EL VARÓN EN LAS RELACIONES DE GENERO: REFLEXIONES PARA LA INTERVENCIÓN EN SEXUALIDAD Y REPRODUCCION (1)

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ALEJANDRO MARCELO VILLA (2)

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El presente trabajo tiene dos propósitos. El primero es introducir la articulación entre los campos de estudio de los procesos de salud reproductiva y sexualidad (SRS) y los de género para el abordaje de las problemáticas de las masculinidades; y el segundo es brindar algunos elementos para pensar la inclusión de la presencia de varones en las poblaciones destinatarias de programas de intervención en SRS. 

Para ello comenzamos discutiendo algunos de los principales elementos del contexto social y de los supuestos epistémicos con que comenzó a ser abordado el objeto de estudio varón en SRS y las correspondientes consecuencias empíricas en los programas de intervención. Luego presentamos una perspectiva de análisis de género aplicada al campo de la reproducción y el ejercicio de la sexualidad que viene siendo trabajada en la región latinoamericana. Continuamos luego presentando y discutiendo los hallazgos de dos grandes líneas de investigación social en la región latinoamericana (Brasil y México) que utilizan la categoría género para el estudios de los comportamientos sexuales y reproductivos de mujeres y varones. Como complemento de estos hallazgos, luego discutimos hallazgos de una investigación con varones realizada previamente por nosotros en Buenos Aires, sobre los significados y dilemas que adquiere la reproducción para las subjetividades masculinas. Posteriormente proponemos algunos temas para pensar la inclusión de los varones en la población destinataria de los programas de SRS. Casi finalizando proponemos discutir algunos problemas ético-políticos como consecuencia de la presencia masculina en la relaciones de género. Y finalmente, señalamos algunos grandes problemas teórico-metodológicos a ser considerados para el abordaje de las masculinidades en los procesos reproductivos.

Visibilización de varones: contexto y urgencias sociales
El campo de la reproducción humana fue ampliado en los años `80 con la creación de la noción de salud reproductiva. Al mismo tiempo que ganó terreno en el campo de la salud el reconocimiento social de los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres, se planteó por primera vez la necesidad de interrogarse acerca del modo en que intervienen los comportamientos masculinos en los procesos de salud reproductiva y sexualidad (SRS). Esta necesidad se basaba en el aumento de los riesgos reproductivos y del contagio de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) y del HIV/SIDA entre las mujeres, así como también en la deficiente información masculina sobre la temática; circunstancia observada principalmente en los países en desarrollo y en las diferentes clases sociales (Mundigo, 1993,1994 y 1995).

En los foros internacionales de los últimos años se viene discutiendo la necesidad de estudiar y documentar el rol masculino en la explicación de las desigualdades socioeconómicas y culturales de género en la relación entre varones y mujeres -especialmente en el estudio de la relación entre salud y familia. Por ejemplo, en la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de El Cairo (1994) y en la IV Conferencia de la Mujer de Beijing (1995) se han incluido propuestas para efectivizar una mayor igualdad de oportunidades para varones y mujeres en relación con la reproducción y la vida familiar, teniendo en cuenta las pautas socioculturales de cada país (Mundigo, 1995).

La mayoría de los estudios sobre la presencia de los varones en los procesos de SRS se han dirigido al papel de los comportamientos masculinos en el aumento de la epidemia del HIV/SIDA 3 y, en segundo término, al papel de apoyo u obstáculo que ejercerían los varones en la regulación de la fecundidad de sus parejas ante el aumento de los riesgos reproductivos 4. El primer problema originó estudios relacionados con la medición del uso del condón masculino. El segundo llevó al estudio de las actitudes de los varones con respecto al uso femenino de métodos para regular la fecundidad, así como con respecto al uso de métodos masculinos, principalmente la vasectomía y el condón. Los resultados de estos estudios han señalado de diversos modos la relevancia que posee el rechazo masculino al uso del condón como una causa de riesgo para el aumento de las ETS, en particular el SIDA. Pero muy pocos han profundizado sobre los sentidos y los significados socioculturales que adquiere el ejercicio de la sexualidad para los varones en cada cultura en particular. Además, se ha observado, según declaraciones de informantes mujeres y varones, el grado de acuerdo o desacuerdo masculino con respecto al uso de métodos masculinos y femeninos en las uniones de pareja, pero no se ha discutido en amplitud la importancia social que adquiere el proceso reproductivo para la subjetividad masculina. 

