SIONISMO Y SEPARACIÓN ÉTNICA EN PALESTINA DURANTE EL MANDATO BRITÁNICO: LA DEFENSA DEL TRABAJO JUDÍO

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Facultat de CC. Polítiques i Sociologia. Universitat Autònoma de Barcelona

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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. X, núm. 227, 15 de diciembre de 2006
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

Resumen

El proyecto sionista en Palestina estuvo acompañado de un proceso de separación de la población autóctona y, cuando fue posible, también de su expulsión. Esto fue consecuencia, por una parte, de la ideología sionista que buscaba la creación de un Estado étnico para el pueblo judío. Y por otra parte, fue producto de la victoria de los grupos de la izquierda sionista sobre el capital privado. Los primeros defendían un proyecto colonial “blanco”, con sustitución de la población indígena por población europea, mientras que los empresarios habrían preferido un modelo colonial clásico, con explotación de la mano de obra palestina. La separación étnica tuvo dos dimensiones ligadas entre sí: la defensa del trabajo judío y la limpieza étnica territorial. En este artículo analizaremos las bases ideológicas de la política de separación y la dinámica de imposición del trabajo judío.

 

Abstract -  Zionism and Ethnic Separation in Palestine during the Mandate: the defence of Jewish Labour

The Zionist project in Palestine was accompanied by a process whereby the native population was separated and, where possible, expelled. On the one hand, this was the consequence of Zionist ideology that sought the creation of an ethnic state for the Jewish people, and, on the other, of the victory of the Zionist left over private capital. The former defended a “white” colonial project with the substitution of the native population by Europeans, while business interests would have preferred a classic colonial model exploiting Palestinian labour. The ethnic separation contained two interrelated dimensions: the defence of Jewish labour and territorial ethnic cleansing. In this article, I shall analyze the ideological bases of the separation and the dynamic of the imposition of Jewish labour.

 

El sionismo como proyecto nacionalista y colonial en Palestina ha estado asociado desde principios de siglo XX al modelo de colonización blanca, con sustitución de la población indígena por población colona. A diferencia del modelo de colonización de plantación, con explotación del trabajo indígena, la colonización blanca implica la expulsión de una población para que sea posible el asentamiento de otra. La gran expulsión de población se produjo durante la guerra de 1948, el momento de la gran limpieza étnica en Palestina. Sin embargo, ésta ya se estaba llevando a cabo desde principios de siglo, aunque de una forma mucho más lenta. El análisis de este proceso anterior a la fundación de Israel nos permite comprender que la expulsión y la separación étnicas están ligadas al proyecto nacionalista sionista, y que su victoria implicaba inevitablemente la agresión a los derechos más elementales de los palestinos.

El proyecto de colonización blanca de Palestina se plasmó en dos dinámicas complementarias: la defensa del trabajo judío y la judaización del territorio. La una y la otra eran consecuencia de la ideología nacionalista y también de la configuración del poder en el seno del sionismo. No se puede comprender la sociedad israelí, su demografía, sus tensiones y el conflicto con los palestinos sin tener en cuenta este proceso. En este artículo analizaremos sus bases ideológicas y la dimensión de imposición del trabajo judío.

 

El sionismo

El nacionalismo judío y el sionismo son fenómenos modernos ligados al contexto sociopolítico de Europa oriental y central en el siglo XIX, con una cada vez mayor presencia del nacionalismo agresivo de la burguesía, que ganaba poder en el este de Europa y que usó el antisemitismo para afianzar su control social impulsando el racismo y  la xenofobia.

La respuesta judía al antisemitismo fue diversa, aunque tuvo dos grandes dimensiones: una minoría se unió a los movimientos revolucionarios y la mayoría emigró o puso su esperanza en poder hacerlo.

 

Cuadro 1
Emigración de población judía de Europa oriental (1880–1929)
[1]

Estados Unidos

2.885.000

Canadá

125.000

Argentina

180.000

Brasil

30.000

Resto de Iberoamérica

30.000

Total América

3.250.000

 

 

Gran Bretaña

210.000

Alemania

100.000

Francia

100.000

Bélgica

50.000

Suiza, Italia y países escandinavos

30.000

Total Europa occidental y central

490.000

 

 

Sudáfrica

60.000

Egipto

35.000

Total Africa

95.000

 

 

Palestina

120.000

Australia y Nueva Zelanda

20.000

 

 

Total

3.975.000

Antes de la llegada de Hitler al poder, más del 80 % de los judíos europeos que huyeron o emigraron lo hicieron a América, menos a Europa occidental y central, y sólo un 3 % a Palestina. Entre 1935 y 1943, la gran mayoría de lo judíos que huyeron del nazismo se refugiaron en la Unión Soviética, menos en Estados Unidos y sólo el 8,5 % de 2.562.000 lo hicieron a Palestina.

 

Cuadro 2
Refugiados judíos del nazismo (1935-1943)
[2]

Unión Soviética

1.930.000

Palestina

217.000

Estados Unidos

170.000

Gran Bretaña

50.000

 

El éxodo fue la salvación para muchos judíos europeos, pero no a Palestina sino principalmente a Estados Unidos, hasta que la Quota Act de la Administración norteamericana de 1924 limitó la inmigración judía. Posteriormente, durante la terrible persecución nazi, el principal refugio fue la Unión Soviética. La mayoría de los judíos europeos que pudieron escapar al antisemitismo hallaron la salvación en la asimilación en las tierras de acogida, donde encontraron protección para sus derechos como personas y como ciudadanos.

No obstante, la mayoría de ciudadanos de religión judía de Europa central y oriental no pudieron huir y el antisemitismo nazi los condujo a los campos de exterminio. Después de la guerra, de los 3 millones de judíos que consiguieron sobrevivir al Holocausto en Europa, sólo el diez por ciento emigró a Palestina, y esto a pesar de las presiones sionistas y de que Estados Unidos aplicó fuertes restricciones a la inmigración[3]. Palestina continuaba sin ser el refugio para la diáspora, al contrario, la diáspora era la protectora y el factor indispensable para la creación del proyecto nacionalista.

El sionismo, a pesar de ser un producto del antisemitismo, nunca fue una solución a la persecución ni una respuesta a la “cuestión judía” en Europa, sino que fue un proyecto político nacionalista y colonial. La idea de crear un Estado para el pueblo judío, al ser una respuesta también nacionalista que bebió del mismo pensamiento que el nacionalismo centroeuropeo, inevitablemente también adoptó las mismas características xenofóbicas. Zeev Sternhell liga el nacionalismo judío al nacionalismo “volkista” (del alemán volk: pueblo en el sentido de comunidad de sangre) de Europa central y oriental[4]. Es necesario señalar la incongruencia implícita en el sionismo al utilizar los mismos argumentos ideológicos que el antisemitismo europeo de infausta memoria: la identificación del Estado -superestructura política- con la Nación y no con la ciudadanía; la pertenencia del Estado -territorio- a la Nación, con la que tiene un lazo histórico-espiritual, y no a sus habitantes.

La defensa sionista de los “derechos de nación” judíos, por encima de los derechos de residencia de los árabes palestinos, supusieron durante mucho tiempo un ataque del nacionalismo más retrógrado a la concepción liberal de los palestinos de lo que tenía que ser Palestina: un Estado democrático para todos sus ciudadanos independientemente de sus creencias o adscripción comunitaria[5]. Así, al proponer una solución al “problema judío” y manifestar que la “Tierra de Israel” (Palestina) era el hogar nacional del pueblo judío[6], Theodor Herzl estaba dando la razón a aquellos que afirmaban que los judíos constituían un cuerpo extraño en cualquier otro Estado.

“Nous demeurerons toujours des étrangers parmi les nations. Celles-ci peuvent être amenées par un sentiment d’humanité et de justice à nous émanciper, mais elles ne nous respecterons jamais tant que nous ferons de l’adage « ubi bene ibi patria » notre règle de conduite et même presque une religion et le placerons au-dessus de nos grands souvenirs nacionaux. Il se peut que le fanatisme religieux cesse de provoquer la haine des Juifs dans les pays les plus avancés du point de vue culturel ; mais en dépit des Lumières et de l’éducation, le Juif en exil qui nie sa nationalité ne gagnera jamais le respect des nations chez lesquelles il habite”.[7]

En el texto de Herzl se puede apreciar como la consideración propia en términos de nacionalidad y no en términos de identidad conduce a percibir su posición en la sociedad como un cuerpo ajeno en casa de otro: “le Juif en exil qui nie sa nationalité ne gagnera jamais le respect des nations chez lesquelles il habite”. La tensión entre nacionalismo y ciudadanía, entre los derechos de la nación y los derechos del ciudadano se pone en evidencia. Léon Pinsker, en su libro de 1882 Autoemancipación, ya había adoptado la misma perspectiva al defender la necesidad de pasar de ser una Nación espiritual a ser una Nación independiente[8]. Era la diferencia entre la lucha por proteger la identidad judía entre los gentiles y la lucha del nacionalismo judío por unir la identidad con el poder político y territorial. Expresaba también la diferencia entre la defensa de los derechos de ciudadanía, sociales, políticos y culturales de las personas, y la reivindicación de un derecho colectivo a la homogeneidad de identidad en un Estado. Por esta razón, el sionismo es también contrario a la integración de los judíos en las sociedades donde viven.

Esto provocó en ocasiones un fuerte rechazo por parte de importantes sectores de la población judía, pues lo veían como una amenaza a su posición como ciudadanos de sus respectivos países. Desde este punto de vista, inevitablemente se darían incompatibilidades de intereses entre los sionistas y los respectivos países, y entre los sionistas y otros grupos representativos de la población judía. Y los no sionistas se asustaban ante la violencia de los sionistas por arrogarse la representación absoluta de los judíos. El rabino Elmer Berger, que fue durante muchos años director del American Council for Judaism, diría “Zionism was contrary to every principle I cherised as an American. I had experienced Zionism’s distaste for free and open debate. I had witnessed its efforts to impose economic and social sanctions against any who articulated public disagreement”[9].

Los principios fundacionales del American Council for Judaism nos permiten ver cual era la posición mayoritaria antes de la Segunda Guerra Mundial:

“First, we declared, Judaism was a religious –not a national or racial- identification. Second (...) we advocated the creation in Palestine of a democratic political structure in which neither religious faith nor ethnic derivation would be deterrent to full participation in the national politiy. Third, we expressed the hope that the post-war world would permit the repatriation and normalization of the lives of Europe’s Jews in the countries in which before Hitler they had held citizenship”.[10]

Para el sionismo, el individualismo de la concepción liberal de la ciudadanía, o el marxismo que identificaba las solidaridades del individuo en función de su posición en las relaciones de producción, rompían el tribalismo identitario por lo que se convertían en unos de los principales enemigos del nacionalismo. Así, el sionismo convirtió en enemigo acérrimo cualquier esfuerzo de emancipación de los ciudadanos judíos en el seno de sus países de origen[11].

