¿PORQUÉ LOS RICOS SON MÁS RICOS EN LOS PAÍSES POBRES?
Quinta parte 

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JOSÉ MARÍA FRANQUET
Prólogo de Frederic Borràs i Pàmies

2002 

Falacia o modernidad de la globalización económica

 

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 A los jóvenes de hoy y, particularmente,

a mis hijos Josep Maria y Elisenda,

que ya están lidiando con este mundo globalizado.

 

PROLOGO

I.                     Algunos conceptos previos

1.        La idea definitoria de la “globalización económica”

2.        Homogeneización normativa y estatuto empresarial

3.        La panacea liberal del comercio internacional

4.        Algunas ideas de J.M. Keynes

 

II.                   Las supuestas bondades de la libertad de comercio

1.        El origen político del comercio internacional

2.        Las fuentes del movimiento librecambista

3.        El fracaso de los viejos y nuevos modelos

 

III.                 Las viejas teorías de David Ricardo

1.        Los modelos de las ventajas absolutas y relativas

2.        Las barreras interpuestas al libre comercio internacional

3.        La protección a la agricultura

 

IV.                La paradoja competitiva del modelo ricardiano

1.        El pensamiento económico de los clásicos

2.        Las limitaciones del comercio internacional

 

V.                  El gran desengaño librecambista

1.        La falacia de la “solidaridad internacional”

2.        El fomento del fraude a escala mundial

3.        El fracaso del libre mercado global

4.        Los problemas que plantea el comercio internacional

5.        La protesta actual contra la libertad de comercio

 

VI.                Las instituciones financieras internacionales

1.        La ya lejana experiencia de Bretton Woods

2.        El rol pasado y presente de estas instituciones

3.        El futuro de estas instituciones

4.        La última ronda de negociaciones comerciales internacionales

 

VII.              Internacionalización y tradición liberal

 

VIII.            Las empresas multinacionales y el comercio internacional

1.        Los efectos discutibles de la multinacionalización

2.        Los costes medioambientales

 

IX.                Las naciones del mundo ante el nuevo orden

1.        La situación de los diferentes países

2.        El caso singular del Japón

 

X.                  La globalización y el euro

1.        La desaparición del control del tipo de cambio

2.        ¿Un futuro más optimista para el euro?

 

XI.                La tasa Tobin. ¿Una incipiente solución para el futuro?

1.        Definición y objetivos de la tasa

2.        Las críticas de los monetaristas o neocuantitativistas

3.        El futuro de la aplicación de la tasa

 

XII.              Un ejemplo relevante: la situación de los frutos secos españoles ante el comercio mundial

 

EPÍLOGO

BIBLIOGRAFÍA Y FONDOS DOCUMENTALES

 


 

XI. La tasa Tobin. ¿Una incipiente solución para el futuro?

            1. Definición y objetivos de la tasa

            Tal como señala Santiago Vilanova [61], la alternativa más discutida en los forums de Davos y de Porto Alegre, paradójicamente opuestos, es la aplicación de la denominada “tasa Tobin”, un impuesto a nivel mundial en las transacciones especulativas de divisas, llamado así por el economista norteamericano que lo propuso. Se trata de la primera iniciativa fiscal de ámbito mundial propuesta en 1972 por el profesor James Tobin, de la Universidad de Yale, premio Nobel de Economía de 1981 por su trabajo de análisis de los mercados financieros y situado, ideológicamente, en las antípodas de lo que quieren significar los movimientos antiglobalizadores al uso. Junto con Walter W. Heller, fue asesor del presidente John Fitzgerald Kennedy y defensor de su “Nueva Política Fiscal” (New Economics), continuada por el presidente L. B. Johnson. Dicha tasa consiste, en realidad, en un impuesto del tipo oscilante entre el 0’1% (uno por mil) y el 0’5% (cinco por mil) sobre las transacciones financieras realizadas, a corto plazo, en los mercados internacionales de divisas, al objeto de frenar la especulación en los mercados de capitales, evitando los efectos devastadores que una retirada masiva de capital podría provocar en la divisa de un cierto país y, como consecuencia directa, en su economía, habida cuenta de que esa retirada repentina obligaría a los países a elevar drásticamente los intereses para que la moneda nacional continúe siendo atractiva. Pero los intereses altos son, con frecuencia, desastrosos para la economía nacional, como han puesto de manifiesto las sucesivas crisis de los años noventa del pasado siglo en México, el Sudeste asiático y Rusia. La tasa Tobin, en definitiva, devolvería cierto margen de maniobra a los bancos emisores de los países pequeños y opondría algún obstáculo al frío dictado de los mercados financieros.

