COMUNICARSE EN UN MUNDO GLOBALIZADO

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JEAN-PAUL MARTHOZ

Director de comunicación de Human Rights Watch en Europa

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La tentación de la euforia de la comunicación se presenta tanto en los círculos que trabajan con las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, como en los medios ciudadanos, en el marco de esta sociedad civil internacional que parece ser hoy día la principal beneficiada de la "revolución de la información". Este texto es un extracto del libro El medio ambiente en la sociedad de la globalización: una visión social y educativa coordinado por María Novo, MEC, Santander, 2002.

Según el redactor jefe de Le Monde diplomatique, Alain Gresh, "gracias a los medios de comunicación modernos, y especialmente a internet, las redes mundiales pueden fácilmente crearse, movilizar, actuar". La experiencia de Human Rights Watch (HRW) así lo confirma: las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (NTIC) han potenciado las capacidades de las organizaciones ciudadanas. La campaña para la eliminación de las minas anti-persona, difundida en los años noventa, nunca habría logrado un éxito tan rápido ni desembocado sobre el Tratado de Ottawa si no hubiera contado con el correo electrónico e internet. Vinculando a miles de grupos locales, regionales e internacionales, internet ha hecho fracasar los largos procedimientos diplomáticos, acortado las líneas de comunicación, comprimido el tiempo y creado una masa crítica que ha doblegado a los gobiernos. Sobre todo, ha permitido, gracias a esta extraordinaria ágora, descubrir aliados inesperados, encontrar información inédita y esquivar las fuentes clásicas e institucionalizadas de la protesta.

La campaña antiglobalización también utiliza las tecnologías que llevan esta misma globalización. Ningún gobierno puede bloquear el acceso de sus ciudadanos a una información independiente. Puede reglamentar la venta de módems, perseguir las antenas parabólicas, entregar a un operador estatal el monopolio de acceso a internet, interferir las radios internacionales, pero la información disidente entra y sale con bastante facilidad.

 

La indigestión informativa

El mundo de hoy está atiborrado de información. El número de mensajes que recibe un ciudadano en los países del Norte ha sido multiplicado por seis en el curso de los últimos treinta años. (1) Más de 400 millones de personas utilizan internet para informarse, distraerse, comerciar y comunicarse. Aunque existe un desequilibrio digital entre Norte y Sur, o entre los medios socioculturales de cada sociedad del Norte y del Sur, internet se expande como una telaraña sobre todo el mundo. La isla de Manhattan tiene más líneas telefónicas que toda África subsahariana. Pero esta cifra no impide que el continente africano se comunique. A raíz de la publicación del reciente informe de HRW sobre Costa de Marfil, elaborado a principios de septiembre de 2001, centenares de internautas africanos se conectaron inmediatamente a la página web de la organización y obtenido el documento.

Las redes de comunicación se complican y entremezclan convirtiendo en inútiles las viejas ideas sobre los flujos Norte-Sur. Esta avalancha se percibe en los países del Norte, donde las diásporas disponen ahora de un acceso directo a sus medios nacionales o han desarrollado, en los países de acogida, sus propios sistemas mediáticos. En EEUU se registran más de 600 televisiones étnicas: la más grande, Univisión, cubre el conjunto de la población hispana estadounidense y ha subido al quinto puesto de las cadenas más importantes del país.

Una de las más pequeñas se dirige únicamente a los inmigrantes rusos radicados en Brooklyn (Nueva York).

La mundialización de la información no significa su uniformización. Según Andrea Semprini, "no se puede considerar a los países y culturas como receptores pasivos, presas de un proceso de mundialización único y llegado de ´afuera´ (...) En este sentido, hace falta distinguir entre mundialización de la difusión de información y mundialización de su recepción (...) Para que una información realmente mundializada pueda existir, hace falta que la homogeneidad del discurso de emisión encuentre una homogeneidad paralela de los sistemas de recepción". (2)

 

Los límites

¿Qué ha sido más importante en este vagabundeo de la libertad de la información, la técnica o el relativo relajamiento de los servicios de seguridad?, ¿la tecnología o la pérdida de control de las autoridades sobre su propia sociedad?

