LA ADOLESCENCIA Y LA JUVENTUD COMO ETAPAS DEL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD
DISTINTAS CONCEPCIONES EN TORNO A LA DETERMINACIÓN DE SUS LÍMITES Y REGULARIDADES

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Universidad de la Habana, Cuba. 

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RESUMEN:

Este documento se discute la complejidad del desarrollo subjetivo en las etapas de la adolescencia y la juventud, la diversidad de enfoques que las abordan desde diferentes ángulos, la inexistencia de una teoría, que hasta el presente, logre una caracterización completa de las mismas y la imposibilidad de abarcar el estudio de las regularidades psicológicas de estas etapas desde un solo ángulo o a partir una definición única.

 

ADOLESCENCE AND YOUTH AS STAGES IN THE DEVELOPMENT OF THE PERSONALITY. PERCEPTIONS ABOUT THE DETERMINATION OF THEIR LIMITS AND REGULARITIES.

ABSTRACT:

This paper discusses the complexity of subjective development in the stages of adolescence and youth, the diversity of views that approached it from different angles, the absence of a theory, so far, achieved a full characterization of the same and  the inability to cover the study of the psychological regularities of these stages from a single angle or from a single definition.

 

La adolescencia y la juventud han sido definidas tradicionalmente como edades de tránsito entre la niñez y la adultez.

La adolescencia, en particular, ha sido llamada período de la “pubertad”, término en castellano que aparece en el siglo XVIII,  proveniente de la palabra en latín “pubertas” y que se refiere a la edad en que aparece el vello viril o púbico. Con esta denominación se enfatiza lo que distingue a la adolescencia, como etapa del ciclo vital, en lo referido a la presencia de un conjunto de cambios biológicos que preparan al sujeto para la procreación.

Sin embargo, en la actualidad, existe consenso en cuanto a considerar la adolescencia y la juventud como momentos claves en el proceso de socialización del individuo. En el transcurso de estos períodos, el sujeto se prepara para cumplir determinados roles sociales propios de la vida adulta, tanto en lo referido a la esfera profesional como en la de sus relaciones con otras personas de la familia, con la pareja y los amigos. Además, adolescentes y jóvenes deberán regular su comportamiento, de forma tal, que alcancen una competencia adecuada ante las exigencias presentes en la sociedad en que se desenvuelven.

Aunque casi la totalidad de los autores, independientemente de la concepción teórica que asumen, consideran que la determinación de estas etapas no responde, como criterio principal para su delimitación, a la edad cronológica, la mayoría de los estudiosos de estas edades proponen determinados límites etáreos para las mismas.

Así, por ejemplo, mientras para L.I. Bozhovich la adolescencia, que la autora denomina Edad Escolar Media, transcurre de 11-12 años a 13-14 y la juventud o Edad Escolar Superior de los 14 a los 18 años, para I.S. Kon, la adolescencia se enmarca de 11-12 a 14-15 años y la juventud de 14-15 a 23- 25 años.

Por su parte, H. L. Bee y S. K. Mitchell establecen como límites de la adolescencia el período comprendido entre 12 y 18 años y la juventud de 18 a 22 años o más, en función del logro de la independencia y la culminación de los estudios.

Como se observa, los inicios de la adolescencia se conciben, en líneas generales, entre los 11-12 años, pero su culminación que marca el inicio de la juventud, para algunos se sitúa en los 14-15 años y para otros en los 17-18 años. En este sentido, quizás la solución consista en reconocer, como lo hace I. S. Kon, la existencia de una juventud temprana de 14-15 a 17-18 años y de una juventud tardía de 17-18 a 25 años, aproximadamente.

Sin negar el valor de las anteriores consideraciones, creemos  importante enfatizar que, a nuestro juicio, la adolescencia y la juventud constituyen ante todo “edades psicológicas”, ya que partimos de considerar el desarrollo como un proceso que no ocurre de manera automática ni determinado fatalmente por la maduración del organismo, sino que tiene ante todo una determinación histórico social, al decir de L.S. Vigotsky, creador del enfoque histórico-cultural sobre el desarrollo de las funciones psíquicas superiores.

Sin embargo, como veremos a continuación existen en la Psicología del Desarrollo distintos enfoques. Las regularidades del desarrollo psíquico y de la personalidad que caracterizan a estas edades han sido explicadas de diversos modos, atendiendo a la concepción teórica asumida por autores pertenecientes a diferentes escuelas y corrientes en la Psicología. Esta caracterización se vincula a cuestiones claves para la Psicología del Desarrollo como son el problema de la definición de los factores considerados como determinantes del desarrollo psíquico y la periodización que se deriva de la concepción asumida ante este problema. 

