

El tartamudeo neurológico y adquirido tiende a estar más centrado y ser más constante, en contraste con la variabilidad de las formas genéticas, constitucionales y psicodinámicas. A menudo en el tartamudeo no neurógeno, los síntomas no se presentan mientras se canta, leyendo en voz alta, hablando al unísono o hablando con animales u objetos inanimados. 

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