LA LÓGICA DE LA PREGUNTA DESDE EL PUNTO DE VISTA  HERMENÉUTICO

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Carlos Alberto Agudelo A.
Licenciado en filosofía y letras
Abogado
Magister en filosofía
Profesor de derecho de la universidad de Caldas, director del departamento de jurídicas de la misma universidad. 

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Este trabajo no tiene ningún carácter ambicioso en lo que tiene que ver con ir mas allá de los textos mismos del autor citado. Tampoco es un informe de lectura, podemos aproximarlo a un ensayo, esto es, a un intento de exposición de las ideas mas revelantes sobre el apartado de “La primacía hermenéutica de la pregunta” en Gadamer. Para esto nos proponemos mostrar la importancia que le da el autor a la pregunta como la esencia misma cuando se trata de abordar el texto (mundo). No hay aquí una preestructura fijada para presentar el ensayo; el texto mismo de Gadamer nos va orientando en el desenvolvimiento de las ideas que aquí queremos exponer entorno a la pregunta. Empecemos de una vez.

 

Todo este apartado esta atravesado por una filosofía fundante que marcó la historia de la filosofía: La filosofía griega. Ella fue y será sin duda insuperable. Esta época fue inmensa en pensamiento y pensadores; todos ellos fundaron una época “trascendental” y todos ellos crearon en sus inicios el arte de la retórica, que según Aristóteles en la Retórica, es correlativa a la dialéctica. Nuestro interés es hacer hincapié en la segunda, es decir, en la dialéctica.

Cuando pensamos en dialéctica inmediatamente pensamos en diálogo y, de esa manera, en Sócrates; sin embargo, la dialéctica tiene su propia historia. La dialéctica tiene su nacimiento cuando el hombre-filósofo empezó a cuestionarse por su entorno, por su propia existencia, por su vida, por su muerte. La dialéctica no fue solamente un diálogo con el otro, fue un dialogo también con el mundo; para ello tuvo vital importancia la pregunta, es decir, el hombre tuvo la necesidad de cuestionar todo cuanto le rodeaba y en la medida que encontraba algunas respuestas, continuaba preguntándose hasta el infinito. Es aquí donde Gadamer es importante cuando retoma esta característica esencial de la filosofía griega y que, hoy por hoy, permanece constante en los filósofos contemporáneos: la pregunta.

Pero fue Sócrates, sobre todo, quien impuso esta especie de método dialéctico a la hora de hacer filosofía. Platón en las obras expone de forma magistral esta clase de filosofía, especialmente, en el Teetetes y el  Menón. Allí Sócrates les muestra a sus interlocutores como ellos no pueden estar completamente convencidos de su propio conocimiento. Sócrates quiere hacerles ver por medio de sus preguntas inquietantes como todavía no hay nada resuelto de forma concluyente; él mismo se muestra como el principal desconocedor de cualquier saber, sin embargo, sus preguntas incitan a buscar respuestas a más preguntas socráticas y, así, sucesivamente.

Gadamer cree que para fundamentar su hermenéutica  sin el apoyo de la pregunta, ella no es posible. Va Gadamer entonces a la tradición griega para rastrear un poco el sentido que tenía ella en la filosofía y de este modo encuadrarla a su forma de hacer hermenéutica filosófica. A partir de aquí nos adentramos directamente con el texto de Gadamer para notar la relevancia que éste hace sobre la dialéctica entendida como el arte de preguntar, o lo que es lo mismo, la lógica de la pregunta y de la respuesta. Miremos.

Ya sabemos que para Gadamer la hermenéutica es interpretación, pero esta está atravesada por la comprensión que, como el mismo dice, no es solo apropiación, sino también proyecto de la comprensión,  al decir de Gadamer: “el que quiere comprender un texto realiza siempre un proyectar”[1]. Pero, ¿Cómo se realiza ese proyectar del sujeto hacia el texto? Gadamer nos va a decir que la pregunta juega aquí un papel importante, porque es esta la que dirige el sentido de ese proyectar. “Es esencial a toda pregunta el que tenga un cierto sentido. Sentido quiere decir, sin embargo, sentido de una orientación”[2]. Proyectar es dar sentido a lo que se interpreta y se comprende; se proyecta en la medida que se comprende el dirigir de la pregunta, pues esta ultima permite la apertura  o el abrir del texto frente al tu que es un nosotros. La verdadera pregunta tiene que permitir u ocasionar la apertura del texto, de lo contrario, no seria una auténtica pregunta y el texto siendo un poco rigurosos, se quedaría sin un tu que lo problematize, que lo cuestione. Seria un texto sin horizonte. Como diría el filósofo:

“Sin embargo, la apertura de la pregunta también tiene sus limites. En ella esta contenida una delimitación implicada por el horizonte de la pregunta. Una pregunta sin horizonte es una pregunta en vacío”[3].