Actualmente, en el Magreb, las poblaciones sometidas a la indigesta propaganda de las televisiones oficiales pueden, gracias a las antenas parabólicas, no sólo ver la televisión francesa, que habla muy poco de ellas, sino también las cadenas árabes como MBC y, sobre todo, Al-Jazirah (Qatar) y Al-Moustakilah (Londres), que cubren regularmente y de manera crítica su propia realidad. Las consecuencias políticas son inmediatas e inéditas. Así, después del principio de la segunda Intifada, los Gobiernos del Magreb ya no pueden controlar la cobertura y la interpretación de los acontecimientos ocurridos en Palestina. Desbordados por las cadenas vía satélite y por internet, están obligados a adaptar sus reacciones a los sentimientos del pueblo. Esta realidad refleja tanto el deterioro político y pérdida de control de algunos Gobiernos, como las maravillas tecnológicas del planeta mediático. Por otro lado, ¿qué pueden hacer internet y la televisión satélite en un país aterrorizado y espiado como Afganistán?

La capacidad de movilización ciudadana de las NTIC no nos debe hacer olvidar los grandes momentos de la historia rebelde. Grandes movimientos internacionalistas ciudadanos se han desarrollado alrededor de tecnologías que actualmente parecen muy anticuadas: el teléfono fijo, la radio de los años treinta, la democratización de los viajes con motivo de los movimientos estudiantiles de los años sesenta o el fax durante la movilización antinuclear de los años ochenta.

No pretendamos tampoco que la utilización de las nuevas tecnologías de la comunicación coincide automáticamente con el progreso, la libertad y la diversidad. Las nuevas tecnologías también han sido extensivamente domesticadas por los grupos más retrógrados y represivos. Al mismo tiempo que se pregona la explotación de las mujeres o la opresión étnica, se puede manejar hábilmente las tecnologías más avanzadas.

 

¿Mejor informados?

¿Es más globalizada y mejor la información actualmente que en los años sesenta cuando sabíamos más sobre la guerra de Vietnam que lo que hemos conocido sobre las guerras de Kosovo o del Golfo? ¿O durante los años ochenta cuando, sin modem ni teléfono móvil, seguíamos las revoluciones de América Latina mucho mejor que lo que conocemos hoy las guerras de Colombia o de Argelia?

Desde la difusión por satélite al modem de internet, las numerosas innovaciones técnicas han incrementado la sensación de una ubicuidad sobrecogedora, de una inmediatez fulgurante, de una orgía de medios y de mensajes. Pero, aunque podamos escoger entre una avalancha de cadenas de televisión, pasar horas en la jungla de internet, o por que en los kioscos desborden las revistas y diarios, ¿conocemos verdaderamente la información que nos permitirá ser ciudadanos del mundo, capaces de comprender y de actuar sobre los acontecimientos de este planeta supuestamente globalizado?

No nos equivoquemos sobre la capacidad de las NTIC de traspasar todas las barreras. A pesar del retorno de los "milicos" latinoamericanos a sus cuarteles, a pesar de la implosión de la Unión Soviética y el cuestionamiento de los regímenes de partido único en África, una parte considerable de la población mundial vive todavía bajo un régimen de opresión y censura. En China, Cuba, Bielorrusia y en la mayor parte de los países árabes, la libertad de prensa no existe. En numerosos países con conflictos étnicos o agobiados por organizaciones mafiosas, apartados del derecho, la libertad de prensa se mide con la espesura del chaleco anti-balas. En estas carreteras sin ley que conducen al "corazón de las tinieblas", la tecnología sólo sirve a los sicarios y a los saqueadores.