 La tasa, que se impondría en cada cambio de una moneda a otra, disuadiría a los especuladores, porque no rentabilizaría las inversiones realizadas con un horizonte temporal tan próximo. Como sea que actualmente estas operaciones representan una cifra superior a los 1’8 billones de dólares diarios (unos 380 billones de pesetas, casi cuatro veces el PIB anual español), se podrían recaudar, por este concepto, alrededor de 200.000 millones de dólares; es decir, en un año se podría cubrir el importe de la deuda externa de los países del Tercer Mundo. Este montante se aplicaría para desarrollar los países pobres sin desestabilizar las ocho grandes plazas financieras que concentran el 83% del tráfico de divisas ni a las propias estructuras del Banco Mundial. Esas plazas financieras son las siguientes: Reino Unido (32%), USA (18%), Japón (8%), Singapur (7%) y el resto se reparte entre Alemania, Suiza, Hong Kong y Francia.

            Hace treinta años, Tobin llevó a efecto más un pronóstico que no un análisis de la realidad, dado que en aquellos momentos comenzaban a realizarse las primeras transacciones electrónicas de dinero por ordenador. Pero sucedió justamente lo que él preveía: en estos momentos, el 85% de dichas transacciones nada tienen que ver con la compraventa de bienes o servicios, sino que corresponden a operaciones puramente especulativas y tan a corto plazo que más del 40% de estas inversiones regresan al punto de partida en menos de tres días, y un 80% en el lapso de una semana.

La tasa en cuestión tenía como objetivo principal calmar la inestabilidad masiva imperante en los mercados globales de divisas, como consecuencia del colapso del sistema alumbrado en Bretton Woods después de la Segunda Guerra Mundial, que se basaba en el patrón de convertibilidad del dólar estadounidense en oro.

2. Las críticas de los monetaristas o neocuantitativistas

Es obvio reconocer que, en general, las tesis de Tobin nunca resultaron del agrado de los grandes economistas monetaristas exponentes de la Escuela neocuantitativista de Chicago (Friedman, Knight, Viner, Simons, Klein, Schwartz, Stigler y Wallis), ni tampoco recíprocamente. En concreto, un artículo de Milton Friedman publicado en el Washington Post (“Impuestos, dinero y estabilización”), hace más de treinta años, arremete contra Tobin y otros partidarios del aumento impositivo que, según Friedman, “escriben como si los cambios tributarios tuvieran una repercusión clara y previsible sobre la Economía, como si pudieran afirmar con confianza, de antemano, qué efectos tendrán -sobre la renta nacional, sobre el empleo y sobre los precios- los susodichos cambios de los impuestos”. Esas consideraciones friedmanianas también podrían aplicarse a los efectos de la tasa Tobin sobre el comercio internacional. A la inversa, Tobin, en su artículo Barry’s Economic Crusade, publicado en Octubre de 1964 en The New Republic [62] batió todas las marcas de ironía y dureza, mostrando cómo la crítica acerada no constituía un privilegio exclusivo de la Escuela de Chicago. La experiencia tampoco se reveló consoladora para el propio Friedman, quien pudo percibir la enorme brecha que separa la Economía de la Política y lo difícil que resulta exponer y matizar las propias ideas cuando la pasión y el enfrentamiento substituyen a la paciente investigación realizada en un laboratorio o en un ambiente estrictamente académico.

Un importante factor político que ha orientado la propuesta de Friedman es la de negar el servicio de la política monetaria para el sostenimiento del equilibrio de la balanza de pagos. Ya se ha indicado anteriormente como una de las causas que habrían animado el auge de la política fiscal, el hecho de que dentro del cuadro del comercio exterior en la actualidad, gobernado por tipos fijos de cambio y movimientos intensos y especulativos de capital a corto plazo, la política monetaria podía ver comprometido el éxito de su gestión estabilizadora. La solución de las incidencias del equilibrio de la balanza de pagos, por otra parte, demandaba medidas peculiares de política monetaria. De esta forma, si la política monetaria atendía a este frente externo se obstaculizaba o impedía su servicio al propósito de estabilizar la economía en el interior, labor que debería desempeñar necesariamente la política fiscal. Si nos negamos a utilizar la política fiscal no quedaría alternativa estabilizadora alguna, dada la obligada entrega de la política monetaria al mantenimiento del equilibrio exterior.