“(…) La vraie mesure de notre situation politique doit être prise compte tenu du rapport des forces dans le pays même, et compte tenu de notre nombre ici par rapport à celui de la population juive ailleurs. De ce rapport nous ne pouvons tirer qu’une conclusion : nous sommes à la veille d’un désastre, à la veille de la faillite du mouvement sioniste. Notre avenir ici court à la débâcle (...) Le problème à résoudre en premier est celui posé par le peu d’enthousiasme des juifs à faire leur alya.”[12]

Ben Gurion manifestaba su preocupación por el futuro del sionismo en 1922, y veía el peligro no en la resistencia árabe sino en la poca implantación de la ideología nacionalista judía en el seno de la sociedad judía y en el poco entusiasmo por emigrar a Palestina (aliya). Poco más tarde, el recrudecimiento del antisemitismo en Europa a mediados de los años 1920 y 1930, y la Quota Act en Estados Unidos que limitaba la inmigración, vendrían en auxilio del sionismo e impulsarían la emigración hacia Palestina permitiendo la consolidación del proyecto nacionalista y de la colonización judía.

A diferencia de los otros nacionalismos, el sionismo no tuvo que enfrentarse a los enemigos liberales y marxistas en su propia casa,  ya que los emigrantes judíos a Palestina y los ciudadanos del futuro Israel creían en esta ideología de forma abrumadoramente mayoritaria. Si emigraban a Palestina era precisamente por su sionismo militante, y los que nacen ya en la tierra conquistada son socializados desde la infancia en esta ideología nacionalista. Es más, el sionismo triunfó allí donde los otros nacionalismos étnicos habían fracasado: la creación del nuevo hombre en el marco colectivo de la Nación. Como recuerda Zeev Sternhell, el individuo sionista sufrió una transformación completa, emigrando a una tierra lejana, adoptando una nueva lengua, en muchas ocasiones cambiando de oficio, incluso de nombre, y siempre cambiando el modo de vida, y todo por el bien del proyecto nacional[13].

El sionismo aceptó e invirtió los valores de la tesis racista de la alteridad esencial de la condición judía y de la incompatibilidad entre las naciones. Para el sionismo, la existencia judía en una sociedad no judía es un problema y la solución es la misma que defienden los antisemitas: la construcción de una sociedad judía separada de la sociedad gentil. Desde esta perspectiva son más comprensibles los contactos de los sionistas con poderes antisemitas[14].

El nacionalismo como ideología tenía también la función de justificar la reclamación del territorio donde construir el Estado. El esfuerzo sionista para ligar la colonización de Palestina al nacionalismo era la base para defender una teórica superioridad moral en la reclamación del territorio. El nacionalismo permitía esconder la “desposesión” de la población que habitaba Palestina. Si se mantenía el debate en el plano ideológico nacionalista, evitando los derechos de las personas, era más fácil presionar a los gobiernos de las potencias, a la Sociedad de Naciones y, posteriormente, a Naciones Unidas para poder avanzar en el proceso de colonización sionista de Palestina.

Por un lado, los derechos humanos de los palestinos tenían que supeditarse a los derechos políticos nacionales del sionismo. Por el otro, los derechos humanos de los judíos europeos se convirtieron en un argumento esencial para justificar el proyecto nacional sionista, sin tener en cuenta que Palestina e Israel nunca fueron el principal refugio para los judíos perseguidos por el antisemitismo. Así, vemos como los derechos humanos tanto de los palestinos como de los judíos se sacrificaron al objetivo de la construcción del Judenstaat, el Estado de los judíos.

El sionismo fue también hijo de su época por los lazos directos con el imperialismo y la expansión colonial de Europa[15]. La unión del nacionalismo judío y el colonialismo permitió pensar en la construcción de un Estado en territorio ajeno[16]. Los lazos entre el sionismo y el colonialismo ya se pueden ver en los primeros textos sionistas, como Roma y Jerusalén, de Moisés Hess publicado en 1862, en el cual ya plantó el embrión del sionismo moderno al proponer la creación de colonias agrarias y la compra de suelo, junto con la formación militar para hacer frente a los beduinos. El mismo Herzl era un ferviente admirador del colonialismo europeo y los personajes que hicieron fortuna con la explotación de las colonias, como Cecil-Rhodes, y no tuvo ningún reparo en escribir que “We should there form a portion of a rampart of Europe against Asia, an outpost of civilization as opposed to barbarism.”[17]. La colonización de Palestina se expresa abiertamente como el objetivo del sionismo en el programa establecido por el Primer Congreso Sionista en Basilea en 1897:

THE BASLE DECLARATION

This official statement of the purpose of the World Zionists was adopted by the First Zionist Congress in Basle in August 1897.

The aim of Zionism is to create for the Jewish people a home in Palestine secured by public law.

The Congress contemplates the following means to the attainment of this end:

1. The promotion, on suitable lines, of the colonization of Palestine by Jewish agriculture and industrial workers.

Sin embargo, incluso a finales del siglo XIX y principios del XX, para que el colonialismo fuera aceptable antes se tenía que minimizar a la población que lo padecería. En el caso de la colonización de Palestina, la estrategia que adoptaron los sionistas se basó en dos mitos esenciales: la tierra yerma y la sociedad primitiva.

El mito del desierto que el sionismo hizo florecer nos presenta una Palestina despoblada y subdesarrollada con todos sus recursos por explotar[18]. Como veíamos ya en Moisés Hess, su referencia a los beduinos casi como la única población de Palestina empezó a fundar los dos mitos que perdurarían hasta la actual sociedad israelí. La presentación de una tierra habitada sólo por nómadas introducía ya la idea de tierra deshabitada y de primitivismo, negando la realidad de una sociedad en la cual convivían una mayoría sedentaria y una minoría nómada, y organizada sobre unas bases funcionales y dinámicas.

La política seguida por el movimiento sionista ante la población palestina fue ignorarla, avanzando en la colonización con el mismo espíritu que había hecho posible otras colonizaciones en el mundo. En los pocos casos en que los sionistas trataron la cuestión de la población autóctona lo hicieron siguiendo el eterno argumento colonial: los europeos, judíos en este caso, son portadores de la modernidad y de la civilización a unos nativos primitivos que no constituyen una sociedad con derechos políticos.

En una primera etapa, la insistencia sionista en que no había un nacionalismo árabe anterior al sionismo intentó justificar la colonización en la idea de que sin una ideología nacionalista y sin un Estado propio una población no está organizada social y políticamente y, por tanto, no puede tener derechos sobre el territorio. Sorprende que, aún hoy en día, un historiador que forma parte de la “nueva historiografía israelí”, crítica con la historia oficial y que pone de manifiesto la política colonial del sionismo, continúa apoyando este tipo de argumento cuando escribe que “in defense of Herzl it should be pointed out that at the end of the nineteenth century Palestine was a province of the Ottoman Empire, and an Arab nacional movement was only beginning to develop there”[19].

Es más, se consideraba que el territorio con una población no organizada en un Estado era un espacio vacío y abierto a la colonización. Esta línea de pensamiento justificaba el colonialismo al tratar a la población indígena como seres pre-sociales y pre-políticos, y, como consecuencia, pre-humanos, abriendo las puertas a las teorías y percepciones racistas sobre los “incivilizados”. Incluso, yendo más allá, permitía ignorar a la población indígena, no verla, y así encontramos el tema recurrente de la tierra vacía y yerma en la literatura colonial. En América, en África, en Oceanía y en Asia se repite la imagen de los grandes espacios salvajes, inexplorados e inexplotados que están esperando a los colonos para convertirse en fuentes de riqueza y de modernidad, escondiendo totalmente que ya había una población que vivía en estos espacios y de sus recursos.

En el caso de Palestina y el mundo árabe, el colonialismo ignoró las tensiones sociales y políticas que embargaban a estas sociedades. Tensiones que conectaban con la organización social sobre los lazos de assabiyah ya descrita por Ibn Jaldún, o que enfrentaban los modelos ideológicos basados en la Umma (comunidad de creyentes en el Islam) con los basados en la Uatan (nación), a la identidad musulmana que legitimaba al califato y al Imperio otomano con la identidad nacional que sobre la base del arabismo intentaba establecer divisiones de base geográfica en el interior del imperio, y posteriormente ignoraron incluso las mismas tensiones particularistas que habían introducido los colonialistas en Palestina, al no querer reconocer el surgimiento de un nacionalismo palestino que reivindicaba un Estado propio.

En una segunda etapa, se reconoció el nacionalismo árabe pero no a la identidad palestina, con lo que se intentó justificar la expulsión de los palestinos. Políticamente, trasladaba el conflicto por el territorio de Palestina del marco intercomunitario al interestatal, en el cual las contradicciones eran menores:

“I deny the assumption that the aspirations of the Jews and Arabs are not mutually reconcilable (...) the question is not between the Jews of Palestine and the Arabs of Palestine (...) but one should see the Jews as a global unit, and the Arabs as a global unit. And I believe that between the national aspirations of the Jewish nation and the national aspirations of the Arab nation, there are no contradictions, because we are only interested in this land, and the Arabs are interested not only in this land but in the whole territory of the Middle East”[20].

La negación de la existencia de los palestinos como pueblo permitía negar su derecho a la autodeterminación e incluso sus derechos individuales como personas. Un sector del discurso sionista todavía hoy rechaza el derecho al retorno y defiende que los refugiados palestinos expulsados en 1948 y 1967 de sus casas y tierras deben encontrar cobijo en los países árabes, pues forman un todo inseparable.

“[El plan de Benny Elon, entonces ministro de Turismo y líder del partido Moledet] rechaza el establecimiento de un Estado palestino en el corazón del territorio (heartland). La pequeña área situada entre el río Jordán y el mar Mediterráneo está destinada al establecimiento de un Estado judío en el seno del gran espacio árabe, y debe permanecer en su totalidad bajo soberanía israelí. […]. La Autoridad Palestina será desmantelada, la guerra contra el terrorismo se intensificará y todas las armas serán requisadas, los refugiados palestinos serán rehabilitados en varios Estados árabes (incluyendo Jordania) con financiación israelí e internacional, y los residentes árabes de Yesha [Gaza y Cisjordania según la designación israelí], aquellos que no sean refugiados, permanecerán donde están, les será concedida la ciudadanía jordana y disfrutarán de un grado de autonomía en el marco de la soberanía israelí […]”[21].