La mayoría de estos estudios se centran en la mujer considerada como agente exclusivo de la reproducción, partiendo explícita o implícitamente del supuesto que el papel de los varones sería un "complemento" que posibilita u obstruye decisiones reproductivas de las mujeres. Se trataría de una obstáculo epistemológico que parte del supuesto, vigente en las concepciones de la modernidad sobre género y familia, según el cual los varones estarían primordialmente ubicados en una esfera de intereses ligados al ejercicio de la sexualidad y a la actividad productiva en la esfera pública, y las mujeres estarían circunscriptas en una esfera de intereses vinculados a la reproducción y cuidado de los hijos en el ámbito doméstico. De ello resultaría que varones y mujeres son estudiados en ámbitos de conocimiento excluyentes entre sí, y que los primeros hayan permanecido invisibles como actores sociales en los procesos reproductivos (Leal & Boff, 1996). En esta línea de argumentación, Figueroa  5 alude a una "des-sexualización" de las mujeres en los análisis demográficos, los que las confinan a ser sujetos que exclusivamente se reproducen. 

Aún cuando el surgimiento de las nociones de salud reproductiva y derechos reproductivos, y la promoción de equidad en las relaciones entre los géneros en el campo de la reproducción humana suponen el ejercicio de derechos humanos y de un creciente grado de autonomía en las personas para intervenir sobre sus propias reproducción y sexualidad, cuando se ha relacionado a los varones con el proceso reproductivo se lo ha hecho vinculándolos prioritariamente con el resultado de este último, es decir, el nivel de fecundidad alcanzado y esperado, o reduciéndolos en dicho proceso al nivel de uso de métodos anticonceptivos masculinos y el grado de acuerdo/desacuerdo con el uso de métodos femeninos para regular la fecundidad, sin problematizar en los sentidos que adquiere para los mismos varones y las mujeres la participación masculina en un proceso reproductivo más amplio (Figueroa & Liendro, 1994).

Problematización de la categoría género
A partir de los años `80 en el campo de los Estudios de Género algunas corrientes del pensamiento feminista han discutido críticamente la identificación entre la categoría género y el objeto de estudio "mujer", así como la ausencia del análisis de las determinaciones de género en los estudios sobre el papel de las mujeres en las políticas de población. Algunas perspectivas proponen definir la categoría género como el resultado de de un conflicto social, enfatizando el concepto de "relaciones de poder" que ejercerían los varones en torno al dominio de la capacidad reproductiva del cuerpo de las mujeres. Según esta perspectiva, son las sociedades las que le otorgan poder a los cuerpos femeninos en las edades reproductivas, y la sexualidad sirve de medio para controlar dicho poder, reglamentando el acceso a dichos cuerpos (De Barbieri, 1991).

Siguiendo esta perspectiva, nosotros establecemos una diferencia conceptual entre género, sexo y sexualidad. Por "género" entendemos una dimensión relacional, caracterizada por las relaciones de poder antes mencionadas. En esta dimensión proponemos articular dos niveles de análisis diferentes (Villa y Belloni, 1996):

* "Roles de género" prescriptos socialmente; los que se actualizan en expectativas relacionales acerca de los compotamientos que esperan mujeres y varones con respecto a sí mismos y al otro género.

* "Identidades psicológicas", construidas por procesos identificatorios en el transcurso de la socialización de las personas. 

Por "sexo" entendemos los complejos componentes biológicos de los cuerpos que comienzan a desarrollarse desde el momento de la concepción fisiológica. Por sexualidad aludimos a diferentes dimensiones: comportamientos sexuales, elección y orientación de objetos sexuales, y la sexualidad como un recurso para simbolizar significados de diferentes relaciones sociales más amplias que los comportamientos sexuales mismos. Partiendo del análisis de datos de informantes mujeres y varones de sectores populares de extrema pobreza, en un escrito previo discutíamos como el relacionamiento sexual funciona como un instrumento social que simboliza y vehiculiza significados de relaciones sociales que trascienden el acto sexual mismo. Las ideas de parentesco ligan sexualidad con concepción fisiológica y reproducción social, dando sentido a la procreación y creando relaciones conyugales y parentales (Villa, 1997b). De este modo la sexualidad puede convertirse en un recurso social privilegiado para simbolizar relaciones duraderas entre mujeres y varones.