Estas variadas concepciones sobre la adolescencia y la juventud comienzan a surgir a finales del siglo XIX, cuando estas etapas se convierten en temas de interés para la ciencia psicológica. En este momento se produce un auge en el desarrollo de las Ciencias Sociales, en base a los métodos de las Ciencias Naturales y una prolongación del sistema de enseñanza, de acuerdo a los nuevos requerimientos impuestos por los crecientes avances científico-técnicos, a la preparación profesional de los individuos.

Estas concepciones aportan un conjunto de conocimientos, acerca de las  edades mencionadas, que conservan buena parte de su valor hasta nuestros días, pero  padecen de la interpretación dicotómica que ha caracterizado las principales elaboraciones a nuestra ciencia en toda la historia de su desarrollo. De esta manera, unas enfatizan el papel de los factores biológicos en la determinación de las principales regularidades que distinguen estos períodos, otras apuestan por los condicionantes sociales como aquellos que resultan decisivos al actuar de forma lineal sobre el proceso de desarrollo, mientras los autores pertenecientes a la llamada “tercera fuerza” destacan el rol de lo psicológico como principal determinante.

I. S. Kon señala la existencia de tres posibles enfoques en los que quedan contenidas las principales tendencias en la caracterización de estas etapas, con independencia de que dentro de ellos podamos encontrar innumerables variantes. Estos enfoques son el biogenético, el sociogenético y el psicogenético.

 

Analicemos sus aspectos distintivos, a partir de las consideraciones de algunos de sus más destacados representantes.

El enfoque biogenético aúna aquellas teorías (Stanley Hall, Sigmund Freud, E. Kretschmer y E. Haensch, entre otros) que consideran la maduración de los procesos biológicos como base del análisis de los restantes procesos del desarrollo. Estos últimos, se conciben como derivados o en estrecha relación con los primeros.

Para Freud  la adolescencia se corresponde con la etapa genital, que se extiende de los 12 a los 15 años aproximadamente, período en que tras una etapa de latencia en la edad escolar, durante la cual la sexualidad dejó de ejercer sus presiones momentáneamente, se renueva la lucha entre el ello y el yo, ya que los cambios biológicos, reducidos en este caso fundamentalmente a la maduración sexual, vuelven a poner en el centro de atención del individuo su sexualidad. La periodización del desarrollo propuesta por este autor culmina en esta etapa, por lo que no se caracteriza la juventud.

Para los psicoanalistas la adolescencia es un momento de “sturm und drang”; es decir de “ímpetu y borrasca”, cuya causa primordial es el conflicto sexual (Blum, citado por R. E. Grinder). De esta causa se derivan características tales como: sentimientos de aislamiento, ansiedad y confusión, unidas a una intensa exploración personal, que conduce paulatinamente a la definición del sí mismo y al logro de la identidad; también la inconsistencia en la actuación, pues unas veces luchan contra sus instintos, otras los aceptan; aman y aborrecen en la misma medida a sus padres; se rebelan y se someten; tratan de imitar y a la vez, quieren ser independientes. Según Freud (citado por R. E. Grinder), el adolescente es más idealista, generoso, amante del arte y altruista que lo que será jamás en lo adelante, pero a la vez es egocéntrico y calculador.

Por su parte, los representantes del enfoque sociogenético caracterizan estas etapas en función de las regularidades que adopta el proceso de socialización del individuo, estrechamente vinculado a las tareas que le plantea la sociedad a cada momento del desarrollo humano. Este enfoque se encuentra muy vinculado al desarrollo de la psicología social norteamericana.

Para Kurt Lewin, importante psicólogo alemán, que pasó los últimos años de su vida en Estados Unidos, la adolescencia está determinada por el carácter marginal o posición intermedia que ocupa el sujeto en relación con quienes le rodean. Ya no pertenece al mundo infantil, pero tampoco ha alcanzado el estatus de adulto. Esta situación genera contradicciones y conductas extremas: el adolescente por momentos es tímido, otras agresivo, tiende a emitir juicios absolutos y todas estas conductas son, en primer término, consecuencia de su marcada inseguridad.