Como ya hemos visto, este discurso se apoya en la supeditación de los derechos de las personas al derecho del nacionalismo judío a construir un Estado. Posteriormente, cuando no se pudo evitar el reconocimiento de un proyecto nacional palestino, los fundamentos del discurso continuaron siendo los mismos y así Israel rechaza el retorno de los refugiados palestinos a sus casas y sólo admite un retorno parcial al futuro Estado palestino.

Los sionistas e Israel no admiten que los derechos humanos no se pueden separar de las personas y son inalienables, y los sacrifican a la construcción de su proyecto nacional. Esta supeditación de los derechos más básicos de las personas al proyecto nacionalista ya lo encontramos en los albores de la colonización.

 

Inmigración y ocupación laboral en Palestina

A mediados del siglo XIX, los habitantes de Palestina eran poco numerosos, alrededor de 300.000, y poco más de 500.000 en 1914. De ellos, la comunidad judía constituía una minoría poco relevante de unos 10.000 miembros antes de las primeras oleadas coloniales sionistas. Una minoría que se resistía a crecer, pues incluso con la inmigración de judíos del este de Europa, a principios del siglo siguiente la comunidad tan solo había aumentado a 50.000 o 60.000 miembros[22]. La mayoría de los judíos estaban ligados al mundo piadoso de la religión y vivían de la beneficiencia que recibían de la diáspora, hasta el punto que en 1868 sólo el 15 % de ellos tenía una profesión lucrativa. Esta población judía era de procedencias muy distintas, tanto sefardís del norte de Africa y Oriente Medio como askenazís de Europa, y hablaba lenguas también diferentes, como el yiddish, el árabe, el ladino, el alemán, el francés, el inglés, el persa o el georgiano.

El Imperio Otomano, el “enfermo” de la época, estaba sometido a las presiones de las potencias europeas para introducirse en Oriente Medio, y los distritos palestinos no eran una excepción. En muchas ocasiones, las potencias aprovechaban la protección de los lugares sagrados y de las minorías religiosas para imponer su presencia e introducir un incipiente control colonial. Las organizaciones religiosas, entre ellas las judías británicas, alemanas y francesas, también participaron en la expansión de las respectivas metrópolis en la región. Así, los inicios de la penetración colonial europea estuvieron ligados a las iglesias cristianas que compraban tierras de gran valor y explotaban el trabajo de los fellahin, a los colonos alemanes de la secta de los Templarios que introdujeron técnicas agrícolas modernas y también recurrieron al trabajo de los campesinos palestinos, y a la inmigración sionista, que se inició en 1878 con la creación de Petakh-Tikva, la primera colonia.

El crecimiento de la inmigración sionista en Palestina fue un producto directo del Mandato y del control colonial británico. Según el artículo sexto del Mandato,

Article 6: The Administration of Palestine, while ensuring that the rights and position of other sections of the population are not prejudiced, shall facilitate Jewish immigration under suitable conditions and shall encourage, in cooperation with the Jewish agency referred to in Article 4, close settlement by Jews on the land, including State lands and waste lands not required for public purposes.[23]

La colaboración entre las autoridades británicas y las organizaciones sionistas facilitó el tránsito de Europa hacia Palestina en unos momentos en que Estados Unidos estaba cerrando sus puertas con la Quota Act. En 1923, la Oficina de Inmigración de la administración mandataria se trasladó de Trieste a Varsovia, precisamente para agilizar los trámites de los colonos judíos[24]. La cooperación entre británicos y sionistas también permitió que las organizaciones sionistas controlaran y cribaran las solicitudes de inmigración de una forma más directa, lo que se había de convertir en un importante recurso de poder en el seno del movimiento sionista mundial y en la sociedad judía palestina.

Las oleadas inmigratorias anteriores al Mandato habían sido importantes, pero sin llegar a las cifras de los años 1920 y 1930. La primera aliya, entre 1882 y 1903, supuso la llegada de unos 35.000 inmigrantes, principalmente del este de Europa, aunque muchos de ellos volvieron a emigrar al fracasar algunas de las colonias. Con la segunda aliya, entre 1904 y 1914, entraron cerca de 40.000 rusos en Palestina, trabajadores y pequeño burgueses, muchos de ellos influidos por las corrientes de pensamiento de la izquierda. Y con la tercera, entre 1919 y 1923, llegaron 40.000 más, también del este europeo, mayoritariamente trabajadores que tenían que competir en el mercado laboral. La cuarta y la quinta aliya ya fueron más numerosas. La cuarta, entre 1924 y 1929, atrajo a más de 80.000 polacos y húngaros, muchos de ellos de clase media. Y la quinta, entre 1929 y 1939 fue mayoritariamente alemana, con más de 250.000 inmigrantes, también muchos de ellos empresarios y profesionales.

La población judía se multiplicó por 10 entre 1919 y 1947 principalmente por la inmigración, lo que supone un crecimiento muy superior a la población árabe que vio como en poco tiempo los judíos pasaban del 10 al 30 por ciento de los habitantes de Palestina.

Otro cambio importante en la misma época fue la penetración de la economía capitalista europea en el imperio otomano, provocando un resquebrajamiento de las bases feudales de las relaciones de producción y de propiedad del suelo[25]. Los ámbitos que sintieron primero y más duramente esta transformación fueron la propiedad y el trabajo agrarios. Siguiendo un mecanismo muy similar a otras regiones mediterráneas, durante el siglo XIX y principios del XX, bajo los otomanos y los británicos, se impuso un proceso de impulso de la agricultura capitalista, de desmembración de las tierras comunales y de concentración de la propiedad, al tiempo que se sometía al campesinado a una explotación cada vez más dura.

La llegada de las oleadas inmigratorias sionistas, y su política de compra de suelo para establecer las colonias, se sumó a las dinámicas de concentración de la propiedad y de pérdida del campesinado, aumentando la percepción de amenaza de la población palestina hacia los sionistas europeos. Los precios del suelo crecieron un 5.000 % entre 1910 y 1944 en Palestina[26]. Los grandes propietarios, los efendis y los funcionarios corruptos no dudaban en vender y conseguir grandes beneficios, despreocupándose de la suerte de los fellahin. Y, éstos, por su parte, no podían competir en un mercado absolutamente inflacionista y se veían marginados a tierras de menor valor o desplazados del mundo rural, con lo que se fue creando un importante grupo de campesinos sin tierra.

Los campesinos expulsados de la tierra por la colonización sionista se sumaron a aquellos que perdían las tierras a causa de las deudas, los impuestos y la parcelación provocados por las políticas otomanas y británicas y por la introducción de las relaciones capitalistas de producción en la economía palestina. Unos y otros pasaron a formar parte de una capa social de descontentos que malvivían en los suburbios de las ciudades, o vendiendo su fuerza de trabajo como jornaleros y aparceros, con una percepción muy dura de pérdida tanto en la posición social como en la renta.

“A report on this point was received from the Director of Agriculture in respect of the Haifa district for the past year [1929]. From this it appears that in the Magistrates' Court at Haifa alone and for the Sub-district of Haifa, with a population estimated at 67,800, there were heard 8,701 proceedings for debt, issued 4,872 orders for execution and filed 2,756 applications for imprisonment for debt. Assuming that the average family consists of 5 persons, the total number of families in the Sub-district was 13,560. The execution proceedings taken were thus in number equal to 64.2 per cent, of the number of families of the Sub-district.”[27]

Muchos de los campesinos se veían pues obligados a buscar trabajo en las ciudades, pero a medida que avanzó el proyecto sionista también esta puerta se cerró. La defensa sionista del trabajo sólo judío dejaba al fellah indefenso ante el futuro:

“[he] seeks employment but can not find it; he has no work because the Jews took over all the work; the fellaheen are driven from the land because the Zionists bought it from the rich landlords. The fellaheen are drawn to the towns to seek jobs which they do not get. They- have nothing to do eventually but become gangsters.”[28]

Los trabajadores árabes estaban en el proceso de transición del trabajo campesino al trabajo asalariado y al proletariado urbano en suburbios de chabolas[29]. Se encontraban en un momento de máxima vulnerabilidad, igual que había ocurrido en Europa en los inicios de la industrialización y del surgimiento del capitalismo. Sin embargo, los palestinos se tuvieron que enfrentar no sólo a sus explotadores, sino también a la inmigración sionista que venía de los países del este europeo, con una importante tradición organizativa y de defensa de sus derechos. Si la solidaridad de clase hubiera tenido peso en el socialsionismo[30], la unión de los inmigrantes y de los trabajadores autóctonos les habría dado una fuerza importante ante el capital. Sin embargo, ocurrió lo contrario, pues la colonización sionista y su proyecto nacionalista y de separación racial se convirtieron en un factor añadido de debilidad para los palestinos.

Un asesor del gobierno británico afirmaría:

“Arab workers have been open to exploitation in all directions, and, in particular, have been helpless in the face of the organized power of the Histradrut [Confederación sindical sionista]. This has been especially marked in the northern parts of Palestine (...)”.[31]

En los años 1920 y 1930, la presión de la inmigración sionista se convirtió en el elemento más visible de esta dinámica, y condujo a muchos de los afectados hacia una respuesta política nacionalista, de oposición a la colonización sionista y de rechazo al proyecto político nacionalista judío en Palestina.

A pesar de las protestas árabes, y de las declaraciones de los gobiernos británicos tras ellas, la inmigración sionista sólo se veía limitada por la capacidad de absorción de Palestina, lo que significa que el único freno eran los recursos económicos:

“The need for further restriction of immigration, which in three years, 1924-1926, brought a new population of more than 50,000 persons to the country, was nevertheless evident. It was clear that Palestine could not in a short time absorb so large a number of immigrants, and that existing sources of supply were inadequate to meet the economic demands of this population. The large immigration caused a general rise in values, particularly those of immovable property, which was promoted by intensive urban settlement of immigrants and the limited area of available building land. (...) Zionist funds had to be diverted from investments in productive capital works in order to provide for the welfare and social services demanded by a Jewish population which increased from 70,000 in 1920 to 140,000 in 1927.”[32]

“35. Labour.--Continued improvement of economic conditions has resulted in the creation of openings for employment in industry, in the building trade and in agriculture. These absorbed most of those persons who were unemployed at the end of 1928. The tide of emigration turned and the demand for labour, notwithstanding the set-back of the disturbances, was greater than the supply. Government authorised the entry of 2,300 Jewish working men and women for whom the Jewish Agency guaranteed employment mostly in connexion with the planting of orange groves. In 1928, Jewish immigration and emigration balanced one another; in 1929 the immigrants exceeded the emigrants by 3,503.”[33]

Las crisis económicas repercutían en la población judía, pero sobre todo en la palestina, menos cualificada, sin redes de socorro social y sin capital público que pudiera actuar como inversor en momentos de crisis.