Reproducción y construcción relacional de identidades sociales
En los años '90 surgen en la región latinoamericana, particularmente en Brasil y México, algunas perpectivas de estudio en las ciencias humanas y sociales que incorporan en forma sistemática esta problematización de la categoría género para pensar la presencia masculina en el campo de la reproducción humana y la sexualidad. Dichas perspectivas abren la posibilidad de discutir: a) la vinculación de las mujeres y los varones en un mismo proceso reproductivo. Es decir, el estudio de los comportamientos reproductivos masculinos como parte y resultado de un proceso de relacionamiento con las mujeres y en un contexto sociohistórico, en los cuales se producen las decisiones reproductivas y éstas adquieren sentidos y significados para mujeres y varones; b) la indagación de los sentidos y significados que adquiere la reproducción para los varones en el ámbito doméstico y el tipo de motivaciones que los llevaría a regular la fecundidad en dicho ámbito; y c) la exploración de las percepciones subjetivas de los cuerpos, la disponibilidad de información científica sobre la reproducción biológica y las opciones para regular la fecundidad, así como el uso que se hace de dicha información. Muy pocos estudios han problematizado hasta años recientes el tipo y grado de medicalización de la sexualidad y la reproducción, lo que dificulta la discusión sobre la eficacia simbólica que poseen las concepciones y teorías legas sobre salud-enfermedad que guían las prácticas sexuales y reproductivas (Villa & Belloni, 1996; Leal & Fachel , 1995; Gogna et al, 1997).

Dos grandes líneas de investigación social recuperan estas discusiones incorporando los desarrollos teóricos de los estudios de género para explicar los procesos de SRS como el resultado de una construcción relacional de las identidades de género. En Porto Alegre, el Núcleo de Pesquisa em Antropología do Corpo e da Saúde (NUPACS) del Departamento de Antropología de la Universidad Federal do Río Grande do Sul (UFRGS), que viene estudiando desde los años `80 la problemática de la masculinidad, recientemente exploró las representaciones sociales relativas a la esfera de la reproducción y la sexualidad en mujeres y varones de sectores populares pobres, discutiendo la importancia que adquieren los modelos socioculturales del cuerpo en la construcción de los recursos cognitivos para explicar la reproducción biológica y las prácticas de regulación de la fecundidad, así como los valores que adquiere la reproducción y la sexualidad en la construcción de las identidades de género (Leal & Fachel, 1995). Algunos de los principales hallazgos que discute dicho estudio son que:  

* en las relaciones de género aún cuando serían las mujeres las que tendrían la decisión última sobre tener o no tener un hijo el rol del varón es esencial, ya que las decisiones femeninas se apoyan en sus expectativas subjetivas en relación a la actitud masculina para "reconocer" o no el hijo como propio. Es decir, que las mujeres decidirían sobre los embarazos según la percepción que tienen ellas sobre las posibles respuestas de los varones con respecto a la aceptación o no de los mismos. Asimismo los embarazos adquirirían sentido como una estrategia femenina para involucrar al varón en la conformación de una familia;

* las representaciones subjetivas de los cuerpos femenino y masculino están constituidas por sistemas simbólicos que no siempre aplican los principios biomédicos. Los períodos fértil y menstrual se superponen uno con otro, tanto para los varones como para las mujeres. Estas creencias tendrían un efecto directo en las opciones y la efectividad de los métodos anticonceptivos. En los varones, ello reforzaría la evitación de relaciones sexuales durante el período menstrual y sus cercanías. Las prácticas abortivas no se guían por los eventos biológicos y son consideradas como un recurso anticonceptivo. 

* Existirían una definición y reconocimiento sociales de los embarazos según las representaciones subjetivas de los cuerpos y los significados que adquiere para los varones el hecho de "embarazar a las mujeres". Este hecho se constituiría en signo de virilidad para sí mismo, para el grupo de pares y para formar parte de un ámbito doméstico, como indicador de adultez masculina. 