Las NTIC tampoco eliminan los desequilibrios en la producción y acceso de la información. Las grandes agencias de prensa mundiales son las principales fuentes de información que alimentan al mundo mediático. A principios de los años ochenta eran seis, actualmente son tres. Prácticamente sólo hay dos proveedores al por mayor de imágenes de televisión: APTN y Reuters. Aunque se han profesionalizado y juegan un papel crucial en el seno de la sociedad civil internacional, las agencias alternativas, como IPS o Gemini, quedan al margen de lo que determina qué es noticia.

 

Las selecciones del sistema

Hablar de información y de comunicación en el tercer milenio significa hablar del funcionamiento del sistema mediático mundial, del tratamiento de la información, de prioridades y de opciones de redacción. No comparto la tesis del pensamiento único o de la sumisión de toda la prensa a los imperativos de la urgencia, del espectáculo y del dinero. Cada día, en todo el mundo, desde Madrid a Buenos Aires, de Johannesburgo a Hong Kong, numerosos periodistas hacen un trabajo notable de recogida y de tratamiento de la información internacional. Pero, frente al público ambiguo que forma parte del problema de la información, sus esfuerzos no logran anular una imagen generalmente negativa.

Esto ocurre porque el sistema mediático más visible y ruidoso, la televisión, impone concepciones de la información que se basan en el espectáculo, la dramatización y la simplificación. Consumidor y cómplice de esta máquina mediática, el gran público se da cuenta de forma confusa del desfase entre su realidad y la representación que da la televisión. Sin embargo, en la mayoría de los países se continúa apoyando las cadenas televisivas más comerciales, e incluso se elige como mandatario a un "rey de la tele-basura", como en Italia.

En un mundo dominado por valores financieros, la información se ha convertido esencialmente en una mercancía, y su fabricación responde lógicamente a criterios de mercado y de rentabilidad. En este mundo de grandes medios, la noción de interés y de servicio público, de responsabilidad de la prensa de comunicar una información que permita a los ciudadanos participar activamente y con conocimiento a la vida de la Ciudad, abdican irremediablemente frente a los imperativos de la rentabilidad financiera. Si la información internacional es demasiado cara, se cierran las oficinas en el extranjero. Si la información social molesta a los publicitarios y aburre al público, se marginaliza. ¿Cuántos minutos han dedicado las cadenas de televisión internacionales a la "primera guerra mundial africana", la guerra en la Republica Democrática del Congo, en la que ha habido más de dos millones de muertos? En abril de 1994, las tres grandes cadenas estadounidenses dedicaron treinta y dos minutos al genocidio en Ruanda. Treinta y dos minutos para un millón de muertos.

Las consecuencias de esta concepción financiera y administrativa sobre la integridad del periodismo son todavía más graves ya que los grandes grupos de prensa han multiplicado las zonas de conflictos de interés. Integradas en grandes grupos multimedia y en conglomerados con múltiples intereses financieros e industriales, numerosas redacciones están bajo presión y practican la autocensura debido a que deben proteger los intereses de sus dueños en las obras públicas, la industria del armamento o los parques de diversión.

 

Un mundo privado de sentido

Esta comercialización de la información lleva también a una simplificación de la representación del mundo en el mismo momento en que éste impone su complejidad y se presenta ante nosotros "privado de sentido". En un estudio de CNN, Andrea Semprini señalaba que "el individuo contemporáneo está confrontado a un entorno social mucho menos leíble y descifrable que en el pasado". La complejidad creciente de las sociedades posindustriales requiere instrumentos de análisis y de lectura más sofisticados".

Ahora bien, el sistema mediático, sobre todo cuando privilegia la inmediatez, trata con gran dificultad la complejidad, los procesos lentos, los movimientos subyacentes. Le cuesta anticipar acontecimientos o volver a tratar estos cuando el "suspense" se ha esfumado. Este desfase entre el modo de funcionamiento de la información para el gran público y la necesidad ciudadana de información, se observa particularmente en la actualidad internacional. Mientras todo el mundo habla de globalización, una parte importante de la prensa ha decidido reducir el espacio dedicado a las cuestiones internacionales. Es el caso, de manera carticaturesca, de EEUU donde la información internacional se ha reducido a la mitad en las grandes cadenas de televisión y se limita, en la mayoría de los diarios regionales, a una columna de noticias breves desprovistas de todo significado.