Esta tensión económica y social en el marco del conflicto político se vio acentuada por la crisis de la segunda mitad de los años treinta. Palestina recibió el impacto del mal momento económico internacional, además de una importante sequía, lo que creó graves problemas de falta de empleo. En este contexto y cuando uno de los pocos focos de inversión era el capital que llegaba a través de las organizaciones sionistas, éstas cerraron totalmente las puertas al trabajo no hebreo. Los palestinos veían así como los inmigrantes prosperaban y podían trabajar en las tierras de las que ellos habían sido expulsados, y como la comunidad sionista crecía demográfica y económicamente en unos momentos de penuria para el resto de la población de Palestina. Y los sionistas tenían el apoyo de la potencia imperial para su proyecto nacionalista. El agravio económico y social formaba parte indisoluble del agravio político.

 

La imposición del trabajo judío

Las primeras colonias sionistas, a finales del XIX y principios del XX, se basaban en la explotación del trabajo palestino y eran totalmente dependientes de las ayudas que llegaban de Europa, principalmente de Edmond de Rothschild, hasta el punto que en su mayoría terminaron en manos del potentado en una relación de capitalismo colonial. Aún así, estos primeros asentamientos de colonos fueron la simiente de la futura colonización sionista de Palestina. Las explotaciones las trabajaban palestinos que, en buena parte, habían perdido las tierras a manos de los colonos y de los capitalistas judíos. En otras ocasiones, los capitalistas judíos no dudaban en explotar también el trabajo de los inmigrantes judíos europeos con menos recursos. La segunda aliya empezó a cambiar esta situación. Muchos de los recién llegados a principios del siglo XX eran jóvenes influidos por el populismo de Tolstoi, pequeño burgueses con estudios, aunque con pocas perspectivas de futuro en sus lugares de origen. Esta aliya y la siguiente fueron las que impusieron el principio del trabajo judío.

A pesar del impacto que tenían las compras de tierra en la población campesina palestina, los nuevos inmigrantes sionistas se dirigieron fundamentalmente a las ciudades. Las experiencias colectivistas campesinas como los kibbutz eran minoritarias pues la mayoría de los colonos eran urbanos, y las ideas socializantes se plasmaron en la afiliación a los sindicatos, sobre todo a la Histadrut[34]. Estos trabajadores inmigrantes tenían que competir con los palestinos que se estaban viendo obligados a abandonar el campo, haciendo aumentar enormemente unos y otros la oferta de mano de obra.

Está claro que la competencia por el trabajo influyó en la imposición del trabajo judío. Las ideas progresistas de igualdad y de defensa de los derechos de los trabajadores, en definitiva de lucha de clases, pronto perdieron fuerza ante la salida más fácil de la separación étnica y de la protección del trabajador judío en un marco de lucha nacionalista.

“Relations of P.I.C.A. Colonists with Arabs.—The relations of the old P.I.C.A. colonists with their Arab neighbours and with their Arab workmen were excellent—a mutual advantage to both communities. Had the P.I.C.A. policy of friendship and conciliation with the Arab been permitted to continue, there is no doubt that in the neighbourhood of their colonies none of that bitterness which is now so prevalent need have arisen”.[35]

Parece evidente que las relaciones entre los colonos de la Palestine Jewish Colonization Association (PICA) y los palestinos que trabajaban para ellos no podían ser tan excelentes como anuncia Sir John Hope Simpson, pero desde la mentalidad de un aristócrata británico en los años 1930 la relación de explotación entre capitalistas y campesinos era normal. También para los fellahin, pues no había mucha diferencia entre las condiciones impuestas por un efendi o por los colonos judíos. En uno y otro caso las relaciones se movían en el marco de la lucha de clases, en la cual los capitalistas de la época tenían una posición de poder que les permitía percibir las relaciones como “excelentes”. Lo extraordinario, tanto para la mentalidad colonial europea como para la población colonizada, era la expulsión del campesino y su sustitución por inmigrantes judíos, la sustitución de una clase proletaria por un colono también proletario.

Incluso con anterioridad al Mandato ya se empezaron a establecer algunos de los mecanismos de protección del trabajo judío y expulsión de la mano de obra palestina de las empresas y colonias judías. Ya en 1901, con la creación del Fondo Nacional Judío que se encargaba de la compra de terrenos que se cedían a los colonos sionistas, se estableció la etnización de los recursos adquiridos y la obligatoriedad del trabajo judío en estas explotaciones, y más tarde la Agencia Judía seguiría la misma política:

“The Constitution of the Jewish Agency: Land Holding and Employment Clauses.—The Constitution of the Jewish Agency for Palestine was signed at Zurich on 14th August, 1920. Article 3:

(d) Land is to be acquired as Jewish property and subject to the provisions of Article 10 of this Agreement, the title to the lands acquired is to be taken in the name of the Jewish National Fund, to the end that the same shall be held as the inalienable property of the Jewish people.

(e) The Agency shall promote agricultural colonisation based on Jewish labour, and in all works or undertakings carried out or furthered by the Agency, it shall be deemed to be a matter of principle that Jewish labour shall be employed.” [36]

“Keren-Kayemeth draft lease: Employment of Jewish labour only. —I have been favoured with copies of the draft of the lease which it is proposed to execute in respect of all holdings granted by the Keren-Kayemeth (Jewish National Fund). The following is Article 23 of this lease :

"The lessee undertakes to execute all works connected with the cultivation of the holding only with Jewish labour. Failure to comply with this duty by the employment of non-Jewish labour shall render the lessee liable to the payment of a compensation of ten Palestinian pounds for each default. The fact of the employment of non-Jewish labour shall constitute adequate proof as to the damages and the amount thereof, and the right of the Fund to be paid the compensation referred to, and it shall not be necessary to serve on the lessee any notarial or other notice. Where the lessee has contravened the provisions of this Article three times the Fund may apply the right of restitution of the holding, without paying any compensation whatever."

The lease also provides that the holding shall never be held by any but a Jew. If the holder, being a Jew, dies, leaving as his heir a non-Jew, the Fund shall obtain the right of restitution. Prior to the enforcement of the right of restitution, the Fund must give the heir three months' notice, within which period the heir shall transfer his rights to a Jew, otherwise the Fund may enforce the right of restitution and the heir may not oppose such enforcement.

(...) In the similar agreement for the Emek colonies there is a provision as follows : — " Article 11.—The settler undertakes to work the said holding personally, or with the aid of his family, and not to hire any outside labour except Jewish labourers".” [37]

¿Qué impacto tendría este mismo contrato si en vez de judío utilizáramos la palabra blanco o ario? La población judía europea estaba sufriendo las políticas de discriminación impuestas por el antisemitismo, y al mismo tiempo las organizaciones sionistas reproducían en Palestina algunos de los modelos de los que huían. La contradicción no es tal si no analizamos el comportamiento desde la perspectiva de los valores sino del proyecto político que se quería imponer en Palestina. El nacionalismo judío, al beber de la misma esencia filosófica que el nacionalismo que había hecho posible el antisemitismo, necesitaba los mismos instrumentos para conquistar el poder y hacer realidad el sueño del Estado étnico. El sionismo y la colonización de Palestina sólo eran posibles si utilizaban las mismas políticas discriminatorias que los nacionalistas étnicos europeos habían usado contra los judíos en Europa central y oriental. A pesar de ello, el sionismo ya entonces utilizaba el argumento del antisemitismo para acallar las críticas. Como en la actualidad, el sufrimiento de los judíos europeos se convertía en un argumento para justificar la agresión a los palestinos:

“Only an anti-semite will see in our struggle for the [exclusive] right to work our settlement as harmful to the Arab worker”.[38]

En otros casos, los fondos sionistas se utilizaban para compensar a los empresarios por la diferencia salarial entre la mano de obra palestina y la judía[39] y por las mejores condiciones de trabajo de los colonos. Por ejemplo, los créditos, subsidios e inversiones estaban ligados al principio del trabajo judío, con lo que incluso el sector privado tenía que acatarlo si quería acceder a los fondos públicos[40].

“Keren-Hayesod Agreements: Employment of labour.—In the agreement for the repayment of advances made by the Keren-Hayesod (Palestine Foundation Fund) to settlers in the colonies in the Maritime Plain the following provisions are included :—

Article 7.—The settler hereby undertakes that he will during the continuance of any of the said advances, reside upon the said agricultural holding and do all his farm work by himself or with the aid of his family, and that, if and whenever he may be obliged to hire help, he will hire Jewish workmen only”.[41]

Sería la tercera aliya la que, enfrentada a la competencia de la mano de obra árabe, defendería con más ahínco el principio de la separación y del trabajo judío. Las principales instituciones que dieron origen al Estado de Israel tienen sus raíces en esta época y no se comprenden sin resaltar esta voluntad de apartheid del sionismo. A medida que aumentó la inmigración y las instituciones sionistas fueron ganando presencia en la comunidad judía de Palestina (Yishuv), la imposición del trabajo judío se hizo más evidente.

La principal organización que defendía el boicot a los trabajadores palestinos fue la Histadrut, el sindicato socialsionista que era casi un Estado dentro del Mandato. La Confederación General de los Trabajadores judíos en Palestina (Histadrut) fue fundada en 1920 por los dirigentes socialsionistas y pronto se convirtió en la principal institución del sionismo en Palestina. El sindicato, al igual que los partidos de izquierda sionistas, era ante todo nacionalista y no defendía intereses de clase sino primero del proyecto sionista y después de grupo en el interior de la sociedad judía, y siempre en competencia con los palestinos.

“In any attempt to devise adequate Government machinery for the control of immigration, account must be taken of the important part at present played in connection with Jewish immigration by the General Federation of Jewish Labour [Histadrut]. The influence of the General Federation is far-reaching and its activities are manifold. It constitutes an important factor within the World Zionist movement, and at the last Zionist Congress more than a quarter of the total number of delegates represented such Zionist circles, both in Palestine and abroad, as are identified with the Federation. The influence which the Federation is able to exert upon immigrants is shown by the fact that its members are not permitted to have recourse to the Courts of the country in cases of dispute with another member. It has its own Courts of First and Second Instance and its Labour High Court, to which appeals from the subordinate Tribunals lie. The Federation has adopted a policy which implies the introduction in Palestine of a new social order based on communal settlements and the principle of "self labour" (i.e., that each man should work for himself and avoid the employment of hired labourers). Where self-labour is impossible it insists on the employment of Jewish labour exclusively by all Jewish employers.”[42]

Las elites socialsionistas pudieron progresar y conseguir ventajas sociales gracias al control del capital de la diáspora y al acceso colonial a los recursos de Palestina. Su capacidad de acumulación de poder estaba ligada en buena parte a su autoridad sobre las instituciones sionistas y a su crecimiento. Tanto las instituciones, como el capital público y la misma colonización y atracción de inmigrantes dependían del apoyo al proyecto nacionalista. Para conseguir que estos recursos aumentaran era necesaria la aplicación de políticas económicas nacionalistas[43], en vez de la defensa de los derechos de los trabajadores en un contexto de lucha de clases, lo que obligaba a renegar de los principios de solidaridad de clase y del socialismo para defender la solidaridad étnica y nacional.