La segunda línea de investigación está constituida por los estudios que viene llevando adelante Juan Guillermo Figueroa Perea en el Programa de Salud Reproductiva del Centro de Estudios Demográficos y Desarrollo Urbano de El Colegio de México (Figueroa & Liendro, 1994; Figueroa, 1998; entre otros). A partir de diagnósticos de salud reproductiva y sexualidad nacionales e internacionales, estos estudios destacan que hasta años recientes la posición de los varones ha sido analizada exclusivamente a partir de las informaciones proporcionadas por las mujeres, poniendo de manifiesto las dificultades que ello supondría en términos de "sexismos" al reducir el estudio de la fecundidad exclusivamente a los comportamientos femeninos. Uno de estos estudios (Figueroa Perea & Liendro, 1994) discute comparativamente los marcos teórico-metodológicos y los resultados de dos encuestas sobre los determinantes y actitudes hacia las prácticas anticonceptivas (una de 1000 obreros varones y otra de 1481 mujeres, ambas realizadas en el Área Metropolitana de la Ciudad de México). En estos trabajos se plantea que existirían importantes coincidencias y diferencias entre las declaraciones de los varones y de las mujeres con respecto a la relación entre las desigualdades de género y los comportamientos reproductivos. Si bien destacan que habría coincidencias en las expectativas de los varones y las mujeres en relación al desempeño de roles masculinos ligados a la figura del "hombre proveedor", también existirían diferencias y declaraciones contradictorias entre varones y mujeres en diversos planos:  

* la mayoría de los hombres declaran que las relaciones sexuales y las decisiones sobre esas prácticas son igualmente importantes para mujeres y varones, a diferencia de la mayoría de las mujeres que circunscriben la sexualidad a una esfera de intereses masculinos; 

* más de la mitad de los hombres reconocen que ambos miembros de la pareja tendrían la responsabilidad sobre cuándo tener hijos y sobre la regulación de la fecundidad. Sin embargo, la mayoría de ellos no estaba utilizando ningún método anticonceptivo masculino al momento de la encuesta. La mayoría de las mujeres refieren que ellos deberían decidir cuántos hijos tener y que ellas deberían responsabilizarse de hacer algo para regular la fecundidad. Es decir, según las declaraciones masculinas los varones aparecen participando en el ámbito de la reproducción de un modo diferente al que las mujeres esperan de ellos. 

Hallazgos similares son discutidos por Leal & Boff (1996) en poblaciones de Porto Alegre al comparar las declaraciones masculinas y femeninas en términos de que existiría una prescripción sociocultural de valores de género tradicionales que jerarquiza los comportamientos masculinos y femeninos, pero en los varones se destacaría simultáneamente una lógica de valores individualistas e igualitarios modernos con respecto a la sexualidad y la reproducción, aún cuando dichos valores entren en contradicción o en conflicto en las subjetividades masculinas.

Significados sociales de la reproducción y la regulación de la fecundidad
Siguiendo estas perspectivas de estudio, recientemente hemos concluido en Buenos Aires un estudio de casos en profundidad de varones unidos en pareja de estrato socioeconómico bajo, de 17 a 45 años, utilizando un diseño metodológico cualitativo (Villa, 1997a). El estudio buscaba explorar los significados que adquieren para los hombres la reproducción en la constitución y organización de las familias, así como el mundo cognitivo y los significados sociales en lo concerniente a la reproducción biológica y a los mecanismos de la regulación de la fecundidad. 

Los principales hallazgos que proponemos discutir son los siguientes. Existiría una importante motivación por regular la fecundidad que se destaca en el momento de la constitución y consolidación de las uniones de pareja. Pero esta motivación entra en contradicción con los mandatos sociales y culturales que prescriben ejercer una autonomía sexual masculina y "dar hijos a las mujeres" para ser considerado "hombre" en el ámbito doméstico; así como con los recursos cognitivos legos de los que disponen para explicar la fertilidad y el modo de acción de los métodos de regulación (los cuales no coinciden con los conocimientos científicos). Como consecuencia de ello existirían dificultades para poder separar el ejercicio de la sexualidad de la procreación en las uniones de pareja sin que ello no cuestione los valores de la masculinidad, así como para lograr una regulación de la fecundidad eficaz cuando se decidió la utilización de métodos. 

Los recursos cognitivos legos adquieren eficacia simbólica a través de dos modelos culturales de relacionamiento entre los cuerpos: uno estructurado en torno a una homología de la sangre menstrual y el semen masculino como sustancias productoras de fertilidad (coincidente con el modelo hallado por Leal & Fachel, 1995), y otro modelo estructurado en torno a las características del ejercicio de la sexualidad (principalmente la frecuencia y cantidad de relaciones sexuales y eyaculaciones masculinas y "femeninas") y la calidad del placer de ambos miembros de la pareja como determinantes o desencadenantes de la fertilidad en el momento mismo del acto sexual.

