MASCULINIDAD. OTRA VISIÓN DE GÉNERO

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Antonio García Domínguez

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El género es la cualidad que más nos determina personal y socialmente a lo largo de nuestras vidas. Sin embargo, hasta ahora, siempre que hablábamos de género lo hacíamos desde la perspectiva femenina, pero... ¿es la única posible?

 

Breve, brevísima historia.

El interés de los hombres por la cuestión del género y lo que ésta influye en sus vidas se ha producido, incomprensiblemente, hace muy poco tiempo. No fue hasta mediados de la década de los 70, cuando aparecieron los primeros grupos de hombres en los países escandinavos y en Estados Unidos –especialmente en California- para reflexionar sobre la condición masculina. En pocos años, el movimiento se extendió por diversos países de América y Europa. En la actualidad, puede decirse que el movimiento masculino tiene especial incidencia, además de en los países de origen, en  Canadá, Inglaterra, Australia y algunos países de Latinoamérica, como Chile, Nicaragua, Guatemala o México.

En España, los primeros grupos de hombres surgen en Valencia y Sevilla en 1.985. Sus características e ideología son muy diferentes, pues van desde los “profeministas” que mantienen como principal objetivo el apoyo a las reivindicaciones de las mujeres, hasta los que se sitúan en el otro extremo, defendiendo la vuelta a las estructuras y valores tradicionales.

En la década de los noventa, destacan iniciativas como la celebración, en 1997 en Toledo, del Primer Encuentro Hispano-Latinoamericano sobre Género y Masculinidad, promovido por el Grupo GAES (Grupo Abierto de Estudios Sexológicos) y otras entidades similares. El GREM (Grupo de Reflexión y Estudio sobre la Masculinidad) de ambiente universitario, ha celebrado en varias ocasiones el llamado “día de la falda”. También existen varios grupos de reflexión de hombres y de “hombres contra la violencia” en Granada, Sevilla, Jerez, Écija y recientemente en Málaga, aunque sin coordinación estable entre ellos.

En nuestro país aún no ha aparecido una red asociativa de hombres que pueda considerarse como tal. Tampoco contamos con actuaciones e iniciativas profesionales que apliquen y desarrollen lo que se hace en otros lugares desde hace dos décadas.

En el marco Europeo, el proyecto Arianne, sobre masculinidad y educación tuvo como objetivo, generar nuevos horizontes para la investigación y la promoción educativa de los estudios sobre igualdad y género, desde la perspectiva de la masculinidad. Además, en el año 1999, varias asociaciones de mujeres y varones en Europa se propusieron, a través del programa Daphne desarrollar la campaña del lazo blanco en 8 países de la UE (hombres pro-feministas de Europa). Esta campaña, surgió a raíz de un suceso que conmovió a todo un país. El día 6 de diciembre de 1.989, en Canadá, fueron asesinadas 14 chicas por el hecho de cursar una carrera destinada a hombres. En 1.991, un grupo de hombres canadienses, asumiendo la responsabilidad de hacer que esto nunca más volviera a suceder, iniciaron la primera campaña del lazo blanco.

 

Biología y/o aprendizaje. En busca de las masculinidades

El género es la cualidad más básica que las que nos distinguen y caracterizan, incluso más allá que nuestra procedencia étnica o social. Lo es biológicamente, en tanto que el sexo tiene enormes connotaciones fisiológicas y morfológicas y lo es socialmente, en tanto que el género –prolongación cultural del sexo- nos determina profundamente desde el momento en que nacemos (por ejemplo, hay estudios que demuestran que el trato es diferente a niños y a niñas desde los primeros días de vida, en la propia sala de hospital). 

Pero, ¿qué es la masculinidad? ¿existe como tal? La respuesta es indudablemente que sí. La masculinidad existe en igual medida que la feminidad. Distingue a la mitad de la población. Lo que ocurre es que, esa mitad, tiene enormes dificultades de identificación y sufre una grave crisis por ausencia de modelos positivos de masculinidad, que den respuesta a los enormes interrogantes que los hombres tienen ante sí, entre otros, una relación adecuada y positiva con las mujeres, que están consolidando importantes conquistas personales y sociales.

Y, por supuesto, este modelo tampoco podrá ser un único. Como indica Keith Thompson “la masculinidad no existe, sólo hay masculinidades, muchos modos de ser hombre”.

 

¿Qué podemos hacer?

El espacio que se abre cuando un hombre descubre la importancia que tiene el género en su vida, es enorme. En lo personal, cada hombre significa una revolución interior pendiente. Los cambios que han de producirse favorecerán, sin duda, la implantación de una sociedad en la que no exista diferencia alguna en cuanto a los derechos reales y prácticos de sus ciudadanas/os en función del género al que pertenecen.