Para los dirigentes de la izquierda sionista esto era un paso esencial para el dominio del Yishuv judía y del futuro Estado. Por ejemplo controlando el reparto del trabajo entre la población judía, para lo que contaban con la colaboración británica. Incluso en la obra pública, allí donde los trabajadores judíos y palestinos estaban mezclados, la prioridad de la Histadrut era la defensa del trabajo judío:

“11. Work on the construction of the Haifa-Acre and Jaffa-Haifa roads was assigned in part to Jews at rates higher than those which were paid to Arabs for the same labour; and most of the work at the Kadoorie Agricultural School at Mt. Tabor is in Jewish hands. Representatives of the Executive of the Jewish Agency and of the General Federation of Jewish Labour were recognized by Government for the special purpose of recruitment of Jewish labour as required by Departments.”[44]

La Histadrut controlaba la sociedad judía en todos los ámbitos, desde la economía hasta la educación y la seguridad, y su influencia se extendía incluso a Europa con el adoctrinamiento de los futuros emigrantes a Palestina antes de su partida.

 “11. The Jewish Agency maintains Palestine offices in all important centres of Jewish immigration to supervise the selection of immigrants under the Labour Schedule and to assist immigrants of other categories, and hostels at Tel-Aviv and Haifa, where immigrants are provided with temporary accommodation pending their transfer to places of employment. In co-operation with the General Federation of Jewish Labour, the Agency regulates the distribution of immigrants between centres of employment and supplies them with beds, tools, and medical assistance during the initial period of establishment. This year, tents were provided by the Jewish Agency for about 1,000 immigrant workers, and permanent dwellings and dining halls were erected with the assistance of the Jewish Agency for camps accommodating 500 workers in the plantation colonies.”[45]

 Y controlaba también la prioridad judía en la producción y en la distribución, lo que significaba el boicot al trabajo árabe y a los productos árabes. Entre las elites políticas y sindicales sionistas había un consenso general en la necesidad de separar las dos sociedades y proteger la economía judía. Y cuando algún empresario judío, que no era sionista o se basaba en criterios de rentabilidad económica, contrataba a palestinos o compraba y vendía productos árabes, se enfrentaba a la acción de los piquetes sionistas:

“Jewish labour has not refrained from using force to exclude Arab workmen from Jewish enterprises, especially on building in the towns.”[46]

“Already, one branch –building– has been taken over entirely by Jewish labor. Even where mixed labor is still used for other purposes, this is so. It is a fairly recent victory, won not without many a sharp fight. Only six years ago in Rehoboth, which, with some justice, prides itself on a positive approach in this respect, there was a serious incident because a central building was being put up and no a single Jew employed. (...) The owner and two of his friends sent a memorandum to the District Commissiones in the name of 90 residents of the colony, describing the cordial relations that had prevailed for years between them and their Arab laborers, the gainful employment the Arabs always found and so on, until Jewish workers appeared on the scene, who were driving the Arabs away by all manner of violence and vilification, and so forth and so forth, and by so doing were like excite enmity between the Arabs and Jews and endanger the peace fo the country –the Histradruth and its leaders were to blame for it all– and, please, would the District Commissioner take steps against the Jewish workers and their union and safeguard Arab lives and welfare. This calumny got no response even from British officialdom (...).”[47]

A pesar de que Ben Gurion lo presentara como “calumnias”, el boicot y la acción de los piquetes estaban tan extendidos que fueron incluso motivo de la reforma de la ley para evitarlos[48]. Estos cambios se llevaron a cabo tanto por las protestas de los palestinos como de los capitalistas judíos que padecían la acción de los piquetes. Sin embargo, la nueva norma tuvo pocas consecuencias por la poca voluntad para hacerla cumplir, como se desprende de las memorias de Ben Gurion (“This calumny got no response even from British officialdom”), y por coincidir en el tiempo con la Gran Rebelión Árabe de 1936-1939.

La defensa del empleo sólo de trabajadores judíos permitía avanzar en la construcción de la sociedad étnicamente pura, y además eliminaba la competencia en el mercado de trabajo de la mano de obra palestina, que era más barata. Era importante también que los inmigrantes tuvieran un nivel de vida comparable al europeo para poder mantener el impulso de la inmigración y evitar el retorno a Europa o la emigración a Estados Unidos.

La defensa del trabajo judío implicaba imponer un modelo de colonización distinto al clásico. Ya no se trataba de explotar un territorio, sus recursos y su población, sino de apropiarse del territorio y sus recursos para explotarlos directamente los colonos, sustituyendo a la población indígena. Como definieron de una forma muy clara algunos socialistas israelíes, éstas son algunas de las grandes diferencias entre el colonialismo clásico europeo y el proyecto colonial sionista. El primero tenía el objetivo de explotar la mano de obra y los recursos de las sociedades colonizadas, transformando a la población indígena en clase proletaria en el marco de una relación de producción capitalista, mientras que los sionistas tenían el objetivo de desplazar a toda la sociedad árabe-palestina pues necesitaban tanto el territorio como sus recursos para construir un proyecto nacionalista propio, con una sociedad étnicamente homogénea y con sus propias clases sociales.

“Comme toute société colonisatrice, les colons sionistes durent définir une politique déterminée à l’égard de la population indigène. Ici nous arrivons à l’aspect spécifique du sionisme qui le distingue de toutes les autres colonisations de notre époque. Les colons européens d’autres colonies ont cherché à exploiter les richesses du pays (y compris le potentiel de travail des “indigènes”) et ont invariablement transformé la population existante en une classe prolétarienne dans une nouvelle société capitaliste. Mais le sionisme ne désirait pas simplement les ressources de la Palestine (qui de toute façon n’était pas très importantes) mais le pays lui-même qui devait servir à la création d’un nouvel Etat national. Cette nouvelle nation était destinée à avoir ses propres classes sociales y compris une classe ouvrière. Par conséquent, les arabes n’étaient pas destinés à être exploités mais à être remplacés dans leur totalité”.[49]

El choque entre el modelo colonial de plantación con explotación del trabajo indígena, defendido por el capital privado, y el modelo de colonización pura, basada en el trabajo blanco y la sustitución de población, defendido por los socialsionistas, era inevitable:

“Hitherto the plantation colonists have been able to employ Jewish workers for only part of the year. As the demand for workers increased in season, it was of course impossible to find Jewish workers in sufficient numbers; Arab workers were therefore engaged from the nearest village. The consequence has been that in many colonies more Arab than Jewish workers are employed at certain seasons of the year: which is a most undesirable state of affairs.”[50]

Las acciones de los piquetes de la Histadrut también permiten ver el choque entre los intereses del capital privado y los intereses de los inmigrantes. El poder de la Histadrut en la sociedad judía era tal que fue capaz de imponer sus intereses y el modelo de colonización con sustitución de población a los capitalistas. El enfrentamiento entre el modelo colonial de plantación y el modelo de colonización blanca se resolvió a favor del segundo por el poder del movimiento socialsionista en el seno de las instituciones nacionalistas judías[51].

Esto fue posible también por el pacto del capital judío con el movimiento sionista liderado por los socialsionistas. Los sionistas de izquierdas, con las ayudas de la diáspora y con la cooperación de las autoridades mandatarias, garantizaron unos beneficios y unas ventajas más que provechosas para el capital. Y cuando algún empresario no aceptaba los términos del pacto y buscaba mano de obra palestina, entraban en acción los piquetes que impedían el trabajo árabe para capitalistas judíos.

La distribución del capital y del poder político obligaba a una alianza entre la burguesía judía inversora y los socialsionistas. Las elites socialsionistas necesitaban la importación de capital privado para alimentar el proyecto colonial y la construcción del proyecto sionista, pues el capital público (de las instituciones y organizaciones sionistas) era claramente insuficiente. Por otra parte, el capital público y las políticas económicas nacionalistas tenían el objetivo de la creación del Estado más que la búsqueda de beneficios. Esto es normal, pues, al no tener acceso al capital privado, el poder de los dirigentes dependía en primer lugar de la fuerza de las organizaciones e instituciones protoestatales, por lo que la inversión se debía dirigir a este fin, con lo que también era necesaria una inversión privada que se dirigiera a los sectores más rentables.

Ante la capacidad de control político, social, ideológico e incluso económico de las elites socialsionistas sobre la población judía, la mayoría de capitalistas judíos pactaron ventajas recíprocas. La principal era el control de la Histadrut sobre los obreros para que no radicalizaran sus peticiones y, sobre todo, para que no intentaran acceder al control de los medios de producción. En muchos casos, la burguesía ligada al sector privado y la nueva burguesía ligada a las instituciones sionistas no sólo trabaron alianzas sino que se mezclaron, confundiéndose tanto los intereses como las personas[52].

Las elites capitalistas, por su parte, intervinieron poco en la política, y a cambio los socialsionistas suministraban la mano de obra inmigrada, daban respuesta a sus necesidades (sanidad, educación y servicios) y controlaban sus reivindicaciones y su movilización. Además, los dirigentes políticos trataban con los británicos e influían sobre sus inversiones en infraestructuras necesarias para el capital judío y para la colonización sionista. Y, en añadidura, el sector del capital privado más rentable era la construcción, cuya demanda dependía totalmente de la inmigración controlada por las organizaciones socialsionistas.

Así, se creó una sinergia clara entre los intereses del capital privado y de los dirigentes socialsionistas. Aunque la relación era desigual, pues los dirigentes socialsionistas tenían el control sobre las instituciones protoestatales, sobre las organizaciones sionistas y coloniales, sobre la ideología nacionalista, sobre los grupos paramilitares y sobre parte del capital. Así, esta alianza de intereses estaba decantada hacia los dirigentes políticos y su control sobre las instituciones sionistas, hasta el punto de que la fundación del Estado fue la plasmación de este poder extremadamente centralizado en las elites socialsionistas.

Este pacto entre el capital y la Histadrut se basaba en la ideología y los objetivos nacionalistas, lo que también se reflejó en la cooperación entre la derecha y la izquierda sionistas. El nacionalismo, en su abstracción ideológica, permitía presentar la construcción del Estado como un objetivo interclasista, lo que suponía legitimar los intereses de clase de la burguesía y de las elites que se consolidaban en el poder y, al mismo tiempo, anulaba los pocos intentos de la izquierda marxista por hacer oír su voz[53]. Como afirmarían más tarde los israelíes antisionistas del Matzpen[54], la función de los laboristas no era la consecución del socialismo ni la defensa de la clase obrera, sino la organización de los trabajadores judíos para la causa sionista[55].