            Este aparente dilema lo zanja Friedman con su habitual radicalismo. ¿Qué significa, para los Estados Unidos, el comercio exterior?: el 5 por 100, aproximadamente, de su actividad económica interna. ¿A qué equivale el que la política monetaria asegure el equilibrio exterior y sostenga los tipos de cambio fijos?: a adaptar la política monetaria interna a las decisiones que adopten las autoridades monetarias del resto del mundo. Subordinar al 5 por 100 -que es a lo que equivale el comercio exterior- el 95 por 100 restante y adaptarse a la voluntad política de los demás países, no vale la pena e incluso resulta insensato. Solución: que el equilibrio exterior se alcance mediante los ajustes correspondientes del tipo de cambio, dejando que éstos fluctúen a merced de las condiciones variables de su oferta y demanda. En otros términos: si los pagos en el exterior de los Estados Unidos excediesen de los ingresos procedentes de sus exportaciones y de otras fuentes (transferencias, movimientos de entrada de capital) no se tomaría medida alguna de política monetaria interior, se dejaría simplemente que el valor del dólar bajase en los mercados internacionales de divisas, como ocurriría, pues, la oferta de dólares realizada para pagos en el exterior, excedería de la demanda que los importadores extranjeros hacían de dólares para comprar bienes y servicios americanos o enviar sus capitales a Estados Unidos. Con ello, se volvería a tener un mecanismo de ajuste automático que enlaza con los más rancios conceptos de la política económica ortodoxa, pues esa baja del dólar tendería a estimular las exportaciones americanas, al tiempo que reduciría las importaciones y las salidas de capital, con lo que se alcanzaría un nuevo equilibrio exterior gracias a los vaivenes del tipo de cambio. Esta propuesta liberaría de la pesada carga de estabilizar la balanza de pagos a la política monetaria, ganándola para la importante causa de la estabilidad interna.

            Si las valoraciones anteriores de Friedman se admiten, tendríamos una política monetaria basada en normas y no discrecional, una política que no debería adaptar sus decisiones a la marcha de la coyuntura por ser incapaz de actuar con diligencia y oportunidad y, que, finalmente, no debería atender al mantenimiento del equilibrio de la balanza de pagos, tarea que se encomendaría a los tipos de cambio fluctuantes.

            3. El futuro de la aplicación de la tasa

Por otra parte, también es cierto que Tobin, el gran economista americano, siempre ha marcado distancias con los movimientos antiglobalización, a los que ha acusado, con cierta frecuencia, de haber “abusado” de su nombre e instrumentalizado sus ideas. El llamado “pueblo de Seattle” se queda, así, sin una de sus banderas más emblemáticas. En los últimos tiempos, las declaraciones de Tobin golpean incluso a Attac (Asociación para la Imposición de una Tasa sobre las Transacciones Financieras para la Ayuda a los Ciudadanos), fundada el año 1998, una de las asociaciones más representativas del frente antiglobalización y que lleva en las propias siglas el fantasma del apellido del célebre economista. De hecho, según él mismo, la intención original de su idea de frenar la especulación difiere de la de estas organizaciones, que quieren utilizar la recaudación resultante para la “extraña” (por lo visto) finalidad de “financiar proyectos de mejora del mundo”.

            Hasta hace relativamente poco tiempo, la tasa Tobin era una idea acariciada por pocos economistas y grupos sociales muy minoritarios, hasta que el director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, al que nos hemos referido con anterioridad, la volvió a lanzar a la arena pública mediante un editorial que se convirtió en el manifiesto fundacional de aquella Asociación, que ahora ya cuenta con más de 30.000 afiliados (unos 250 en su sección catalana). Con mayor propiedad, el manifiesto de ATTAC-España aduce que “la libertad total de circulación de capitales, los paraísos fiscales y el crecimiento acelerado del volumen de transacciones especulativas empujan a los Estados, las Regiones y las ciudades a una vergonzosa carrera para ganarse el favor de los grandes inversores. Esta insensata competencia conduce al desmantelamiento deliberado de las bases legales, sociales y políticas de los Estados al objeto de facilitar las inversiones”.