Dilemas subjetivos en la construcción de las identidades masculinas 

A partir de estos hallazgos discutimos que habría aquí un primer gran dilema subjetivo inherente al mismo proceso de construcción de las identidades masculinas: dilema entre la búsqueda de una identidad personal y un sometimiento de los varones de sus propios ejercicios de la sexualidad a una cultura masculina impersonal, compartida con otros hombres. Construcción de una identidad personal que quedaría alienada radicalmente en la socialización con otros hombres, "ser macho", ya que la fuerte adhesión de los varones a una identidad de género prescripta socialmente en términos de comportamientos sexuales, limitaría el reconocimiento y el despliegue de singularidades personales.

La paternidad se presentaría como alternativa privilegiada de trascendencia masculina en los planos psicológico, cultural y social, quedando de este modo legitimado el poder masculino en el ejercicio de la sexualidad en un ámbito doméstico y los resultados de aquél como actividad reproductiva. Si bien la pertenencia masculina a un ámbito doméstico sería un indicador sociocultural , un "razgo identificatorio" (Ortigues, 1982) de adultez masculina, dicho razgo identificatorio entra en conflicto y tensión con la autonomía social impersonal de los "hombres" que no deberían someterse a la "gobernabilidad" femenina que supondría formar parte de un ámbito doméstico. Es significativo que en este contexto de sentido la mujer-pareja se presente ambivalentemente como alguien que al mismo tiempo se rechaza y es objeto de violencia masculina, y por otro lado como un sujeto moralizador y socializador al que ellos mismos le demandan un "domesticamiento" de sus propios comportamientos sexuales extradomésticos. Por ello señalábamos que aquí existiría un segundo dilema subjetivo en esta subjetividad masculina: dilema entre la autonomía social en el ejercicio de la sexualidad de los hombres como signo de poder sobre las mujeres y una identidad de género varón que necesita reducir a las mujeres a fuentes emisoras de discursos sociales que puedan moralizar los comportamientos masculinos, pero para someterse ellos mismos a una ley que les permita la posibilidad de ser valorados como varones. De ello resultaría una identidad personal de género que quedaría alienada radicalmente en una moral social de "mujeres de familia". En los varones menores de 25 años, la vida de pareja cuestionaría rápidamente los roles de género masculinos prescriptos por la cultura en la dimensión relacional mujer-varón. El control que los varones podrían tener sobre la sexualidad y la reproducción entra en conflicto con un supuesto poder percibido en las mujeres sobre el ámbito doméstico, y en particular sobre la capacidad de desear o buscar embarazarse. Asimismo los varones se perciben demandados y cuestionados frente a: la imposibilidad de efectivizar el desempeño del rol social de hombre "proveedor", fuertemente afectado por el desempleo masculino; la autonomía personal femenina y el creciente ingreso de las mujeres al mercado laboral.

Si bien constatamos que se destaca una preocupación masculina por regular la fecundidad particularmente en los varones menores de 25 años por diversos motivos (problemas económicos, valorar la crianza de los hijos, preocupaciones por la salud de la mujer, etc), también discutíamos que ello se transformaba en un dilema subjetivo para la identidad de los varones ya que practicar tal regulación en el ámbito doméstico supone al mismo tiempo un cuestionamiento simbólico del poder de la sexualidad y del control de la reproducción en el relacionamiento con la mujer-pareja. Dicho de otro modo, la práctica de la regulación de la fecundidad apoyada o efectivizada por los mismos varones en la pareja no supone necesariamente que la identidad masculina deje de permanecer sujeta a un ejercicio de la sexualidad que para ser reconocido y valorado socialmente tendría que producir fecundidad mediante un poder fértil en el ámbito doméstico. Para resolver tal dilema es necesario un proceso en las identidades de género masculino que redefina las prescripciones socioculturales de desempeño de los roles de género para sí mismos y para las mujeres en la dimensión relacional de la pareja. 

Haciendo reproductiva la sexualidad masculina: una agenda para las intervenciones del sector salud 
Pensamos que la presencia de los varones en el campo de las políticas y programas de intervención en SRS, debería formar parte de una discusión sobre las diferentes formas de vincular las relaciones de género con el proceso de toma de decisiones reproductivas. Es decir, ¿Cómo dichas relaciones pueden obstaculizar o favorecer este proceso ?