Este choque de modelos coloniales también estaba detrás de las dos grandes corrientes sionistas, el socialsionismo y el revisionismo. La prioridad para el revisionismo era conseguir la máxima expansión territorial, el máximo control sobre los recursos de la región, y no había problema en explotarlos utilizando la mano de obra indígena según un modelo colonial clásico. El objetivo nacionalista judío se podía conseguir sin expulsar a los palestinos, simplemente negándoles el estatuto de ciudadanos del futuro Estado de Israel. Se podía apreciar fácilmente la influencia de las ideas ligadas al fascismo y al apartheid defendido por algunos colonos blancos en África. No obstante, mientras la mano de obra judía, inmigrada de Europa hasta la creación de Israel o importada del mundo árabe tras la guerra de 1948, fuera suficiente para las necesidades del capital, el revisionismo no tenía inconveniente en colaborar con los socialsionistas y su modelo de colonización blanca con limpieza étnica.

Cuando creció la demanda de mano de obra barata y las exigencias de los trabajadores judíos europeos también aumentaron, el pacto no se modificó y hubo que buscar trabajadores no cualificados y judíos. Éstos se encontraron primero en Yemen, y tras la guerra de 1948 en el resto del mundo árabe con la inmigración sefardí. De esta forma, se pudo mantener el modelo de colonización blanca, con substitución de la población y construcción de un Estado étnicamente puro, y además se respondió a las demandas del capital que solicitaba una mano de obra que sustituyera a la árabe con sólo un aumento muy limitado de los costes. Este proceso creó una división en la sociedad judía israelí, con un sector de judíos europeos (askenazí) cada vez más privilegiado tanto en lo económico como en el control del poder y un sector de judíos árabes (sefardí) que se vio relegado al papel de mano de obra indígena.

Sin embargo, para los socialsionistas el objetivo colonial no era tan fácil de asumir y les obligaba a buscar respuestas a contradicciones sin solución. En el modelo de colonización adoptado por los socialsionistas se podía encontrar la influencia del nacionalismo germano y su esencia étnica. Como no podía ser de otra forma, la necesidad de homogeneizar la población del futuro Estado sionista obligaba a una colonización “blanca”, desplazando a los “aborígenes” no judíos. La Palestine Land Development Company, creada por la Organización Sionista Mundial para la colonización de Palestina, también se inspiró en el modelo de colonización interna desarrollado por el gobierno prusiano para asentar mayorías alemanas y “renacionalizar” regiones que tenían una creciente influencia polaca. El principio de la conquista del trabajo significaba que el sionismo necesitaba el control de todos los puestos de trabajo por parte de judíos o, al menos, los puestos más cualificados y mejor pagados[56].

Los ideales socialistas también sirvieron para justificar la imposición del trabajo judío. El rechazo al trabajo remunerado en los kibbutz, en los cuales no se pagaban salarios y cada uno recibía según sus necesidades, además de una cuestión ideológica, era también un mecanismo de defensa contra la competencia del trabajo de los campesinos palestinos, más preparados y mucho más barato. El principio socializante de no explotar el trabajo ajeno, en los kibbutz y otras colonias cooperativas, se convertía así también en una forma de proteger el trabajo judío e impedir el trabajo palestino.

La exclusión de los no-nacionales de la propiedad de los bienes de capital y de los recursos en el interior del Estado, y su expulsión de los lugares de trabajo se convertían en políticas ineludibles para el proyecto nacionalista de la izquierda.

Esto explica la colaboración de los partidos de la izquierda con organizaciones ligadas al pensamiento fascista, como los revisionistas liderados por Jabotinsky. Las coincidencias nacionalistas eran mucho mayores que las diferencias sobre el modelo de sociedad. La colonización convertía al sionismo en una ideología opresora, que de forma implícita aproximaba el pensamiento del laborismo socialsionista y de la extrema derecha revisionista.

El líder derechista Ze’ev Jabotinsky era plenamente consciente de ello cuando, refiriéndose a la amenaza que suponía el comunismo para el sionismo, escribía que para el proyecto sionista se necesitaban capital y tierra:

“As regards capital: more than 90 percent of the money for construction comes from the pocket of our middle class (...) And the pure essence of Communism declares for class strugle against the middle class. Wherever it conquers, it must destroy the bourgeoisie, confiscating its large fortunes. That means chopping off the only root from which capital for construction in Eretz Israel can be secured”

[Y respecto a la tierra] “(...) the essence of Communism consists in that it agitates and must incite the Eastern nations against European dominance. This dominance in its eyes is ‘imperialistic’ and exploitative. I believe otherwise and think that European dominance makes them civilized (...) One thing is clear: Communism incites and must incite the Eastern nations and this it can do only in the name of national freedom. It tells them and must tell them: your land belongs to you and not to any strangers (...) For our Zionist lungs, Communism is suffocating gas and this is how you must deal with it”.[57]

 

La separación étnica

La defensa del trabajo judío sólo se puede comprender en el marco de la separación racial, incluso física. Por ejemplo, en 1909 se fundó Tel Aviv, la primera ciudad sólo judía que se convertiría en la capital del sionismo en Palestina.

Un mecanismo muy efectivo de separación de las dos comunidades era la política sionista hacia la tierra.  El Fondo Nacional Judío estableció la prohibición de venta de suelo de propiedad judía a no judíos, con lo que los palestinos perdían el acceso a buena parte de un factor de producción determinante en la época. Por otra parte, la inflación en el precio del suelo provocada por las compras sionistas había eliminado casi totalmente los incentivos económicos para la compra de tierra, ya que la rentabilidad era a muy largo plazo y más que dudosa. Por esta razón, la demanda palestina de suelo se veía extremadamente limitada.

Lo que se estaba produciendo, además de eliminar parte de la competencia económica, era un proceso de limpieza étnica territorial, pues de forma literal los palestinos dejaban de tener acceso presente y futuro al suelo comprado por los sionistas:

“The effect of the Zionist colonisation policy on the Arab.— Actually the result of the purchase of land in Palestine by the Jewish National Fund has been that land has been extra-territorialised. It ceases to be land from which the Arab can gain any advantage either now or at any time in the future. Not only can he never hope to lease or to cultivate it, but, by the stringent provisions of the lease of the Jewish National Fund, he is deprived for ever from employment on that land. Nor can anyone help him by purchasing the land and restoring it to common use. The land is in mort-main and inalienable. It is for this reason that Arabs discount the professions of friendship and good will on the part of the Zionists in view of the policy which the Zionist Organisation deliberately adopted.”[58]

Incluso en el suelo urbano había limitaciones a la compra por parte de los no judíos. Así, el proceso de separación de la ciudad judía de Tel Aviv de Jaffa consistió también en normativas, establecidas entre 1909 y 1921, que prohibían la venta de tierra a los árabes[59].

La consigna del trabajo judío no era sólo una forma de eliminar la competición del trabajo palestino, sino que era sobre todo una movilización por la segregación de los árabes. En ocasiones, incluso cuando no había jornaleros judíos que quisieran trabajar en plantaciones judías, los piquetes no dejaban de actuar para evitar que el capital judío contratara jornaleros palestinos. Por ejemplo, en Kfar Saba, algunas de las explotaciones de cítricos los contrataron. La respuesta de la Histadrut fue intentar movilizar a militantes del sindicato para que sustituyeran a estos palestinos y, ante la imposibilidad de encontrar jornaleros judíos, organizaron piquetes. En estos piquetes participaban miembros de la pequeña y mediana burguesía, artistas, maestros, trabajadores de otras ramas, profesionales e incluso turistas sionistas, con lo que se demuestra que el objetivo no era sólo de defensa del trabajo sino sobre todo político y racial[60].

La realidad es que, sobre todo en las plantaciones, la acción de los piquetes no fue efectiva por la falta de trabajadores judíos dispuestos a trabajar como jornaleros y menos por los salarios que cobraban los palestinos. No obstante, sí sirvieron para atraer a sectores sionistas de la pequeña y mediana burguesía hacia la Histadrut y los partidos de  izquierda. La Confederación de trabajadores y los partidos socialsionistas, y sobre todo sus dirigentes, pasaron a ser vistos como la vanguardia nacionalista judía adoptando un perfil "nacional", que iba mucho más allá de la defensa de los trabajadores y que permitió ampliar sus votantes y apoyos a prácticamente toda la sociedad judía. La defensa del trabajo judío y la acción de los piquetes se convirtieron, pues, en un importante instrumento de acumulación de poder en manos de los dirigentes socialsionistas.[61]

La necesidad de violencia y piquetes para imponer la máxima del trabajo judío y de la separación de la población judía son una muestra de que los contactos entre las dos comunidades eran frecuentes, y de que la convivencia cotidiana no era tan difícil como deseaban las elites sionistas. Para imponer la separación étnica los sionistas necesitaron toda la fuerza del adoctrinamiento ideológico e incluso de la coacción. La primera acción violenta para expulsar a obreros palestinos se produjo en 1909, durante la construcción del Instituto Hebreo de Jaffa en la que trabajaban[62]. Esto demuestra que para un sector importante de los judíos de Palestina el contacto con los palestinos y la convivencia no eran cuestiones problemáticas, pues habían contratado a obreros árabes. Hasta el inicio de la Rebelión Árabe, a mediados los años 1930, la política de trabajo judío se tuvo que enfrentar a sectores de la sociedad judía y en algunos sectores estaba lejos de ser un éxito. Por ejemplo, la corporación Nesher Cement Works empleaba a 300 árabes, y la Palestine Potash, de capital británico y judío, a 700[63]. En 1935, un 15 % del trabajo en el sector judío de la economía todavía era palestino (12.000 obreros y jornaleros palestinos por unos 70.000 judíos)[64].

Entre los trabajadores hubo experiencias de cooperación sindical, sobre todo en los sectores, como en los servicios ferroviarios, los servicios postales, el funcionariado, los transportes, etc., en los que la inversión del gobierno era más importante y, por tanto, también la convivencia en el trabajo pues la autoridad mandataria contrataba obreros de las dos comunidades[65]. Por ejemplo, en 1946, al inicio de la crisis después de la bonanza económica provocada por la Segunda Guerra Mundial, trabajadores y sindicatos palestinos y judíos colaboraron en más de una ocasión para luchar contra las políticas británicas[66]. Anteriormente, desde algunos sectores de la izquierda palestina y judía, había habido incluso voluntad de organizar asociaciones sindicales unitarias. La influencia de los inmigrantes marxistas provenientes de la Rusia revolucionaria fue importante, sobre todo en Haifa. También los trabajadores egipcios trajeron consigo su experiencia sindical. Sin embargo, estos intentos de crear sindicatos de clase se enfrentaron siempre a la Histadrut. Como diría el líder local de la Confederación sindical sionista de Haifa durante una huelga conjunta de los trabajadores ferroviarios palestinos y judíos en 1920:

“The railway workers forget that the mission of the Hebrew workers who are part of the movement for settling Palestine, is not to be bothered by mutual assistance to Arab workers, but to assist in the fortification of the Zionist project on the land”.[67]

El poder de la Histradrut y de las organizaciones socialsionistas consiguió que en pocos años la inmensa mayoría de trabajadores judíos estuvieran afiliados al sindicato sionista, anteponiendo el proyecto nacionalista de separación étnica a la convivencia y los intereses de clase. Los únicos que continuaron abogando por la acción conjunta palestino-judía fueron los pocos comunistas que conseguían escapar tanto a la marginación de los sionistas como a la represión británica.