            La reivindicación de la “tasa Tobin”, todavía no asumida por los ultraliberales, tiene el soporte de los partidos de izquierda del Parlamento Europeo y de la Internacional Socialista. Pero, curiosamente, también la defienden la multinacional Fersol de pesticidas -que ayudó a financiar el foro de Porto Alegre-, el magnate George Soros y Mark Mallon Brown, director del Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo y ex-responsable de relaciones internacionales del BM.

            En cualquier caso, las ONG más críticas y los sectores más radicales consideran que la tasa Tobin no será capaz de evitar los paraísos fiscales, el armamentismo, el narcotráfico y la destrucción del medio ambiente. Para ellas se trata, simplemente, de una operación orquestada para reconducir el creciente movimiento antiglobalización y transformarlo en el ala izquierda del moderno discurso neoliberal, con la complicidad del Observatorio de la Mundialización y de algunos históricos como Susan George (“Informe Lugano”, una obra de política-ficción que se ha convertido en un auténtico best seller mundial), Agnès Bertrand y otros emblemáticos luchadores del movimiento. George es vicepresidenta de Attac-Francia y politóloga estadounidense con pasaporte y residencia en el vecino país galo.

            El reforzamiento de las instituciones debe producirse también a nivel internacional. El propio Tobin ha declarado recientemente que el FMI tiene que ampliarse y reforzarse: “igual que sucede con el Banco Mundial, el FMI tiene demasiados pocos fondos para ayudar a los países pobres y subdesarrollados”, indica Tobin. El FMI debe diseñar medidas de previsión y control de los perjuicios causados por los movimientos espasmódicos de capital a corto plazo. Además, deben actuar de forma más coherente. Por ejemplo, si la OMC fomenta el libre comercio, no debe aceptar barreras comerciales justificadas por razones sociales. La lucha contra el trabajo infantil, por ejemplo, no debe basarse en represalias comerciales sino en un mayor intervencionismo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) o de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

            En estos momentos, en Europa comienza a debatirse, de manera oficial, la oportunidad de introducir el impuesto referido sobre las transacciones financieras en los mercados de capitales. El primer ministro francés, el socialista Lionel Jospin, ha sido el primer político en lanzar el tema ante los demás gobiernos europeos a la luz de los dramáticos actos de violencia acontecidos en Génova con ocasión de la cumbre de los países más industrializados que configuran el G-7. Sin embargo, el mismo Tobin se muestra escéptico sobre la viabilidad de su proyecto, que precisa de un acuerdo a escala global entre distintos países para que resulte efectivo. “Me temo que no hay ninguna posibilidad de éxito, porque la gente decisiva en el mundo financiero internacional está en contra”, ha estimado el propio Tobin.

            En efecto, en el seno de los distintos países miembros de la UE parecen haber muchas discrepancias sobre la aplicación de la susodicha tasa. En particular, el ministro de Finanzas alemán, Hans Heichel, ha confesado tener “fuertes dudas” sobre una iniciativa europea al respecto. En este mismo sentido, su homólogo francés, Laurent Fabius, propuso recientemente una solución alternativa y “más práctica” para que se aplique un impuesto sobre la venta de armas; esta propuesta ha sido denunciada por Attac como una “maniobra de distracción”. A su vez, el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, se mostró partidario de la aplicación de una tasa sobre la emisión de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. “Hay un cierto número de ideas sobre la mesa”, dijo Fabius. Y -podríamos añadir- un gran número de problemas para solucionar también.

            El canciller alemán Gerhard Schroeder aboga, como Jospin, por un cierto “retorno de la política” al diseño de la arquitectura financiera, pero rechaza la tasa Tobin porque considera que “existen reservas jurídicas y de contenido, así como problemas políticos, para llevarla a la práctica”. En la misma línea, el ministro español de Asuntos Exteriores, Josep Piqué (Partido Popular), señala que “no se dan las circunstancias adecuadas para que pueda pensarse seriamente en la aplicación de una tasa como ésta”. El profesor Rudi Dornbusch, del Instituto de Tecnología de Massachussets, contempla su aplicación de una manera crítica y Robert Mundell, Premio Nobel de Economía, la considera, incluso, como una idea “tonta”. A favor del impuesto -o bien de estudiarlo- se ha pronunciado el gobierno de Finlandia, los parlamentos de Canadá, las Islas Baleares y el Principado de Asturias, así como los ayuntamientos catalanes de Barcelona, Badalona, l’Hospitalet de Llobregat, Terrasa, Rubí y La Llagosta. También están pendientes de debate mociones parlamentarias del PSOE, del PSC-Ciutadans pel Canvi y de Iniciativa per Catalunya-Verds.