En lo profesional, se abre todo un nuevo campo en el que el trabajadores sociales, sociólogos, psicólogos, educadores y, en general, todas las profesiones que trabajan con las personas, disponen ante sí de un nuevo espacio de desarrollo profesional.. Veamos algunos ejemplos:

 

Violencia de género.  Es sin duda la más grave de las problemáticas que se dan en el sector y la que más preocupación social genera. Los profesionales aportarán una visión global de las causas de los problemas, ayudando en todo momento a que las víctimas cuenten con el apoyo necesario y favoreciendo la desaparición de estas conductas.

Desde lo masculino se puede acometer, quizás con otra visión y mejor comunicación con los implicados, una amplia y necesaria labor de reinserción de los maltratadores, ayudándolos a identificar el origen de sus actuaciones y las consecuencias de las mismas y evitando, en lo posible, la repetición de sus conductas. La prevención, mediante la identificación de situaciones previas a los estallidos de violencia es otra de las actuaciones pertinentes.

Además, existen otras situaciones, como el acoso sexual en el ámbito laboral, en las que se puede realizar una labor educativa-preventiva de gran importancia y en la que puede ser definitiva la aportación de la visión masculina en cuanto a la identificación de las causas de dichas conductas y su erradicación.

 

Educación. En este sector las actuaciones son múltiples y de gran importancia. En primer lugar, cabe ejercer una función preventiva y educativa entre la población infantil y juvenil. Para ello, es vital que reciban adecuadamente y con nitidez, correctos mensajes de lo que se ha denominado “un modelo masculino positivo” que actúe, por ejemplo, de forma preventiva contra la violencia de género.

Según Rex Stoessiger consejero especial sobre educación de varones del gobierno australiano, esta ausencia de modelo masculino es, además, uno de los factores que provocan que el fracaso escolar en los varones sea el doble que en las niñas. En palabras del propio Stoessiger, “en lo concerniente a rendimiento escolar, la desventaja de género de ser niño es muy parecida a la más reconocida desventaja socioeconómica.  La mayor implicación de los padres en la educación de sus hijos y la adaptación de la metodología educativa a las diferencias entre ambos géneros, son dos claros objetivos a cubrir.

 

Sensibilización de la población. Se trata de conseguir que la lucha contra toda discriminación en razón del género deje de verse como una “cuestión de mujeres”. Los hombres debemos implicarnos a fondo para llegar al objetivo de la plena igualdad. El desarrollo de proyectos de sensibilización en la que la figura masculina aparezca como emisora de un mensaje claramente dirigido a favor de la igualdad de derechos, real y práctica en todos los aspectos de nuestras vidas, supondrá un avance significativo, favoreciendo la interiorización de estos cambios por parte de un más amplio sector de la población masculina.

Y otras muchas posibilidades de intervención que se abren ante nosotros; el trabajo con inmigrantes para reducir los impactos de las diferencias culturales, el apoyo a la inserción laboral y social de determinadas capas de hombres con especiales dificultades, la promoción de grupos de hombres que trabajen su desarrollo personal y, en consecuencia, favorezcan el buen entendimiento inter-géneros, o la investigación, en especial, de los múltiples y complejos factores que conforman nuestra “igualdad en la diferencia”.

 

¿Qué podemos esperar?

Siempre que algo nuevo aparece, se producen importantes fuerzas de reacción, tanto en su contra como favorables. La visión de lo masculino en la cuestión del género está provocando estos movimientos.

Es lógico el recelo de muchas mujeres que llevan largo tiempo trabajando en pro de la mejora de las condiciones de la mujer. Ante la identificación, histórica, de “lo masculino” con lo negativo, contra lo que hay que luchar, aparece el temor de que las pretensiones sean dificultar el avance de los derechos de la mujer y hacer perdurar los privilegios masculinos. Nada más lejos de las intenciones de los hombres que conforman este incipiente movimiento y de los profesionales que estamos desarrollando aplicaciones prácticas en nuestro sector.

No se actúa contra nadie. El objetivo es favorecer crecimientos personales e integrar. La consecución de una situación de plena igualdad entre ambos géneros exige que todas y todos nos desarrollemos plenamente y, para ello, es necesario favorecer que los hombres comiencen a avanzar hacia su, muy necesario, desarrollo personal, que entre otros aspectos, habrá de contemplar la toma de conciencia sobre su singularidad masculina. La construcción de esa nueva sociedad, en la que no quepan la violencia ni la injusticia, por razones de género, ha de contar con la participación de todas y de todos.

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