Esta capacidad política  de las organizaciones sionistas para mantener y controlar la separación de la sociedad judía en Palestina, permite explicar las diferencias salariales y de condiciones laborales entre los trabajadores palestinos y judíos.

“(1) Apart from a small number of experts, no Jewish workers are employed in Arab undertakings, and apart from citrus groves (where some Arabs work as seasonal labourers on Jewish farms), very few Arabs are employed in Jewish enterprises. Indeed, government service, the Potash Company and the Oil Refinery are almost the only places where Arabs and Jews meet as coworkers in the same organizations. (2) There are considerable differences between the rates of wages for Arab and Jewish workers in similar occupations, in the size of investment, and in productivity and labour costs which can be explained only by lack of direct competition between the two groups.”[68]

“XVII.--Labour.

1.Q. What measures have been taken to ensure, in accordance with Part XIII of the Treaty of Versailles, the consideration of conventions or recommendations of International Labour Conferences?

2.Q.--Are these conventions or recommendations being carried into effect?

1 and 2. A.--The conventions have not been applied, as they are not suitable to local conditions, but the 48-hour week is general in the post-war industrial undertakings and where immigrants [se entiende que es la inmigración judía europea] are employed; in other employment the hours are much longer.”[69]

La renta media judía doblaba la palestina y, en algunos sectores, los salarios judíos podían triplicar los palestinos. Esto sería inexplicable en términos económicos si tenemos en cuenta que, teóricamente, las dos sociedades constituían una sola economía en Palestina. Sin embargo, está claro que los sionistas y la autoridad mandataria habían construido una serie de fronteras económicas, sociales y políticas que separaban a palestinos y judíos e impermeabilizaban a la sociedad judía en todos aquellos ámbitos en los que necesitara protección para favorecer su desarrollo.

La efectividad de estas barreras se puede apreciar en las diferencias salariales entre los trabajadores judíos empleados en sectores en los que todavía había competencia palestina, y los contratados en sectores ya sin competencia. Los salarios de los primeros eran superiores a los de los palestinos, pero inferiores a los de los segundos, pues en el mercado de trabajo aún influían los salarios bajos pagados a los palestinos[70].

Para conseguir mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores en Palestina, el proletariado judío podía adoptar estrategias de clase, independientemente de la identidad de los trabajadores, o podía establecer alianzas con la patronal judía para proteger a los trabajadores también judíos. La contradicción entre el progresismo e igualitarismo de las ideas de la izquierda y la reacción retrógrada del nacionalismo y del proceso colonial se resolvió con un sistema de apartheid. La separación étnica permitía limitar los valores progresistas a la población judía y, al mismo tiempo, continuar luchando por un Estado para los judíos y colonizando Palestina. Y el control político y social de la izquierda sionista sobre la sociedad judía, junto con el sistema de ayudas facilitado por la entrada de capital a través de las organizaciones sionistas, permitió imponer a la opinión pública judía y a los empresarios el principio del trabajo judío.

La defensa del trabajo judío era principalmente política, para avanzar en el proyecto nacionalista de separación étnica y para consolidar el poder de las elites socialsionistas sobre el Yishuv[71] y después sobre Israel. Las conquistas y la limpieza étnica de 1947 y 1948 dieron una oportunidad todavía mayor para la expulsión de la población palestina y la apropiación de sus bienes.

Una vez creado Israel, conquistado el territorio y asegurada una amplia mayoría de población judía en el nuevo Estado, la limpieza étnica en el trabajo de baja cualificación ya no fue necesaria y se pudo explotar el trabajo palestino en aquellos puestos que no aceptaban ni tan siquiera los inmigrantes judíos sefardíes. Así, a partir de 1948 no hubo inconveniente en explotar la mano de obra palestina que había permanecido en Israel y, a partir de 1967, también la de los Territorios Ocupados[72]. Una vez se habían conseguido los objetivos políticos nacionalistas, se podía modificar el modelo colonial y adoptar otro de explotación de la mano de obra indígena, ya fuera local de los palestinos permanecidos en Israel o importada de los palestinos de los Territorios Ocupados.

 

Notas

[1] WEINSTOCK, 1969, p. 25 (citando a RUPPIN, Arthur,  Soziologie der Juden, I, Berlin, 1930, p. 157).

[2] WEINSTOCK, 1969, p. 146.

[3] PAPPE, 2004, p. 119.

[4] STERNHELL, 1996, p. 4.

[5] Paradójicamente, para ser escuchados tanto por Israel como por la comunidad internacional, los palestinos tuvieron que adoptar una óptica nacionalista-etnicista y proponer un Estado para el pueblo palestino. Se vieron obligados a retomar un vocabulario ideológico del que Occidente, y especialmente Europa, no sólo está intentando alejarse, sino que además, en España, en Yugoslavia y en muchas otras partes continúa comprobando todo el peligro que conlleva.

[6] El término “sionismo” lo propondrá un intelectual vienés, Norman Birnbaum, al referirse a Sion, uno de los nombres bíblicos de Jerusalén.

[7] Citado en LAQUEUR, 1994 [1971], p. 84-85) según cita de HERTZBERG, Arthur, The Zionist Idea, New York, 1959, p. 121.

[8] LAQUEUR, 1994, p. 116.

[9] BERGER, Autumn 1975 – Winter 1976, p. 4.

[10] BERGER, Autumn 1975 – Winter 1976, p. 12.

[11] Esta dimensión tribal del nacionalismo judío explica, por ejemplo, el enfrentamiento de las organizaciones sionistas con el Bund, un movimiento socialista y judío antisionista que defendía intereses de clase por encima de las ideologías políticas identitarias nacionales o religiosas.

[12] BEN GURION, D. “Divrei Tshouva Lamitvakhim Baveïda Hashlishit Shel Ahdout Haavoda” (“Respuesta a los delegados de la 3ª convención del Ahdut Haavoda”), Kontrass, vol. VI, nº 119, 13 de enero 1927, p. 29, citado en STERNHELL, 1996, p.38.

[13] STERNHELL, 1996, p. 53.

[14] Un ejemplo de ello lo encontramos ya a principios de siglo XX en las entrevistas de Herzl con el ministro del interior ruso Plehve. Herzl se reunió con Plehve, el ministro del interior zarista que había organizado los pogromos de 1903, esperando que la idea de sacarse de encima parte de la población judía le llevara a colaborar con el proyecto sionista. Plehve y el Zar se mostraron de acuerdo con Herzl siempre y cuando los sionistas rusos se limitaran a promocionar la emigración. Herzl, para quien el objetivo nacionalista era prioritario, estuvo de acuerdo en disminuir la actividad subversiva en Rusia, pero chocó con las críticas de los sionistas rusos y de los judíos ligados a la izquierda. En 1904, el asesinato de Plehve fue excusa para una nueva oleada de pogromos y la posible colaboración con el movimiento sionista pasó al olvido (LAQUEUR, 1994, pp. 191-193). La idea de coincidencia de los intereses de los racistas y de sus víctimas puede sorprender pero no era una novedad. Poco antes, se habían ligado extrañas alianzas en la política norteamericana entre asociaciones de negros que impulsaban el retorno a África y grupos racistas blancos que eran felices al verlos partir.

[15] Un autor que analiza el carácter colonial del Estado de Israel es el francés Maxime Rodinson, sociólogo y orientalista, quien ayuda también a explicar algunos aspectos de la política exterior israelí, al concluir que "Prendre consciència del caràcter colonial de l'Estat d'Israel és començar-se a explicar per què la pressió dels fets contribueix a projectar Israel en el camp de les potències occidentals i per què una altra orientació demanaria dels elements progressistes d'Israel esforços heroics. És, sobretot, comprendre les reaccions àrabs i les dels pobles del Tercer Món que estan en la mateixa situació" (RODINSON, 1967, p. 82).

[16] El éxito del sionismo estuvo ligado a la adopción de las mismas bases ideológicas que provocaban el antisemitismo, sin querer ver que la organización política sobre una base identitaria y la lucha por el poder para la Nación, conducían inevitablemente al enfrentamiento con “otro”. En Europa los judíos eran uno de los “otros”. En Palestina, el sionismo y el proceso de limpieza étnica convirtieron a los palestinos en los “otros”. Es por esta razón que en Europa se hablaba de la “cuestión judía” y en Palestina de la “cuestión árabe”, cuando en realidad se trata de las cuestiones del antisemitismo y del sionismo.

[17] HERZL, 1946 [1896].

[18] Para un análisis del mito ver "Making the Desert Bloom. A Myth Examined" de Alan George, quien en sus conclusiones dice:

"The major conclusions which thus emerge are:
1. That only about half of Palestine has a true desert climate;
2. That expansion of the cultivated area was already under way before the occurrence of mass Zionist immigration;
3. That by about 1930 all those areas which could be cultivated by the indigenous Arab population were already being farmed by them;
4. That the area within what became Israel actually being farmed by Arabs in 1947 was greater than the physical area which was under cultivation in Israel almost thirty years later;
5. That the impressive expansion of Israel's cultivated area since 1948 has been more apparent than real since it involved mainly the "reclamation" of farmland belonging to the refugees; this is probably as true for the Negev desert as for the rest of Israel”. (GEORGE, 1979, p. 100).

Además, hay que añadir que los aumentos de productividad del suelo que tanto renombre han dado a la agricultura israelí se consiguieron, sí, con una tecnología avanzada, pero, sobre todo, con un agua sobre la que todavía hay una disputa abierta sobre su titularidad (ver: IZQUIERDO, 2002).

[19] SHLAIM, 2001, p. 4.

[20] David Ben Gurion en 1936 (citado en GOLAN, 1994, p. 58).

[21] ELON, 6-8-2003.