Para responder a este interrogante proponemos profundizar en tres áreas problemáticas:

1- Las concepciones de derechos sobre la reproducción y la sexualidad que poseen todos los actores sociales involucrados dirécta e indirectamente en las decisiones: mujeres, varones, profesionales de la salud, otros significativos del medio social, funcionarios, etc.

2- El análisis de la demanda social en SRS que reciben los servicios existentes. Ello supondría discutir el alcance de la eficacia de las indicaciones de los profesionales, así como el tipo de la población destinataria. Además, esto permitiría evaluar el supuesto vigente en los medios profesionales y políticos vinculados a SRS, según el cual el acceso a información y servicios de calidad resolverían por sí solos el problema de la medicalización de la sexualidad y la reproducción. 

Para considerar específicamente a los varones en el proceso reproductivo se hace necesario discutir y ampliar las concepciones que restringen la reproducción a los eventos biológicos,
y responsabilizan a las mujeres como agentes exclusivos de decisiones y cuidados. Para ello proponemos analizar tres dimensiones de significados de la reproducción y la sexualidad para los varones:

* La experiencia masculina con los intercambios sexuales, en tanto una forma de relación social productora de placer/displacer y de autoestima masculina.

* Los valores simbólicos del semen y la actividad sexual, considerados como capacidad fértil y actividad reproductiva. Podríamos preguntarnos: ¿Cómo se hace reproductiva la sexualidad masculina ?, ¿Cuáles son las percepciones subjetivas de la propia actividad sexual como potencia fértil ?, y ¿Cómo juega la fertilidad masculina en las expectativas relacionales de mujeres y varones ?.

* Las formas en que surge en los varones la figura de la paternidad y los valores morales de la idea de familia. Aquí preguntamos: ¿Cómo y bajo que condiciones surge la figura de la paternidad y los valores de una familia en las experiencias masculinas ? y ¿Cómo estos valores se hacen cuerpo en las prácticas sexuales y reproductivas ?

3- Las formas de inclusión de los varones como objeto de intervención en los servicios y programas de SRS, los cuáles están exclusivamente orientados a población femenina.

Problemas ético-políticos
Creemos que comenzar a hacer visible la presencia de los varones en los procesos reproductivos es parte de una problematización más amplia de cómo se conciben las relaciones y articulaciones entre reproducción y sexualidad, así como de los desafíos que supone descubrir las tramas simbólicas que dan sentido a las relaciones e identidades de género. Siguiendo a Figueroa & Liendro (1994) es posible pensar a los varones interviniendo en un proceso reproductivo en el cual interactúan con las mujeres. Es decir, sus comportamientos con respecto a la reproducción pueden ser explicadas en el contexto de las relaciones con sus parejas y con el medio sociocultural que confiere sentidos a dichas relaciones. Asimismo podemos hacer referencia a la noción de "decisiones reproductivas", entendiendo que los comportamientos de las personas están conciente o inconcientemente orientados a modificar el entorno en el que se produce y que determina la reproducción: relaciones de la persona con su propio cuerpo, de pareja, así como relaciones familiares y sociales más amplias. Estas decisiones suponen además algún tipo de elección de las personas en cuanto a opciones frente a los eventos reproductivos, en lugar de considerarlos como hechos naturalizados socialmente. Es decir, que entendemos estas decisiones como una capacidad de las personas de transformar las determinaciones biológicas, psicológicas y socioculturales del entorno en que las parejas se reproducen. Es por ello que pensamos que cuando caracterizamos a los procesos de salud-enfermedad-atención vinculados a la sexualidad y la reproducción se hace problemático abstraer supuestas necesidades individuales de salud de mujeres o varones, de aquél contexto de relaciones y de proceso de toma de decisiones conjuntas. Con ello no queremos decir que no consideramos que dentro de un mismo proceso reproductivo los varones y las mujeres no tengan una especificidad de género en cuanto a la percepción del propio cuerpo y las experiencias sexuales y reproductivas.