Lewin al igual que Freud no estableció diferencias entre adolescencia y juventud como etapas del desarrollo de la personalidad, cada una del las cuales posee sus regularidades específicas. Valoró la contribución de lo social en tanto entorno inmediato que rodea al sujeto, sin tener en cuenta otras determinantes más generales de las peculiaridades  propias de esta etapa, como son el origen social, la situación económica y la época histórica, por sólo mencionar algunas.

Otro autor, que en nuestra opinión puede enmarcarse en el enfoque sociogenético, es el norteamericano Robert E. Grinder . En su libro titulado “Adolescencia” (1990) parte del concepto de socialización, entendido como ajuste que emprenden los individuos en sus interrelaciones personales para distinguirse unos de otros y adaptarse a la estructura social. La socialización para esta autor es efectiva cuando el sujeto asimila las expectativas sociales, desarrolla de forma habilidosa comportamientos apropiados al rol y hace un uso eficiente de los recursos del sistema social, a fin de lograr las metas propuestas.

Para Grinder en estas etapas el sujeto desarrolla estilos de vida y a través del aprendizaje de roles adquiere las aptitudes necesarias para su futura vida adulta. Este proceso resulta posible por el creciente número de relaciones interpersonales que establecen los adolescentes y jóvenes, dentro de un ambiente cada vez más amplio, con personas de determinada significación.

Al valorar los enfoques biogenético y sociogenético coincidimos con I.S. Kon cuando expresa que a ambos les es común el concebir que las fuentes y fuerzas motrices del desarrollo tienen un carácter extrapsíquico, haciéndose énfasis, en el primer caso, en los procesos biológicos y en el segundo, en los sociales.

Por último, el enfoque psicogenético sin negar la importancia de lo biológico y lo social, sitúa el centro de atención en las funciones y procesos psíquicos que caracterizan una etapa determinada, destacándose en el caso de algunos autores el desarrollo afectivo (teorías psicodinámicas), en otros el desarrollo cognitivo (teorías cognitivistas) o en opinión de los terceros, el desarrollo de la personalidad como proceso de autorrealización que emana de la propia esencia humana (teorías personológicas).

 

Un importante representante dentro de las teorías psicodinámicas lo constituye Erik  Erikson. Nacido en Dinamarca, su infancia transcurrió en Alemania y su juventud en Austria. Después de terminar sus estudios con Anna Freud viaja a Estados Unidos, donde desarrolla sus trabajos. Discípulo de Freud e influido por la teoría de Heinz Hartmann, clásico de las indagaciones psicoanalíticas sobre juventud e identidad, propuso un sistema de periodización del desarrollo conformado por 8 estadios, de los cuales el 5to y el 6to corresponden a las etapas de la adolescencia y la juventud..

Erikson posee, al decir de Andrés Corzo, quien escribe la nota introductoria a su libro “Sociedad y adolescencia”, publicado por primera vez en español en 1972 y en opinión del propio autor, una concepción “epigénica” del desarrollo psíquico, ya que de acuerdo a su punto de vista el desarrollo psicológico se produce con una secuencia y vulnerabilidad predeterminadas y se ve contrapunteado por la influencia ejercida por la realidad social sobre el individuo.

En cada uno de los estadios o etapas por los que transcurre el desarrollo de la personalidad, el “yo” debe resolver tareas específicas con repercusiones psicológicas universales. Además, en el transcurso de cada estadio se presenta un momento crítico que conduce al sujeto a la necesidad de enfrentarse y resolver una polaridad determinada. En este sentido, para Erikson el término de “crisis” es entendido como una regularidad que favorece el desarrollo personal y no como conflicto desorganizador, siempre y cuando la polaridad del “yo” se resuelva adecuadamente. En la adolescencia la polaridad típica es “identidad vs confusión del yo” y en la juventud “intimidad vs aislamiento”.

Lo anterior significa que, en la adolescencia, la solución favorable de la polaridad conduce al surgimiento de la identidad personal a través de un proceso de “moratoria de roles”, ya que el adolescente asume distintos roles, como si los sometiera a  prueba, sin que aún los desempeñe definitivamente. Cuando no se logra una solución efectiva de la polaridad se produce una “confusión del yo”, proceso que resta posibilidades de autodeterminación al sujeto y que debe, alerta Erikson, diferenciarse de la “difusión del yo”, que significa el logro de la consolidación de la identidad y la ampliación del esquema autovalorativo.

La juventud se caracteriza según Erikson por la posibilidad de establecer intimidad psicológica y sexual con los otros. De no lograrse este resultado, la otra alternativa es el sentimiento de aislamiento y soledad.