            El octavo elemento de Falso amanecer considera lo que podría hacerse para enderezar el rumbo. Estados Unidos carece del poder hegemónico necesario para hacer de un libre mercado universal una realidad, ni siquiera por un corto plazo. Pero ciertamente sí tiene el poder de veto ante una propuesta de reforma de la economía mundial. Por ello, mientras Estados Unidos permanezca entregado al "consenso de Washington", en lo que se refiere al laissez faire global, no podrá existir una reforma efectiva y eficiente de los mercados mundiales. En este caso, planteamientos novedosos como el del "impuesto Tobin", al que ya nos hemos referido in extenso, permanecerán en calidad de letra muerta.

 

XII. Un ejemplo relevante: la situación de los frutos secos españoles ante el comercio mundial

            Hemos escogido, como ejemplo aclaratorio, un subsector agrícola español gravemente amenazado por la internacionalización económica que estamos tratando, especialmente en dos de sus grandes producciones: la almendra y la avellana. Para el primer caso, el problema reside en la producción estadounidense; en el segundo, el problema viene representado por la producción turca de tan delicioso fruto seco. A continuación, analizaremos ambos casos sucintamente, así como también alguno más.

            Básicamente, dicha situación viene determinada por las siguientes características [63]:   

a)                           El ingreso de España en la Comunidad Económica Europea supuso la supresión progresiva de las barreras arancelarias que protegían, hasta entonces, la producción avellanera española de la competencia desleal de un país, Turquía, que posee un statu quo socioeconómico muy diferente al nuestro. Y aún debemos agradecer las políticas de retirada de la avellana turca para la extracción aceitera, que posibilitan que Fiscobirlik comercializase en el año 2000 la avellana a 3’3 dólares/Kg. (o sea, 1’15 euros/Kg. en cáscara o bien unos 3’79 euros/Kg. en grano).

b)                          La Unión Europea, que constituye el mayor mercado para las exportaciones estadounidenses de almendra y de otros frutos de cáscara, acordó en el marco de la Ronda Uruguay del GATT una reducción del 50% en la tarifa aduanera para las almendras en grano y para las nueces con cáscara, y de un 36% para las nueces peladas, las almendras tostadas y los pistachos tostados. El arancel inicial estaba situado en el 7% para las almendras en grano y en el 8% para las nueces con cáscara; en julio del año 2000, fin del periodo de reducción arancelaria pactado, alcanzaron el 3,5% (con un contingente de 90.000 toneladas al tipo del 2%, como después se verá) y el 4% respectivamente. Las almendras amargas tienen arancel nulo.

c)                          El proceso de ampliación de la UE-12 a la UE-15 implicó una ampliación de 45.000 Tm. a 90.000 Tm. del contingente consolidado de las almendras con arancel reducido del 2%.

d)                         La avellana (en grano y en cáscara) partía de un arancel del 4%, acordándose una reducción del 20% en seis tramos. En julio del año 2000 se situó ya en el 3,2%. En el caso de Turquía existe un acuerdo bilateral por el que la avellana de procedencia turca sólo paga un 3% de arancel a partir del 1 de enero de 1999.

e)                         Corea del Sur ha reducido sus aranceles para la almendra en cáscara de un 50% a un 21%, y de un 50% a un 30% para las nueces.

f)                         Tahilandia va a reducir a la mitad los aranceles para la importación de nueces y almendras tostadas. En 1996, las exportaciones californianas a Tahilandia de frutos secos eran superiores en un 177% a las de 1990.

g)                        Malasia también reducirá sus tarifas para las almendras, las nueces, las avellanas, las castañas y los pistachos de algo más del 5% al 0%. La tarifa para los frutos de cáscara tostados se reducirá de un 30% a un 20%. Las exportaciones de frutos de cáscara de Estados Unidos a Malasia han crecido un 311% desde el año 1990.

h)                        En 1992 la India suprimió todas las restricciones cuantitativas a la importación de la almendra. En 1997, acordó cumplir sus compromisos ante la OMC y suprimir el componente ad valorem en sus aranceles. En 1996, se ha convertido en el duodécimo cliente para la almendra californiana.