Así que ya se ha “superado” en gran medida la retórica que plasmaba Aristóteles en su texto[4]. Ya no son solo preguntas para mantener un diálogo cerrado entre dos individuos, o entre un individuo y un auditorio como pensaba Perelman[5], sino que la pregunta debe tener ahora sentido de lo abierto. El mismo diálogo se mantiene si la pregunta tiene esta naturaleza; ya no pueden ser solo preguntas mal planteadas, se requiere que exista una verdadera orientación del texto-mundo, a través de una pregunta  bien planteada. De ahí que se diga, recuerda Gadamer, que es más difícil preguntar que responder, pues “la decisión de una pregunta es el camino hacia el saber”[6].

 

Ahora bien, cuales son las reglas del preguntar. Ni el mismo Sócrates creó un manual para el preguntar; la naturaleza de la pregunta es que debe ser abierta en si misma, ella entonces no puede estar regulada por preceptivas de ninguna clase. El diálogo y el comprender van dirigiendo el preguntar y el decir del texto. Por ejemplo, si Sócrates no tuviese respuesta de sus interlocutores, su dialéctica sería vana; asi que es el mismo devenir dialéctico, en términos de Hegel, lo que va imponiendo su propia marcha. Gadamer señala: “no hay método que enseñe a preguntar…todo depende de que se sepa que no se sabe”[7]. El filósofo recuerda la vieja sentencia socrática: “Yo solo sé que nada sé”, para mostrar que el texto no tiene un destinatario específico y que cada quien se hace destinatario en la medida que inicia una conversación con el texto o el tu (nosotros).

Casi estamos obligados a conversar con el texto por medio de la pregunta, pues esta se impone en el diálogo continuo con el otro. La pregunta se sobrepone la una sobre la otra en la medida que la comprensión se va desplegando; de modo que ese fluir de ideas esta constantemente abierto al otro. Hay aquí una gran influencia heideggeriana hacia Gadamer cuando aquel presenta en “Ser y Tiempo” el ser ahí como ser abierto al mundo, no un ser  cerrado, ensimismado, sino proyectado como horizonte. Esta es una posición fuerte frente al positivismo lógico que piensa que la argumentación filosófica debe reducirse solo a definiciones concluyentes o definitivas, esto es, que debemos conocer la respuesta con anticipación. Por el contrario, la tesis de Gadamer muestra como la argumentación como auténtica conversación guiada por la pregunta, no debe ser un camino para imponerse sobre alguien, sino un seguir insinuando preguntas para que el diálogo permanezca vivo. Al decir de Gadamer: “El arte de la dialéctica no es el arte de ganar a todo el mundo en la argumentación. Por el contrario, es perfectamente posible que el que es perito en el arte dialéctico, esto es, en el arte de preguntar y buscar la verdad, aparezca a los ojos de sus auditores  como el menos ducho en argumentar”[8]. Y un poco más abajo nos dice:

“El arte de preguntar es el arte de seguir preguntando, y esto significa que es el arte de pensar. Se llama dialéctica porque es el arte de llevar una  auténtica conversación”[9]. Aquí no se trata de hallar una respuesta cerrada,  a la manera de ver de los positivistas lógicos, donde su lógica bivalente no admite si no dos posibilidades de respuestas, conociendo ya desde la hermenéutica que la verdad ni siquiera tiene un dueño determinado. La verdad navega en el diálogo mediato entre dos hablantes. Ninguno es dueño del diálogo, los dos hacen el diálogo, la comprensión, la interpretación de su mundo. La vieja fórmula proposicional debe eliminarse si con ella queremos abordar el camino del lenguaje hermenéutico, ya que sería imposible. El objetivo de la hermenéutica con la lógica de la pregunta no solo intenta mostrar otros horizontes de comprensión e interpretación de la historia efectual, sino que intenta también, por decirlo en términos muy husserlianos, dilucidar todos los pormenores por los que pasa todo sujeto del lenguaje cuando se enfrenta al mundo de la vida. El hombre, en este orden de ideas, es puro lenguaje y de este modo es proyecto de interpretación en el mundo de la cotidianidad con el otro, o lo que es lo mismo, el hombre es pregunta cuando inicia un diálogo, aunque el mismo ya sea el diálogo, la incógnita, pues el logos  universal que nos presentaba Hegel en su “Fenomenologia del Espíritu” subordina todo el pensamiento universal, entre ellos, los sujetos del lenguaje, nosotros, el mundo, etc. Sin embargo no trato de hegelianizar a Gadamer, solo quiero mostrar la influencia que aquel tuvo  en su intento de mostrar el sentido de la verdad en términos hermenéuticos. En “Verdad y Método” Gadamer nos dice que los hablantes haciendo uso de la dialéctica no deben intentar desesperadamente en encontrar una verdad, pues esta no les pertenece, no es del tu ni del nosotros, media en ese logos universal, “lo que sale en su verdad es el logos, que no es ni mío ni tuyo, y que por eso rebasa tan ampliamente la opinión subjetiva de los compañeros de diálogo que incluso el que lo conduce queda como el que no sabía… lo que caracteriza a la conversación frente a la forma endurecida de las proposiciones que buscan su fijación escrita es precisamente que el lenguaje realiza aquí en preguntas y respuestas, en el dar y tomar, en argumentar en paralelo y en el ponerse de acuerdo, aquella comunicación de sentido cuya elaboración como arte es la tarea de la hermenéutica frente a la tradición literaria”[10]

 

Para ir concluyendo un poco el sentido de la pregunta en el tema que nos ocupa, ofrezcamos una idea más que fija la importancia de este cuestionar como eje hermenéutico, pero desde el punto de vista histórico.

Gadamer nos dice que el comprender histórico no puede quedar reducido al intento hegeliano de un edificio armónico que todo lo contiene claramente. Gadamer cree que este “comprender” deja de lado muchas vicisitudes por los que el hombre camina y  trasega su existir histórico; la consumación de la historia no puede ser sesgada a un espíritu universal visto como experiencia de la conciencia histórica que pretende hacer de ella una ciencia[11]. Este carácter edificante elimina la verdad de la experiencia que es en ultimas las experiencias de los demás con sus gritos y pataleos, donde se experimenta nuevas experiencias en búsqueda de un seguir proyectándose hacia el futuro, claro, sin desconocer la tradición que es el motor de otras experiencias pasadas, pero que son sin embargo andamiaje de las venideras. Aquí se hace  importante la pregunta.

Este movimiento dialéctico de la historia no sería posible si la pregunta incesante y persuasiva como comprensión del texto no hubiese dirigido el horizonte del preguntar[12]. En ese orden de ideas la historia, es la historia de la pregunta; la historia tiene implícito el preguntar y el preguntar es el que le da vida a la historia, pues hacia ella están dirigidos los destinatarios comprometidos para comprender la historia. Si no está la pregunta histórica, no se comprende la historia: “la reconstrucción de la pregunta a la que se supone que responde el texto esta ella misma dentro de un hacer preguntas con el que nosotros mismos intentamos buscar la respuesta a la pregunta que nos plantea la tradición”[13]. Hasta aquí una idea general de lo que creo pretende Gadamer en este apartado.

 

Notas

[1] GADAMER, H. G. Verdad y Método. Traducción de Ana Agud Aparicio Y Rafael de Agapito.Salamanca: Ediciones sígueme,1977, Pag.333

[2] Ibid. Pag.439

[3] Ibid. Pag.441

[4] Ver especialmente la Retórica de Aristóteles, libro primero, capitulo 15 “Sobre los argumentos extrarretóricos”, Aguilar,Pag. 146

[5] Ver Perelman. El imperio Retórico.Traducción de Adolfo León Gómez.Bogotá: Editorial norma, 1997.Especialmente el capituloII.

[6] Ibid. Pag.442

[7] Ibid. Pag.443

[8] Ibid. Pag.444

[9] Ibid..

[10] Ibid  pag. 446

[11] Aunque Hegel en la “Fenomenología del Espíritu” no esta muy de acuerdo con ese carácter edificante de la filosofía. Ver especialmente el prólogo de este texto, parágrafo 7.

[12] Idid pag. 447

[13] Ibid pag 452

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