Estas interesantes elaboraciones, que tienen el mérito de llamar la atención hacia el mundo interno del sujeto y hacia el desarrollo afectivo, a veces tan subvalorado en la literatura psicológica, presentan en mi opinión, como principales limitaciones, el concebir estas regularidades como universales, invariables e independientes del contexto social donde se desarrolla el individuo.

Otro autor que merece ser destacado cuando se analiza el desarrollo psíquico es Jean Piaget, prestigioso psicólogo suizo de habla francesa, considerado el más importante representante del enfoque cognitivista en la caracterización del desarrollo infantil. Sus trabajos acerca del desarrollo intelectual en el niño ocupan aún, a nivel mundial, un lugar cimero, contando con numerosos continuadores en Europa y América Latina.

Piaget establece tres etapas del desarrollo intelectual: el estadio de la inteligencia sensorio motriz  de 0 a 2 años, el de la inteligencia operatorio concreta, que abarca de 2 a 11 ó 12 años y que se subvivide en dos importantes subestadios, de 2 a 7 años el denominado subestadio del pensamiento preoperatorio y de 7 a 11 ó 12 años el subestadio del pensamiento operatorio, aún concreto. Este carácter operatorio del pensamiento se alcanza, según Piaget, alrededor de los 7 años, con la aparición de la noción de conservación de sustancia, como acción mental interiorizada y reversible, aún cuando no se halla logrado la coordinación de los distintos tipos de reversibilidad en el pensamiento.

Por último, encontramos el estadio de  la inteligencia operatorio formal, que abarca de 11 ó 12 a 14 ó 15 años, momento en el que el surgimiento de la estructura lógica denominada grupo INRC, marca la posibilidad de operar en el plano mental y coordinar a este nivel los distintos tipos de reversibilidades.

El nivel superior de desarrollo intelectual, según el autor surge en la adolescencia y se consolida en la juventud. A partir de los 11 ó 12 años comienzan a producirse importantes transformaciones en los procesos intelectuales y aparece el pensamiento operatorio formal, de carácter hipotético deductivo, que se refleja en el interés del adolescente y del joven por las teorías generales y la elaboración de juicios sobre la política, la filosofía y el sentido de la vida.

 

Por su parte L. Kohlberg, seguidor de Piaget, distinguió tres etapas del desarrollo moral desde una posición intelectualista, ya que a juicio de este autor, el tránsito de un nivel de desarrollo de los juicios morales a otro, depende del desarrollo intelectual alcanzado por el sujeto.

Siguiendo esa orientación afirma la existencia, en las edades tempranas, de un nivel “premoral” donde las normas y juicios morales aún son algo externo, incomprensible o difícil de conceptualizar por parte del niño. Posteriormente, y gracias a la aparición de la inteligencia operatorio concreta, surge el nivel de la “moral convencional”, donde el juicio moral se vincula con la búsqueda de la aprobación o evitación de la desaprobación y el castigo. Este nivel de regulación moral es típico, en opinión de Kohlberg, de la adolescencia, mientras el nivel superior, llamado el de los “principios autoaceptados”  aparece en la juventud, período del desarrollo donde gracias a la consolidación del pensamiento operatorio formal, surgido a finales de la adolescencia, se logra la autodeterminación moral.

Estas teorías cognitivistas, aunque nos indican algunas características del desarrollo intelectual en la adolescencia y la juventud o de otros procesos que se derivan de ellas, como es el caso de la teoría Kohlberg en torno a los juicios morales, presentan, como principal limitación, al igual que lo señalado anteriormente para la teoría psicodinámica de Erikson, el describir estos estadios o niveles como universales e invariables y fuera de su determinación socio histórica.

Finalmente, tenemos las teorías personológicas. El centro de estas concepciones es la  identificación de aquellos contenidos de la personalidad propios y distinguibles de cada etapa del desarrollo.

En esta vertiente pueden enmarcarse los trabajos de E. Spranger y su continuadora C. Bülher, quienes concibieron el desarrollo de la personalidad como un proceso que emana de su propia esencia. Describieron fenómenos típicos de la adolescencia y la juventud como el descubrimiento de la identidad personal, el sentimiento de aislamiento, la tendencia a la reflexión y la elaboración del sentido de la vida.

