En marzo de 1976 las fuerzas armadas tomaron una vez más, el poder. El “Proceso”, como se lo denominó, intentó poner orden en las finanzas y cortar la inflación, pero sobre todo se abocó a la represión de las organizaciones subversivas. Con este propósito recurrió a los métodos más brutales imaginables, produciendo varias miles de “desapariciones”, generando un verdadero apagón cultural e instalando el miedo en la sociedad. Triunfó en este empeño, sin duda, pero el costo fue altísimo y las cicatrices de aquella “guerra sucia” todavía siguen abiertas. Pero este relativo éxito llevó a las fuerzas armadas a una audaz y riesgosa iniciativa: la recuperación militar de las islas Malvinas, una reivindicación que el pueblo argentino sentía como propia y dio al gobierno militar una fugaz popularidad. Pero la inevitable derrota en el archipiélago provocó el colapso del gobierno del Proceso, que debió llamar a elecciones. Estas se realizaron en octubre de 1983 y llevaron a la presidencia a Raúl Alfonsín, proveniente del radicalismo: era la primera vez que en comicios libres el peronismo era derrotado.