Esta es también la tendencia de parte de la prensa europea. El "periodismo de cercanía" es la regla de oro.

Si la televisión emite imágenes chocantes sobre las guerras africanas, es porque estas imágenes responden a criterios de dramatización visual que refuerzan los estereotipos de una audiencia que no puede pensar en África más que en términos de tribalismo y de barbarie. En ningún momento se muestra que estos conflictos africanos están vinculados a la realidad del Norte por la inmigración, la criminalización de la economía, por la guerra, por el control de los hidrocarburos, los diamantes o los minerales estratégicos. Por ejemplo, el coltan que, saqueado por los ejércitos y la milicias en la República Democrática del Congo, equipa los teléfonos móviles.

 

Una información "dual"

Hablar de información y de comunicación actualmente es hablar de dualización de la información y de su audiencia. En EEUU, solo el 4% de la población se considera que está bien informado sobre cuestiones internacionales. El resto de la población, el 96%, limita su conocimiento a algunos minutos de información televisiva, presentada de forma rápida, sin contexto ni perspectiva.

Esta dualización se registra también a nivel de los NTIC y, más precisamente, de internet. Si para los grupos organizados, las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación han abierto extraordinarias pistas, autovías y callejones que desembocan en un nuevo activismo ciudadano, no es necesariamente igual para el individuo, "solo en la muchedumbre", que, frente a las NTIC, es menos ciudadano que sujeto, más consumidor que actor. Incluso a nivel informativo, la regla es la pasividad. El uso de internet puede aislar tanto como juntar.

Puede confinar delante de la pantalla de su computadora tanto como empujar al intercambio y a la acción.

 

¿Qué hacer?

Hace algunos años, los críticos de la mundialización neo-liberal se desesperaban por hacerse oír en la gran prensa y recalcaban su teoría del ´"pensamiento único" y de los "perros de guardia" del ultraliberalismo. Hoy en día, los ideólogos y administradores de la mundialización están a la defensiva. La fuerza del movimiento "antiglobalización" ilustra la capacidad del pensamiento disidente de infiltrase en los grandes medios, de trastornar el discurso dominante, de imponer, si no su proyecto, por lo menos sus denuncias y sus dudas.

Antes, las organizaciones de defensa de los derechos humanos se desesperaban frente a la impunidad de los dictadores, de los matones y de sus cómplices. Ahora, Milosevic esta en La Haya, y desde la detención de Pinochet en Londres, los jefes de Estado culpables de crímenes contra la humanidad deben revisar sus proyectos de viajes internacionales.

Gracias a la información globalizada y a la injerencia mediática, la justicia internacional ha hecho estos extraordinarios avances debido a una información alimentada por las ONG internacionales y por grupos de ciudadanos vinculados entre si más allá de sus fronteras. Gracias también a la capacidad de las organizaciones "disidentes" de crear sus propios medios para llegar a su público y forzar a los grandes a tenerlos en cuenta.

"Don't hate the media, be the media", proclaman los partidarios de la información alternativa. Cada vez más, las organizaciones especializadas en información alternativa y "perturbadora" imponen el menú de la actualidad. Los grandes medios de comunicación los siguen porque no pueden ignorar los temas que circulan en estas múltiples redes de información ciudadana, pero también porque, en numerosos países, los periodistas se preocupan de las condiciones que la comercialización y la concentración imponen a su profesión. Y resisten.

1 David Shenk, Data Smog, Surviving the Information Glut, Harper Edge, New York, 1997.
2 Andreaz Samprini, CNN et la mondialisation de l'imaginaire, CNRS Editions, París, 2000.

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