Las decisiones en torno a la reproducción y la sexualidad han sido reconocidas en años recientes como parte del ejercicio de derechos humanos básicos. La incorporación del analisis de las desigualdades de género contribuye enormemente a descubrir que no todas las personas tienen posibilidades de decidir de igual modo sobre la reproducción y la sexualidad, y que al mismo tiempo no es posible proclamar el ejercicio de derechos reproductivos y sexuales sin cuestionar la naturalización de dichas desigualdades, articuladas con otras desigualdades sociales (principalmente "clase" y "raza", entre otras) (Correa y Petchesky, 1994).
Pensamos que enfocar a los varones desde esta perspectiva de relaciones de género plantea dos grandes problemas ético- políticos árticulados entre sí, que merecerían ser considerados. El primero se podría resumir en las siguientes preguntas 6: ¿Qué poderes se cuestionan para los varones y las mujeres ?, ¿Cuáles son y cómo abordar derechos de los varones sobre el producto de la actividad sexual en el contexto de relaciones de género que subordinan a las mujeres ?. El segundo problema ético-político lo podríamos formular así: ¿Qué valores motivan y justifican la presencia de los varones en la reproducción ? . 

Si los varones están adquiriendo visibilidad como objetos de conocimiento e intervención en las relaciones de género con las mujeres, esto ha sido posible por un pensamiento feminista que supone que "los hombres pueden transformarse" a sí mismos en tanto seres genéricos que subordinamos a las mujeres 7. Asimismo, para avanzar en esta dirección, creemos importante recuperar uno de los principales principios éticos del feminismo que ha recorrido las experiencias del movimiento de mujeres, aquél que sostiene que "la experiencia personal es política". Dicho de otra manera, pensamos que los lugares de ejercicio de poder entre varones y mujeres en torno al control de la reproducción, sólo pueden ser cuestionados si a través de la experiencia personal podemos reconocer las determinaciones sociales de género. Se trataría de la posibilidad de analizar en cada uno y cada una los diferentes modos en que estamos determinados en una cultura específica según el género articulado con otras desigualdades sociales. Más específicamente, podríamos preguntarnos acerca de los valores supuestos a los que nos adscribimos cuando tratamos con la sexualidad y la reproducción. Creemos que la importancia de la experiencia personal radica en las siguientes cuestiones entrelazadas: la desnaturalización de los supuestos de género en nosotros mismos y en la relación con otros, la singularización como persona con respecto a las determinaciones sociales, y el reconocimiento de igualdades y diferencias de género, no de sexo, entre varones y mujeres. Concebir el proceso reproductivo desde esta perspectiva significa emprender la compleja tarea de replantear las concepciones sobre género y derechos en el campo de la SRS. Para ello proponemos aquí discutir la relación entre desigualdades de género y derechos según tres dimensiones de análisis e intervención y las posibles articulaciones entre las mismas: "derechos de las mujeres y de los varones " , en tanto dos grupos que forman parte de un sistema social específico que subordina a las personas según el género; "derechos de la pareja", en tanto espacio de interacción, legitimador de igualdades/desigualdades de género; y "derechos individuales" de las mujeres y los varones, en tanto personas que poseen una autonomía relativa.

El segundo problema ético-político hace referencia a los valores que se invocan cuando se trata de situar la presencia masculina en la reproducción. Pensamos que este problema se presenta con evidencia cuando tenemos que definir el concepto de "responsabilidad" de los varones en el ejercicio de la sexualidad y la reproducción. Ya mencionamos al principio de este trabajo el supuesto que asigna a las mujeres el papel de agente exclusivo en la reproducción y crianza de los hijos, y a los varones el papel de agente exclusivo de la sexualidad y de actor social privilegiado en mundo público. Una forma de deconstruir este supuesto es discutir la idea acerca de que la sexualidad es poder y responsabilidad exclusivos de los varones del cuál las mujeres serían víctimas. No avanzamos mucho con denunciar una "irresponsabilidad sexual masculina" si no buscamos formas para efectivamente criticar el ejercicio de dicho poder. Es más, esta sola denuncia puede terminar reafirmando ese mismo poder masculino. Otra forma de deconstruir aquél supuesto es cuestionar y dicutir la delegación de la responsabilidad del control de la reproducción en las mujeres y la idea que los varones serían "víctimas" de las decisiones reproductivas unilaterales de ellas. Este delegación de poder efectivo en la relación de pareja puede convertirse en algo peligroso para las mismas mujeres. Cuando los varones no están de acuerdo con las decisiones de ellas, esto podría incrementar y reafirmar la culpabilización masculina de ellas, incrementando en muchos casos la violencia física y/o emocional hacia las mujeres.
Pensar la distribución de responsabilidades en términos éticos entre varones y mujeres significaría reconocer que mujeres y varones tienen competencia tanto en el ejercicio de la sexualidad como en las decisiones reproductivas, pero también reconocer que la sexualidad y la reproducción posee sentidos diferentes para las identidades femeninas y masculinas. Si estas diferencias de sentido no se pueden reconocer entre varones y mujeres, ello puede dar lugar a malentendidos y tensiones en las relaciones de género. Se trataría de criticar los mandatos morales que prescriben "un deber ser responsable" para los varones y las mujeres, para profundizar en una perspectiva ética que se interrogue por las condiciones de posibilidad que tienen los varones y las mujeres de asumir en la pareja lo que se ha denominado "co-responsabilidad", en lo que respecta a todos los hechos vinculados directa o indirectamente a la reproducción (Figueroa y Liendro, 1994).