A la vista de lo que se nos avecina, creemos posible que la tradicional vocación exportadora del sector español de los frutos secos y la presencia en el mercado internacional de unos productos apreciados por determinadas industrias de transformación y los consumidores por sus excelentes cualidades organolépticas, claramente diferenciales, desaparecerían para siempre, de no compensarse adecuadamente los desequilibrios generados por el comercio internacional con las ayudas por unidad superficial. Es posible que el mercado mundial quedara en manos de un único proveedor (EEUU en el caso de la almendra, teniendo en cuenta que España es el segundo productor mundial, así como de las nueces y Turquía en el de la avellana), en una situación de monopolio fáctico, que probablemente conllevaría  un incremento de los precios internacionales, como se demuestra, en el caso de la almendra, en los estudios realizados por ALSTON, J.M., SEXTON, R.J. y otros (1993), y con toda seguridad, a una mayor situación de dependencia de la Unión Europea, fuerte y crecientemente deficitaria en estos productos.

El cultivo de los frutos secos es el resultado de una actividad mantenida durante siglos en nuestro país, de manera que los árboles que los producen son parte integrante e inseparable del ecosistema, del paisaje y de la cultura de sus gentes. Además, posee una gran importancia económica y social para vastas regiones desfavorecidas del área mediterránea y del interior de la península ibérica. Alrededor de 40.000 familias viven de la actividad económica generada por el sector en toda España y más de 200.000 explotaciones se complementan con ingresos procedentes de los frutos secos. Pero estas explotaciones pueden desaparecer a medio plazo si la Unión Europea persiste en la intención de no renovar las ayudas económicas al sector.

En 1989, la Comisión introdujo una serie de medidas específicas para apoyar los instrumentos de producción y comercialización en el sector. Estas medidas debían ser provisionales y limitadas a una duración de 10 años. Al respecto, una demanda de la CCAE (Confederación de Cooperativas Agrarias de España), en la que coincide el sector, es que la ayuda comunitaria a estos productos se conceda a través de la OCM (Organización Común de Mercado) de Frutas y Hortalizas, por lo que las asociaciones y organizaciones agrarias se muestran partidarias de ir prorrogando automáticamente cada año los Planes de Mejora de la Calidad y la Comercialización gestionados por las OPFH (Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas), que han ofrecido, por cierto, excelentes resultados y han finalizado ya en algunos casos. Y ello hasta que se aborde la reforma en profundidad de la OCM, donde los productores solicitan disponer de un apartado específico.

Últimamente, la Comisión Europea ha previsto un montante máximo por hectárea de 241’5 euros, de los cuales, el 75% serán cofinanciados por la Unión Europea y el 25% restante por los Estados miembros. De este modo, la contribución de la UE se reduce del 82 al 75% y la del Estado miembro aumenta correlativamente del 18 al 25%. Se trata de la misma cantidad que, desde hace diez años están recibiendo los productores, lo que supone, sólo a causa de la inflación registrada en el período, una reducción del 50% de los ingresos por este concepto. Además, a la cifra mencionada se le deben restar las retenciones que aplican las OPFH que, en algunos casos, también han resultado abusivas.

El sector productor agrupado en CCAE cree que esta propuesta de Reglamento no termina de solucionar la difícil situación por la que atraviesa el sector. En primer lugar, en ningún momento se vincula la prórroga de los Planes de Mejora a la aprobación de un régimen de ayuda definitivo para estos productos; este punto ha sido una de las principales reivindicaciones de CCAE, ya que para la próxima campaña, se volverá a sufrir la inseguridad que se viene padeciendo durante los últimos años, al quedarse el sector nuevamente con la incertidumbre de saber si dispondrá o no de ayuda definitiva.