Estos autores captan sentimientos y vivencias de adolescentes y jóvenes, a partir del análisis de contenido de diarios personales, escritos por sujetos pertenecientes a estas etapas. Esta caracterización, por una parte, tiene como limitante que no todos los sujetos en estas edades elaboran este tipo de documento y por otra, la descontextualización respecto a la época histórica y a los determinantes sociales que matizan el proceso de desarrollo de la personalidad.

Después del análisis de estos enfoques I. Kon propone, apoyándose en la categoría propuesta por Vygotski de “situación social del desarrollo”, tener en cuenta en la caracterización de estas etapas la “línea natural del desarrollo”, referida fundamentalmente a los procesos de madurez física y la “línea social del desarrollo”, que comprende las peculiaridades del proceso de socialización, incluida la “posición social” que ocupan adolescentes y jóvenes como grupos evolutivos.

 

A estas consideraciones de Kon habría que agregar, en mi opinión, la necesidad  de captar las regularidades y tendencias psicológicas generales que resultan distintivas de cada etapa, lo que en palabras de L. I. Bozhovich constituye la  “posición interna” del sujeto, sin minimizar a mi juicio el análisis de la expresión particular que adoptan dichas regularidades y tendencias en cada adolescente y joven, como individuo único e irrepetible.

La adolescencia, en términos generales, se caracteriza por significativos cambios biológicos, por una posición social intermedia entre el niño y el adulto, en cuanto a estatus social, ya que el adolescente continúa siendo un escolar, depende económicamente de sus padres, pero posee potencialidades psíquicas  y físicas muy semejantes a la de los adultos.

Otro aspecto a destacar es el establecimiento de nuevas formas de relación con los adultos, a veces generadoras de conflictos y que agudizan las manifestaciones de la llamada “crisis dela adolescencia”, así como nuevas formas de relación con los coetáneos o iguales, cuya aceptación dentro del grupo se convierte en motivo de gran significación para el bienestar emocional del adolescente.

Todo lo anterior permite decir que la adolescencia se distingue, teniendo como base los logros del desarrollo de la personalidad alcanzados en etapas anteriores, por la aparición del pensamiento conceptual teórico y de un nuevo nivel de autoconciencia, por la intensa formación de la identidad personal y el surgimiento de una autovaloración más estructurada, por la presencia de juicios y normas morales no sistematizadas, de ideales abstractos, de intereses profesionales, aún cuando la elección de la futura profesión no constituya un elemento central de la esfera motivacional.

La juventud se caracteriza por ser una etapa de afianzamiento de las principales adquisiciones logradas en períodos anteriores y en especial en la adolescencia, consolidación que se produce en consonancia con la tarea principal que debe enfrentar el joven: la de autodeterminarse en las diferentes esferas de su vida, dentro de sus sistemas de actividad y comunicación.

Surge la concepción del mundo, como neoformación en esta edad, que es resultado, por una parte, de las necesidades de independencia y autoafirmación desencadenadas en la adolescencia y que dan paso en este período a una fuerte necesidad de autodeterminación y por otra, de la consolidación del pensamiento conceptual teórico. Esta formación, llamada concepción del mundo, permite al joven estructurar a través de planes, objetivos, metas y de las estrategias correspondientes para su consecución, el sentido de la vida o proyecto de vida.

La elección de la futura profesión  o el desempeño de una determinada actividad laboral ocupa un lugar elevado en la jerarquía motivacional y permite establecer distinciones entre los variados  sectores pertenecientes a la juventud, como son los estudiantes de universitarios, de nivel de técnico medio, trabajadores estatales o por cuenta propia, campesinos, etc,. Entre estos sectores existen diferencias de carácter sociológico y económico, que se reflejan de múltiples formas en la subjetividad de los jóvenes, por lo que en la juventud, en comparación con etapas anteriores, se torna más difícil el establecimiento de regularidades y tendencias generales del desarrollo psicológico.

Hemos tratado de mostrar con este primer tema, en esencia, lo siguiente:

La complejidad del desarrollo subjetivo en las etapas de la adolescencia y la juventud.

La diversidad de enfoques que las abordan desde diferentes ángulos.

La inexistencia de una teoría, que hasta el presente, logre una caracterización completa de las mismas.

La imposibilidad de abarcar el estudio de las regularidades psicológicas de estas etapas desde un solo ángulo o a partir una definición única.

Es por ello, que a través de los diferentes contenidos del curso trataremos de aproximarnos a su caracterización, basándonos en los conocimientos que en torno a su análisis, se han sistematizado en nuestra ciencia.

 

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