Epílogo: Sexo y genero. Problemas teórico-metodológicos.

Si los varones han surgido como objeto de conocimiento en los estudios de género impulsados por el trabajo teórico y político de las mujeres8,para dar continuidad a esta tarea de hacer visible a los varones en las relaciones de género, pensamos que no se trata de copiar fórmulas, experiencias y los recorridos que han trazado los movimientos de mujeres. Más bien pensamos que se trataría del desafío de recuperar la experiencia de las mujeres en la misma tarea de interrogarse sobre la especificidad de las intervenciones e investigaciones posibles de ser realizadas con y entre varones.

Desde el punto de vista teórico-metodológico creemos necesario insistir una vez más en la diferencia entre "sexo" y "genero". Creemos que no se trata de discutir si personas del sexo masculino o femenino serían los que tendrían que investigar e intervenir con varones, sino cómo varones y mujeres a partir de sus experiencias personales de género, unos y otras pueden producir perspectivas de trabajo con varones específicas, y que tengan la posibilidad de complementarse. Para avanzar en esta dirección, se trataría de "des-esencializar" el uso de la categoría género. El problema se presentaría cuando se esencializan las cualidades que definen lo masculino y lo femenino. En el lenguaje adjetivamos los comportamientos de las personas atribuyendo a priori un conjunto de cualidades como propias de cada género; y así exacerbamos las polaridades y los antagonismos producidos socialmente para los géneros. Dicho uso dificulta pensar a las relaciones sociales entre las personas como productoras de lo que definimos como diferencias entre los géneros.

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VILLA, A. & BELLONI, B. (1996) "Pasantía de capacitación en servicio en Salud Reproductiva y Sexualidad". En: Dirección de Capacitación Profesional y Técnica/Comité de Docencia e Investigación/Area Programática del Hospital J. M. Penna, Secretaria de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, mimeo. 

Notas
1 Una versión preliminar de este trabajo fue publicada bajo el título "Haciendo visible a los varones en las relaciones de género", por la revista "Sexualidade, gênero e sociedade", N. 7 y 8, Programa de Estudos e pesquisas em sexualidade, gênero e sociedade-IMS/UERJ, Río de Janeiro, Abril de 1998. 
2 Coordinador del Programa de Procreación Responsable en el Area Programática del Hospital J. M. Penna/Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Investigador visitante al CEDES. 
3 Para una revisión de estudios véase Gogna et al., 1997.
4 Para una revisión de estudios y discusión de los mismos véase Figueroa & Liendro (1994) Figueroa (1996), Infesta Dominguez et al (1997).
5 Esta discusión fue colocada en la mesa "Masculinidades y salud sexual y reproductiva", Conferencia Regional "La equidad de género en America Latina: desafíos desde las identidades masculinas", Santiago de Chile, 8-10 de junio de 1998, organizada por FLACSO/UNFPA/Fundación Ford. Luego se profundizó esta discusión en una comunicación personal con el mismo autor.
6 Estos dos problemas fueron propuestos para la discusión por nosotros en la mesa "Masculinidades y salud sexual y reproductiva", Conferencia Regional "La equidad de género en América Latina: desafíos desde las identidades masculinas", Santiago de Chile, 8-10 de junio de 1998, organizada por FLACSO/UNFPA/Fundación Ford.
7 Esta idea es parte de discusión colocada por Sonia Correa en el Seminario "Homens: Sexualidade e Reproducão", organizado por ECOS-IMS/UERJ, São Paulo, 27 y 28 de abril de 1998. 
8 Muchos varones, como en mi caso personal, nos hemos interesado por el trabajo sobre nuestro genero a partir del trabajo conjunto en equipo con mujeres, y/o trabajando incialmente en la investigación o en la intervención con población femenina.

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