La contribución presupuestaria total de la UE a las medidas previstas se eleva hasta los 54’3 millones de euros. Afortunadamente, el comisario de agricultura Franz Fischler ha señalado, con respecto a la nueva propuesta de la Comisión, que “la prórroga de un año demuestra el interés de la Comisión por el sector y pone en evidencia que es consciente del papel medioambiental, social y rural que los frutos secos desempeñan en Europa”. Añadió que, en la actualidad, se examinan todos los aspectos del sector de los frutos secos con vistas a una solución definitiva para los productores.

Por último, para hacer frente a la difícil situación de las avellanas, una ayuda suplementaria de 15 euros/100 Kg. se acordó para esta producción durante un año, pero con la condición de que únicamente podrán acogerse a la misma las Organizaciones de Productores que no puedan acogerse a la prórroga de los Planes de Mejora. Tanta cicatería tiene, en estos momentos, una gran transcendencia, dadas las adversas condiciones de mercado que están permitiendo la existencia de unos precios bajísimos para estas producciones, fruto, en gran medida, de las masivas importaciones de avellanas turcas.

Con ello, da la sensación que desde Bruselas, poco a poco pero inexorablemente, se va dejando hundir al sector sin plantear una necesaria estrategia de futuro que, hoy por hoy, sólo puede llegar mediante el estudio, en profundidad, de todos los aspectos del problema. Esperemos que, desde él, se valore la conveniencia de regular las importaciones procedentes de los terceros países, de establecer una normativa que regule el mercado interior, de definir una estrategia de la calidad de estos productos y de fijar, en fin, una verdadera ayuda a la renta para los agricultores. 

 

EPÍLOGO

Como consecuencia de la globalización de la economía que se ha producido con la caída del comunismo, tras el derrumbe del Muro de Berlín y en los albores del tercer milenio, el mundo se ha embarcado en un proceso vertiginoso de cambio acelerado y de innovación tecnológica. Como consecuencia de ello, las próximas décadas traerán tiempos de grandes transformaciones, oportunidades y peligros que podemos sintetizar del siguiente modo [64]

1)                              Las economías más sanas de Europa, Asia y América están agrupándose y constituyendo grandes bloques económicos regionales.

2)                              Los conflictos militares clásicos van siendo reemplazados por la lucha contra el terrorismo y la competencia económica y comercial.

3)                              Existe, por lo menos en nuestro país, una emigración bien vista y otra mal vista: la del que tiene el petróleo (que va a Marbella y alrededores) y la del que no posee nada (que intenta saltar el Estrecho de Gibraltar a bordo de patera). Más valdría, posiblemente, que todo o buena parte del dinero procedente del oro negro permaneciese en las regiones de origen (el Magreb y, en general, el mundo musulmán), lo que evitaría esos movimientos descontrolados y dolorosos de la población.

4)                              Están aumentando los conflictos étnicos y tribales, los regímenes despóticos, el fundamentalismo islámico y la tradicional hostilidad hacia Occidente y su gran patrón, USA, en muchos países del África, Oriente Próximo, Asia Central y los Balcanes. El monstruoso atentado terrorista que destruyó las torres gemelas del World Trade Center neoyorquino, el 11 de Septiembre de 2001, constituye una buena prueba de ello.

5)                              Una Rusia empobrecida, una China potencialmente agresiva y algunos pequeños países capaces de producir armas nucleares, representan un serio peligro. El terrorismo nuclear es cada vez más sencillo de organizar y representa una grave amenaza para la paz mundial.

6)                             La innovación tecnológica destruirá muchos puestos de trabajo. A medida que vayan desapareciendo las restricciones sobre las importaciones en los países desarrollados, los empleados que realicen trabajos rutinarios competirán en el mercado global en inferioridad de condiciones y perderán sus empleos.

7)                              La reducción del tamaño de los gobiernos, la privatización de la asistencia social, la filosofía de la supervivencia de los más aptos, acentuarán inexorablemente las diferencias entre ricos y pobres, tanto entre los individuos como entre los Estados.

Los grandes del mundo se han esforzado por presentar los réditos de su modelo a unos ciudadanos convertidos en clientes y usuarios de un sistema en crisis. Nos ofrecen, por una parte, el haber taumatúrgico de una economía sin fronteras y de libre mercado, mientras olvidan el debe de un sistema que, como hemos podido comprobar a lo largo del presente libro, lejos de solucionar la problemática existente, acrecienta la dolorosa brecha abierta entre los países ricos y los pobres. En ese mismo cesto de la globalización económica, no se han introducido ni la regulación internacional del mercado de trabajo -ahí están las leyes de extranjería que limitan esos movimientos-, ni la armonización fiscal y laboral internacional, ni el respeto al medio ambiente, ni la prohibición del trabajo infantil, ni, en general, la mundialización de los derechos humanos y de su valor irrenunciablemente universal.