[22]  Benny Morris rebaja las cifras de la historiografía tradicional sionista a 60.000 judíos habitando en Palestina en 1914 (MORRIS, 2001, p. 37). Nathan Weinstock  habla de 50.000 (WEINSTOCK, 1969, p. 63). El informe sobre Palestina para la Sociedad de Naciones en 1922 procuraba el siguiente censo: “A census was taken in the month of October. It showed a total population of 757,182, of whom 78 per cent. were Moslems, 11 per cent. Jews and 9·6 per cent. Christians. This was probably the first census ever taken in Palestine on a scientific basis.” (League of Nations (31 December 1922) “REPORT ON PALESTINE ADMINISTRATION, 1922”).

[23] League of Nations (12 August 1922) (C. 529. M. 314. 1922. VI.) Communiqué au Conseil et aux Membres de la Société, Genève, le 12 août 1922. SOCIÉTÉ DES NATIONS. MANDAT POUR LA PALESTINE / LEAGUE OF NATIONS. MANDATE FOR PALESTINE.

[24] League of Nations (31 December 1924) ”REPORT BY HIS BRITANNIC MAJESTY'S GOVERNMENT ON THE PALESTINE ADMINISTRATION. 1923”.

[25] Sobre estas transformaciones ver: WEINSTOCK, 1969,  pp. 66-74; KIMMERLING y MIGDAL, 1994; SWEDENBURG, 2002.

[26] MORRIS, 2001, p. 38.

[27] SIR JOHN HOPE SIMPSON, C.I.E. (30 October 1930) “PALESTINE. Report on Immigration, Land Settlement  and Development. 1930” Presented by the Secretary of State for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty.

[28] Al-jami'ah al-Islamiyyah  (February 16, 1934), citado en STEIN, 1987.

[29] Sobre las organizaciones obreras palestinas y sus condiciones de vida, ver: KHALAF, 1997.

[30] Tendencia del nacionalismo sionista mayoritaria, ligada a los grupos de la izquierda, que centraba sus esfuerzos en la colonización de Palestina y en la separación de la sociedad árabe palestina. Se le oponían los revisionistas, quienes defendían la consecución del Estado sionista como prioridad, antes que la colonización y la limpieza étnica.

[31] R. M. Graves, asesor del Departamento de Trabajo del gobierno británico en Palestina (citado en KHALAF, 1997, p. 103).

[32] League of Nations (31 December 1927) “Report by His Britannic Majesty's Government to the Council of the League of Nations on the Administration of Palestine and Trans-Jordan for the Year 1927”.

[33] League of Nations (31 December 1929), “Report by His Majesty's Government in the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland to the Council of the League of Nations on the Administration of Palestine and Trans-Jordan for the year 1929.”

[34] La Histadrut era mucho más que un sindicato. No sólo controlaba el trabajo asalariado, sino que también suministraba buena parte de los servicios, de la distribución de mercancías, tenía corporaciones e incluso bancos. De hecho, la Histadrut era la institución clave en el aparato casi estatal de los sionistas durante el Mandato, lo que daba a sus dirigentes un poder ingente sobre el Yishuv (comunidad judía en Palestina).

[35] SIR JOHN HOPE SIMPSON, C.I.E. (30 October 1930) “PALESTINE. Report on Immigration, Land Settlement  and Development. 1930” Presented by the Secretary of State for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty.

[36] SIR JOHN HOPE SIMPSON, C.I.E. (30 October 1930) “PALESTINE. Report on Immigration, Land Settlement  and Development. 1930” Presented by the Secretary of State for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty.

[37] SIR JOHN HOPE SIMPSON, C.I.E. (30 October 1930) “PALESTINE. Report on Immigration, Land Settlement  and Development. 1930” Presented by the Secretary of State for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty.

[38] Ben Gurion en 1929, citado en ATRAN, 1989, p. 728.

[39] Según la Survey on Palestine, entre 1931-38, un trabajador palestino cobraba de media 100 mills por 10 horas al día, siete días a la semana, mientras que un judío, por el mismo trabajo, recibía 225 mills por ocho horas al día, cinco días y medio a la semana (Suvey on Palestine, Vol. 1, pp. 551-552, citado por ZU'BI, 1984, p. 101). Según Weinstock, las diferencias eran todavía mayores: en 1936, el salario medio de un campesino palestino era de 7 libras, mientras que el de uno judío era de 34 libras (WEINSTOCK, 1969, p. 164).

[40] METZER, 1978, p. 112.

[41] SIR JOHN HOPE SIMPSON, C.I.E. (30 October 1930) “PALESTINE. Report on Immigration, Land Settlement  and Development. 1930” Presented by the Secretary of State for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty.

[42] “PALESTINE Statement of Policy by His Majesty's Government in the United Kingdom. Presented by the Secretary of State for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty,
October 1930”.

[43] Sobre las políticas económicas nacionalistas en la época del Yishuv, ver: METZER, 1978.

[44] League of Nations (31 December 1931) Report by His Majesty's Government in the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland to the Council of the League of Nations on the Administration of Palestine and Trans-Jordan for the year 1931).

[45] League of Nations (31 December 1932) “Report by His Majesty's Government in the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland to the Council of the League of Nations on the Administration of Palestine and Trans-Jordan for the year 1932”.

[46] League of Nations (31 December 1934) “Report by His Majesty's Government in the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland to the Council of the League of Nations on the Administration of Palestine and Trans-Jordan for the year 1934”.

[47] BEN GURION, 1954, p. 69.

[48] “Lord LUGARD (...) A good deal of feeling seemed to have been caused by the engagement of Arab labour by Jewish employers, which had led to picketing (page 107). Had these disputes been settled? Paragraph 22 on page 107 referred to the amendment of the existing legislation, in order to limit peaceful picketing to disputes where no racial question was involved. But were there any disputes which were not more or less racial?

Mr. MOODY said that the new picketing ordinance had been successfully applied, and he thought he could safely say that it had been possible to distinguish between disputes which were purely industrial and those concerned with the race or religion of the labourers in question. A number of Jews had been imprisoned under the Ordinance, and the situation with regard to picketing had greatly improved.

As to racial disputes, some Jewish settlements held the view that only Jewish labour should be employed, and further disputes of that kind might be expected to occur.” (LEAGUE OF NATIONS PERMANENT MANDATES COMMISSION (June 18th, 1935) MINUTES OF THE THIRTY-FOURTH SESSION.)

[49] The Palestine Problem. Theses Submitted for Discussion to the Israeli Socialist Organization, August 1966 (p. 4), citado por WEINSTOCK, 1969, pp. 81-82.

[50] Dr. Arthur Ruppin (February 27, 1908) “The Picture in 1907. Address to the Jewish Colonization Society of Vienna” <http://www.zionismontheweb.org/Rupin1907.htm>.

[51] Sobre el choque de los dos modelos de colonización en el sionismo ver: SHAFIR, 2002. Shafir centra su explicación en las necesidades de los inmigrantes judíos y su lucha por conseguir un trabajo y condiciones de vida comparables a las europeas. Sin embargo, como veremos, también es importante tener en cuenta que la mayoría de la población inmigrada tenía un objetivo nacionalista y estaba encuadrada en el sionismo y que la lucha por la acumulación de poder de las elites sionistas conducía al modelo de colonización con limpieza étnica si los dirigentes de la izquierda querían asegurarse un lugar bajo el sol del poder.

[52] Nitzan y Bichler hablan incluso de dinastías en la elite israelí. Sobre la red de relaciones que une a la cerrada elite que acumuló el poder en el Yishuv y en Israel, ver: NITZAN y BICHLER, 2002, pp. 108-117.

[53] Berl Katznelson, uno de los principales dirigentes socialsionistas, afirmaría que “Il n’est dans les moyens d’aucune classe d’accomplir seule le travail [la construcción del Estado para el pueblo judío]” (Katznelson, B. Kitvei Berl Katznelson (Escritos de Berl Katznelson), Tel Aviv: Ediciones del Mapaï, 1946, vol. III, p. 142. Citado por STERNHELL, 1996, p. 41).

[54] Pequeño grupo de la izquierda marxista israelí que a pesar de su tamaño tuvo un importante impacto, en los años 1960s y 1970s, porque su discurso anticolonial hacía tambalear los principios fundacionales de Israel.

[55] RAM, 2002, p. 58.

[56] SHAFIR, 2002, p. 88. La similitud con el modelo germano todavía es más evidente en la actualidad, con la política de colonización judía de los Territorios Ocupados a través de la expropiación de suelo, pues al no ser posible la expulsión de la población palestina, el desplazamiento provocado por la limpieza étnica es interno, liberando espacios de población palestina que es sustituída por colonos judíos.

[57] JABOTINSKY, Ze’ev, “Zionism and Communism”, Hadar, February 1941, p. 33 (citado en BRENNER, 1983, p. 71).

[58] SIR JOHN HOPE SIMPSON, C.I.E. (30 October 1930) “PALESTINE. Report on Immigration, Land Settlement  and Development. 1930” Presented by the Secretary of State for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty.

[59] LeVINE, 1998, p.37-38.

[60] Por ejemplo, un comunicado de la Oficina Central de la Federación de Maestros del año 1934, no duda en hablar del "pure Hebrew Labor" y llamaba a los maestros "to undertake widespread propaganda among parents and pupils until the last of the Jews understands (...) the commandment of Hebrew Labor". O, en otro ejemplo, la Association of Hebrew Writers, pedía "clean Hebrew Labor" (citados en GLAZER, 2001, p. 49).

[61] GLAZER, 2001, pp. 43, 45, 48.

[62] SHAPIRA, 1982.

[63] KHALAF, 1997, p. 99.

[64] SUSSMAN, 1973, p. 102.

[65] Sobre los intentos de cooperación sindical ver: LOCKMAN, 1993.

[66] POWER, 1998.

[67] Citado en PAPPE, 2004, p. 112.

[68] UNSCOP Report on the question of Palestine UNITED NATIONS General Assembly (A/364 31 August 1947).

[69] League of Nations (31 December 1924) ”REPORT BY HIS BRITANNIC MAJESTY'S GOVERNMENT ON THE ADMINISTRATION UNDER MANDATE OF PALESTINE AND TRANSJORDAN FOR THE YEAR 1924”.

[70] Ver SUSSMAN, 1973.

[71] Comunidad judía en Palestina anterior a la creación de Israel.

[72] Shafir no dudará en calificar de sistema de castas la división social establecida en Israel a partir de su fundación, con askenazís, sefardíes y palestinos en posiciones claramente diferenciadas en el mercado de trabajo (SHAFIR, 2002, p. 92-93).

 

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© Copyright Ferran Izquierdo Brichs, 2006.
© Copyright Scripta Nova, 2006.

Ficha bibliográfica:
IZQUIERDO, F. Sionismo y separación étnica en Palestina durante el Mandato británico: la defensa del trabajo judío
. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de diciembre de 2006, vol. X, núm. 227 < http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-227.htm > [ISSN: 1138-9788]  

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