Sin embargo, ya se empiezan a vislumbrar los efectos negativos de la globalización económica y del progreso desequilibrado: es hora de poner remedio y encontrar una armonía estable entre la colectivización, la planificación central y el control absoluto del Estado (comunismo) y el imperio salvaje de la iniciativa privada (ultraliberalismo) que tiende a convertir en simples marionetas a los gobernantes democráticos de las naciones.

Tampoco la internacionalización financiera tendría por qué dificultar las tareas redistributivas de los poderes públicos, bajo el falaz argumento de su incompatibilidad con la modernidad que supone un mundo globalizado. Como señala el prof. V. Navarro, veamos que en nuestro país, por ejemplo, el incremento de las desigualdades sociales, consecuencia directa de la aplicación de políticas fiscales regresivas y de la disminución del gasto social en términos relativos (expresado como porcentaje del PIB), está siendo justificado por la necesidad de hacer la economía española más competitiva en un mundo más globalizado, sin tenerse en cuenta que otros países europeos mucho más globalizados que el nuestro (como Suecia, Finlandia, Holanda o Noruega) están hoy siguiendo políticas redistributivas francamente exitosas.

            En cuanto a la Globalización, la gente empieza a pensar que no estaría del todo mal, por ejemplo, llevar a efecto una globalización de las demandas y de las promesas que se han hecho a sí mismos los más desfavorecidos de todo el mundo. Y promesas con las que se nos vino encima la Globalización corporativa: como la del equilibrio de los mercados (de hecho, sólo ha prohijado un tremendo desequilibrio a favor del centro) y una mayor equidad en materia de inversiones (que se vuelcan masivamente hacia los países desarrollados y emergentes, que son justamente los que menos las necesitan).

Es bien cierto que, con el objetivo de superar las crisis económicas internacionales, resulta necesaria la garantía de la estabilidad del sistema monetario y financiero internacional. Pero ello será impensable mientras no se reduzca la pobreza que afecta al sistema, ya que ésta limita el crecimiento y agudiza las ya enormes diferencias existentes entre los países del orbe. La valoración del conjunto debe hacerse en función de la prosperidad general, especialmente la de los más necesitados, no en base a la de unos cuantos, más bien pocos.

Si tomamos a la Historia como nuestra guía, podríamos esperar que el libre mercado global pertenecerá en breve a un pasado irrecuperable. Como otras muchas utopías del siglo XX, el laissez faire global -junto con sus víctimas- puede ser tragado por el hoyo profundo y tenebroso de la memoria histórica.

Pero habrá que ser optimistas y pensar que también es posible que, en un futuro relativamente próximo, la globalización de las actividades económicas y financieras, de no llegar a desaparecer, se fundamente en bases y controles democráticos y se halle inspirada en los principios básicos de la solidaridad, de la igualdad y de la justicia social, no como sucede ahora.

Como también resulta posible que, pese a todo, del sueño interesado y falaz de la globalización económica, que hoy por hoy parece llevar a su espalda el viento largo e impetuoso de la modernidad, en el futuro quede muy poco. Sobre todo cuando los pueblos y sus dirigentes caigan definitivamente en la cuenta de hacia dónde conduce y a quienes realmente beneficia.

 

Notas

[61] Vide S. VILANOVA, “ONG antiglobalització, revolució o reforma?”, en diario El Punt. Tarragona, 9 de junio de 2001.

[62] Vide J. TOBIN, National Economic Policy. Ed.: Yale University Press, 1966.

[63] Véase el libro Frutos de Cáscara y Algarroba: un sector amenazado (documento de reflexión), editado por AEOFRUSE y CCAE. Andalucía, 1999.  

[64] Vide D. HIDALGO, El futuro de España. Ed.: Taurus. Madrid, 1996.


BIBLIOGRAFIA Y FONDOS DOCUMENTALES -    

(*)   Bibliografía local.

(**)   Bibliografía general.

(***)   Bibliografía recomendada.

 

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